Frases de Sin destino

Sin destino

27 frases de Sin destino (Sorstalanság) de Imre Kertész... Novela semi autobiográfica que relata la historia del año y medio de un joven Húngaro - judío por múltiples campos de concentración nazis tales como Auschwitz y Buchenwald. Un libro imprescindible por su fuerza y emoción carentes de sentimentalismo.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Imre Kertész son: auschwitz, campos de concentración, segunda guerra mundial, nazismo, búsqueda de la felicidad, imaginación, valorar la vida, cárcel.

Frases de Imre Kertész Libros de Imre Kertész

Frases de Sin destino Imre Kertész

01. Nosotros mismos somos nuestro propio destino.


02. Puedo asegurar que la espera no conduce a la alegría.


03. "Al fin y al cabo uno tiene derecho a saber por qué le odian", opinó.


04. ¿Quién no ha tenido la tentación, aunque sea una sola vez, de abandonarse?


05. El alba era fresca y perfumada, los extensos campos estaban cubiertos por una niebla gris.


06. Yo había vivido un destino determinado; no era ése mi destino pero lo había vivido.


07. Bajo el peso de aquel día que resultaba cada vez más y más insoportable.


08. Es un hecho demostrado que nuestra imaginación permanece libre incluso en condiciones de privación de libertad.


09. Y en mi camino, ya lo sabía, me estaría esperando, como una inevitable trampa, la felicidad.


10. El deseo de seguir viviendo, por otro ratito más, en este campo de concentración tan hermoso.


11. Si existe la libertad entonces no puede existir el destino, por lo tanto, nosotros mismos somos nuestro propio destino.


12. Incluso así les dije lo que quería: que nunca empezamos una nueva vida sino que seguimos viviendo la misma de siempre.


13. Aquella última noche fue especialmente pacífica y tibia, con el sol rojo que se ponía detrás de las colinas.


14. En esto consiste la segunda forma de evasión, ¿Quién no ha tenido la tentación, aunque sea una sola vez, de abandonarse?


15. No me molestaban ni el frío ni la humedad, ni el viento ni la lluvia: simplemente no me llegaban, ni siquiera los sentía.


16. Simplemente me deleité dejando caer el agua por todo mi cuerpo. Alrededor, los otros también se estaban duchando; Soplaban y resoplaban, disfrutando de aquellos momentos de despreocupada alegría.


17. -¿Contar qué? -El infierno de los campos, me respondió. Yo le indiqué que sobre eso no podría contarle nada pues no conocía el infierno ni podía imaginarlo.


18. Esperábamos, siempre esperábamos -si lo pienso bien- que no ocurriera nada. Ese aburrimiento y esa espera son las impresiones que mejor definen, al menos para mí, la situación en Auschwitz.


19. Nunca me habría imaginado que podría envejecer tan pronto. Si en una situación normal hacen falta cincuenta o sesenta años para envejecer, en el campo bastaron tres meses para que mi cuerpo me abandonara.


20. Le contesté que claro que existían [las cámaras de gas], como otras muchas cosas, pero que todo dependía del tipo de campo. En Auschwitz sí las había, le expliqué, pero yo venía de Buchenwald.


21. (...) Me di cuenta de que había llegado a un campo de concentración pequeño, pobre, alejado y provinciano, por decirlo de alguna manera. No había duchas, ni siquiera crematorio, al parecer éste sólo se encuentra en los campos más importantes.


22. Ya no tenía ganas ni fuerzas para nada; Todos los días me levantaba más cansado; Cada día que pasaba soportaba peor el hambre; Me movía con más y más dificultad; Todo se me volvía una carga, incluso yo mismo.


23. También me di cuenta de que el camino estaba separado del inmenso terreno colindante por una fila de columnas iguales, entre las cuales se extendía una alambrada de púas. Era fácil adivinar: allí debían de estar los presos. Empezaron a intrigarme por primera vez –quizá porque por primera vez tuve tiempo para ello- y tuve curiosidad por conocer sus crímenes.


24. Lo había oído decir, y ahora también puedo dar fe de ello: es verdad que las paredes de la cárcel no pueden poner límites a nuestra imaginación. El único problema era si mi imaginación me llevaba tan lejos como para olvidarme de mis manos, porque entonces la realidad restablecía sus derechos de la manera más concreta y contundente.


25. Incluso allá, al lado de las chimeneas había habido, entre las torturas, en los intervalos de las torturas algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por las calamidades, por los "horrores", cuando para mí ésa había sido la experiencia que más recordaba. Claro, de eso, de la felicidad en los campos de concentración debería hablarles la próxima vez que me pregunten. Si me preguntan. Y sí. Todavía me acuerdo. Y si todavía me acuerdo.


26. He comido arena y también hierba; las comía sin pensar, pero no había mucha hierba ni en el campo, ni en el territorio de la fábrica. (...) A veces me bastaba con ver comer a los otros. A nuestros guardias les traían la comida a la fábrica y yo no les quitaba los ojos de encima cuando comían. Sin embargo, no me dejaban disfrutarlo de verdad porque comían demasiado deprisa, sin masticar bien, parecían no darse cuenta de lo que hacían.


27. Entonces, en medio de aquella masa humana, vi por primera vez a los hombres que se encontraban allí. Me sorprendió mucho, puesto que era la primera vez en mi vida que veía yo, por lo menos desde tan cerca, unos presos de verdad, con el típico uniforme a rayas de los delincuentes, el gorrito redondo y la cabeza afeitada. Mi primera reacción natural fue retroceder. (...) Sus caras tampoco inspiraban mucha confianza: orejas separadas, narices aguileñas, ojos pequeños, hundidos y pícaros. Según todos los indicios, parecían judíos. A mí todos me parecieron sospechosos o, cuanto menos, extraños.

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