28. Básicamente...Creo que los hombres hablan con las mujeres para poder acostarse con ellas y las mujeres se acuestan con los hombres para poder hablar con ellos. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
29. Luces de la ciudad. Si realmente querías jugar a la pareja perfecta debiste impedirle ser modelo. Una semana en la Séptima Avenida corrompería hasta a una monja. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
30. Me gustaba considerarlo un matrimonio de inconveniencia. Nos peleábamos tanto como cualquier pareja casada...Nos volvimos expertos en las debilidades del otro... Creo que eso cuenta como matrimonio, ¿No? "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
31. Presentaciones, breve confusión debido al modo en que os habéis conocido....Y te presenta a ti como una celebridad literaria cuyo nombre aún no se conoce en provincias. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
32. Ahora tu único deseo es permanecer en la superficie de las cosas, y (...) es una especie de patinador que jamás se interesa por los tiburones que hay debajo del hielo. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
33. En algún recóndito compartimento sellado de su corazón abrigaba la certeza de que quería a esas personas, pero no conseguía que fuera un sentimiento en sí. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
34. Hace años que no tienes reloj. Quizás el mero hecho de saber la hora en cualquier momento sea un primer paso para poner orden en el caos de tu vida. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
35. (...) Consigues entrar en el momento en que se cierran las puertas del vagón. La gente te mira. Cuando el tren arranca vuelven a sus problemas y a la lectura del Post. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
36. (...) No veía a su mujer en reposo demasiadas veces. Normalmente todavía hablaba cuando él se quedaba dormido y pasaba despierta unas horas de las que él prefería no saber nada. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
37. El desolador panorama laboral reaviva el dolor de cabeza con que te levantaste. Ya estás agotado. Te recuperarías con sólo que pudieras dormir un poco; digamos, unos ocho días seguidos. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
38. -Sabes que sé que solo pretendes ser cínico. -"Somos lo que pretendemos ser, así que elige bien lo que pretendes ser". -Vonnegut. -Sí, muy bien. Aunque creo que Aristóteles lo dijo antes "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
39. ¿Quién iba a escuchar sus historias? Mientras tomaba el whisky se le ocurrió que una esposa era la persona que escuchaba la historia de tu vida y que, haciendo ciertas concesiones, decidía creerte. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
40. -No es que no estuviera buena, al contrario. Pero nunca entendí por qué te casaste con ella... ¿No te hizo sospechar el cartel que tenía en la frente? - ¿Qué cartel? -Ese que decía: "Espacio disponible". "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
41. Lo pensaste tanto que cuando sobrevino su muerte no supiste siquiera lo que sentías. Después del funeral eras un zombi que vagaba buscando señales de vida en los cuartos vacíos de tu alma. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
42. Hay personas que no saben que no pueden llevar a cabo ciertas tareas pero que tienen éxito gracias a su ingenuidad, como los abejorros, que nunca se han enterado de que son aerodinámicamente incapaces de volar. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
43. Tu información es escasa y confusa. Todo lo que creías saber resultó equivocado. Dices que eres una fuente muy poco fiable. El apela al derecho que el público tiene de saber, a tu deseo de revancha. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
44. Le pides perdón. Te disculpas. Dices que tienes muchas cosas en la cabeza. Tu memoria es un desastre para las cosas pequeñas. Puedes decirle la fecha del hundimiento de la Armada Invencible pero no el saldo de tu cuenta corriente. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
45. Esta chica es el paradigma de tu problema: por alguna razón, tienes la esperanza de encontrarte con el tipo de chica que no es el tipo de chica que estaría en un lugar como éste a estas horas de la madrugada. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
46. Estás cansado de Nueva York, de la vida nocturna, de las mujeres de cabeza rapada. Tu presencia aquí sólo sirve para vivir una experiencia hasta el límite, que te aclara múltiples aspectos de lo que no es tu personalidad. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
47. Otros amigos tuyos se preocupan por ti y les gusta hablar de intimidades. Últimamente los eludes. Tu espíritu se halla en un estado tan caótico como tu apartamento, y hasta que no pongas un poco de orden no quieres que nadie lo visite. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
48. El objetivo vital de Tad es divertirse más que nadie en Nueva York, y esto implica bastante movimiento, ya que uno siempre tiene la sensación de que el lugar en donde no está siempre es más divertido que aquel en donde está. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
49. Corrine y Russell Calloway llevaban cinco años casados... Sus amigos los consideraban los perfectos pioneros del estado conyugal, como si hubieran convertido una de esas zonas de la ciudad antiguamente marginales en una zona que quienes iban a la moda estaban empezando a habitar. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
50. Y sigues pensando que, con un poco de práctica, aprenderás a disfrutar de las relaciones superficiales y dejarás de buscar el Consuelo Definitivo para tus penas. Aceptarás que la felicidad se alcanza a través de pequeños incrementos de placeres superficiales. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
51. (...) Tenía la sensación de que debía ocultar su entusiasmo, fingir que no se había convertido en una de esas personas cuyos actos tienen consecuencias en el mundo más allá de las paredes de su apartamento, fingir que le interesaban las nuevas cortinas. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
52. Como muchos antes que él, había acudido a Los Ángeles a empezar de nuevo, a reinventarse a sí mismo, pero arrastraba su pasado de tal modo que a veces no conseguía evitar verse, no como el inquieto inmigrante, sino como un exiliado harto de todo. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
53. Tres meses después...Volvió a la lechería H & B, y cuando, por fin, el viejo le preguntó si había estado alguna vez en un restaurante, Jeff respondió: -No estoy seguro...Y usted, ¿Ha trabajado alguna vez en uno? Después de eso, ya era neoyorquino. "Al caer la luz" (1992), Jay McInerney
54. Cuando abres los cajones de tu escritorio comprendes que podría llevarte toda la noche. Hay una infinita cantidad de cosas acumuladas: legajos, archivadores, correspondencia laboral y personal, galeradas, cajas de cerillas, libros, hojas sueltas con direcciones y números de teléfono, borradores de cuentos y poemas escritos por ti. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney