Frases de Un viejo que leía novelas de amor - 2

33. Él quería gritar, pero los roedores del pánico le destrozaban a dentelladas la lengua. Él quería correr, pero las delgadas serpientes voladoras le ataban las piernas.


34. (...) En esa paz que debía cuidar porque de ella dependían los momentos placenteros frente al río, de pie ante la mesa alta, leyendo pausadamente las novelas de amor.


35. El aire se notaba cada vez más caliente y espeso. Pegajoso, se adhería a la piel como una molesta película, y traía desde la selva el silencio previo a la tormenta. De un momento a otro se abrirían las esclusas del cielo


36. Muchas veces escuchó decir que con los años llega la sabiduría y él esperó, confiando en que tal sabiduría le entregara lo que más deseaba: ser capaz de guiar el rumbo de los recuerdos y no caer en las trampas que éstos tendían a menudo.


37. La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo. Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos. Sabía tanto de la selva como un shuar. Era tan buen rastreador como un shuar. Nadaba tan bien como un shuar. En definitiva, era como uno de ellos, pero no era uno de ellos.


38. Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas. Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano.

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