Como una flecha vuela el corcel de mis ensueños. Lúgubre, un cuervo grazna por detrás. ¡Adelante, mi corcel, no pienses nada! ¡Adelante! ¡Dispersa al viento todas tus ideas!
No importa que yo muera. No morirá el impulso. Tú marcaste el sendero, alado corcel mío, y así será más fácil a mi hermano, seguir hacia adelante, por mis huellas, una vez.
¡Oh hábil jinete en busca de corcel, vuelve en ti! "Masnavi" (1258), Rumi
"Masnavi" (1258) Frases de "Masnavi" (1258) Frases de Rumi
Por más que el jinete trataba de sofrenarlo agarrándose con todas sus fuerzas a la única rienda de cordel y susurrando palabritas calmantes y mansas, el peludo rocín seguía empeñándose en bajar la cuesta a un trote cochinero que descuadernaba los intestinos, cuando no a trancos desigualísimos de loco galope. Y era pendiente de veras aquel repecho del camino real de Santiago a Orense en términos que los viandantes, al pasarlo, sacudían la cabeza murmurando que tenía bastante más declive del no sé cuántos por ciento marcado por la ley, y que sin duda al llevar la carretera en semejante dirección, ya sabrían los ingenieros lo que se pescaban, y alguna quinta de personaje político, alguna influencia electoral de grueso calibre debía andar cerca.
Los ojos, vivos y resueltos, eran mi rasgo verdaderamente masculino. Como ostentase cierta arrogancia, no se distinguía bien si yo era un jovenzuelo con humos de hombre o un hombre con aires de niño. Con todo, era un lindo muchacho, lindo y audaz, que entraba en la vida con botas y espuelas, chicote en la mano y sangre en las venas, cabalgando un corcel nervioso, erguido, veloz, como el corcel de las antiguas baladas, que el romanticismo fine a buscar en el castillo medieval, para dar con él en las calles de nuestro siglo. Lo peor es que lo cansaron a tal punto que fue preciso dejarlo al margen, donde el realismo vino a encontrarlo, roído por la miseria y los gusanos, y, por compasión, lo transportó a sus libros.