Frases de Thomas Wolfe - Página 2

31. La paz cayó sobre su espíritu. El fuerte consuelo y seguridad bañó todo su ser. La vida era tan sólida y espléndida, y tan buena. "No podéis ya regresar" (1940), Thomas Wolfe

Consuelo


32. Se sentía lleno de gratitud y alivio. ¡Qué buenos eran todos! Quería hacer apasionadas confesiones, grandes promesas. Trató de hablar. Pero no pudo. Tenía demasiado que decir. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Gratitud


33. La mente humana es un temible instrumento de adaptación, y en nada se muestra más claramente que en sus misteriosos poderes de resiliencia, autoprotección y autocuración. "No podéis ya regresar" (1940), Thomas Wolfe

Resiliencia


34. La vieja iglesia, con su agudo campanario, se pudría lentamente, dignamente, prósperamente, como la vida de un hombre bueno, corroídos sus húmedos ladrillos por los líquenes. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Iglesia


35. (...) Era como el hombre que se planta en el monte, sobre la ciudad que ha dejado, pero no dice "La ciudad está cerca", sino que vuelve los ojos hacia la imponente cordillera lejana. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Monte


36. Tenían un momento de cohesión, un momento de afecto trágico y de unión, que los juntaba como pequeños chorros de fuego contra todo el insensato nihilismo de la vida. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Insensato


37. Cada momento es fruto de cuarenta mil años. Los días se desgranan en minutos y zumban como moscas que vuelan de nuevo hacia la muerte; cada momento es una ventana sobre el tiempo. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Minutos


38. ¿Y quién dirá -sea cual fuere el desencanto subsiguiente- que podemos olvidar alguna vez la magia, o que podemos despreciar alguna vez, en esta tierra de plomo, el manzano, la canción, el oro? "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Despreciar


39. Trabaja, hijo, y no te desanimes ni tengas esperanza. No dejes que te desanimes. No estás completamente abandonado. Yo también estoy aquí, aquí en la oscuridad esperando, aquí atento, aquí apruebo tu trabajo y tu sueño. "No podéis ya regresar" (1940), Thomas Wolfe

Abandonado


40. Los montes eran sus amos. Eran el marco de la vida. Eran la copa de la realidad, más allá del crecimiento, más allá de la lucha y de la muerte. Eran su unidad absoluta en medio del cambio eterno. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Monte


41. Y era esto lo que lo espantaba: la fantástica combinación de fijeza y cambio, el terrible momento de inmovilidad eternizado, en el cual, al pasar la vida a gran velocidad, tanto el observador como el observado parecen petrificados en el tiempo. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Inmovilidad


42. Cada uno de nosotros es el total de sumas que no ha contado: reducidnos de nuevo a la desnudez y a la noche, y veréis cómo empezó en Creta, hace cuatro mil años, el amor que ayer terminó en Texas. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Texas


43. Su canto había sonado como drogado por el sueño y por la muerte: había sido como un cuerno lejano sonando bajo el mar, como un aviso a todos los hombres que estaban a punto de morir y una llamada a los fantasmas para que volviesen a sus casas. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Llamada


44. Gracias al azar, cada uno de nosotros es un fantasma de todos los demás, y nuestra única realidad; gracias al azar, el gozne enorme del mundo, y un grano de polvo; la piedra que provoca un alud, la china cuyos círculos concéntricos se expanden a través de los mares. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Azar


45. Después los condujo sin ruido a la parte de atrás del establecimiento, a una gran habitación oscura de suelo pulido y encerado, donde, envueltos en un fuerte y lúgubre olor a madera y a terciopelo, yacían los espléndidos ataúdes sobre caballetes con ruedas, con su soberbio aspecto amenazador. "El ángel que nos mira" (1929), Thomas Wolfe

Ataúd


46. Entonces, para cada hombre, su oportunidad -para cada hombre, independientemente de su nacimiento, su brillante y dorada oportunidad- de tener derecho a vivir, a trabajar, a ser él mismo, y convertirse en lo que sea que sea su virilidad y su visión. Se puede combinar para hacer de él: esto, buscador, es la promesa de América. "No podéis ya regresar" (1940), Thomas Wolfe

Sueño americano

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