(...) Estos detalles parecerán muy extraños a los lectores ingleses, pero Bélgica no es Inglaterra y sus costumbres no son iguales que las nuestras. "El profesor" (1857), Charlotte Brontë
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Hice esta historia, ya se lo he dicho, según la óptica de la época, es decir, con un espíritu típicamente paternalista...Que era, y lo afirmo, el espíritu de toda Bélgica.
¡Bélgica! Nombre carente de romanticismo y de poesía que, sin embargo, siempre que se pronuncia, tiene un sonido en mis oídos y halla un eco en mi corazón que ningún otro conjunto de sílabas es capaz de producir, por dulces o clásicas que sean. ¡Bélgica! Repito la palabra ahora, sentado solo, cerca de la medianoche. Agita mi mundo del Pasado como una llamada a la Resurrección; las tumbas se abren, los muertos se levantan; veo Ideas, Sentimientos, Recuerdos que dormían, alzándose de la tierra -rodeados de un halo en su mayoría-, pero, mientras contemplo sus formas vaporosas y me esfuerzo en distinguir claramente su contorno, el sonido que los había despertado se extingue, y las formas se hunden como una liviana espiral de niebla, absorbidas por el humus, devueltas a sus urnas funerarias, encerradas de nuevo en sus mausoleos. ¡Adiós, espectros luminosos! "El profesor" (1857), Charlotte Brontë
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De todos los países en los que he vivido, Bélgica es el que menos he comprendido. Ser de un determinado lugar quizá consiste en eso: no comprender en qué consiste. Sin duda ésa es la razón por la que allí empecé a escribir. "Biografía del hambre" (2004), Amélie Nothomb
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Volví a llamar al servicio de información internacional francés y me atendió otro hombre. Me había pasado por la cabeza una idea brillante: -Quisiera el número de la embajada de Bélgica en Tokio, por favor. -Un momento. Me conectó con una sintonía tan pobre que, en lugar de molestar, provocaba una especie de ternura...-No existe. - ¿Perdone? Aquello no tenía ningún sentido. -No existe ninguna embajada de Bélgica en Tokio -me dijo, como si fuera evidente. Empleó el mismo tono que habría utilizado para comunicarme que no existía ningún consulado de Azerbaiyán en Mónaco. Comprendí que habría resultado inútil contarle que, durante muchos años, mi padre fue embajador de Bélgica en Tokio y que de eso no hacía tanto tiempo. Le di las gracias y colgué. "La nostalgia feliz" (2013), Amélie Nothomb
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