Frases de El niño con el pijama de rayas

El niño con el pijama de rayas

23 frases de El niño con el pijama de rayas (The boy in the striped pyjamas) de John Boyne... Historia que habla sobre el holocausto nazi desde la inocente óptica de Bruno, hijo de un oficial nazi que se muda junto a su familia a un lugar llamado "Auschwitz", donde traba amistad con un niño judío llamado Shmuel.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de John Boyne son: segunda guerra mundial, alemania nazi, campos de concentración, holocausto, ficción histórica, ficción con nazis, nazismo, amistad, auschwitz, adaptada al cine, infancia.

Frases de John Boyne

Frases de El niño con el pijama de rayas John Boyne

01. Tú eres mi mejor amigo -dijo-. Mi mejor amigo para toda la vida.


02. Que uno contemple el cielo por la noche no lo convierte en astrónomo.


03. Pero alrededor de la casa nueva no había otras calles, ni nadie paseando tranquilamente ni caminando con prisa, y por supuesto, tampoco ninguna tienda ni puestos de fruta y verdura. Cuando cerraba los ojos, sólo notaba vacío y frío alrededor, como si se hallara en el lugar más solitario del planeta. Era como el fondo de la nada.


04. Cuando era pequeño -se dijo- me gustaba explorar. Y entonces vivía en Berlín, donde lo conocía todo y podía encontrar cualquier cosa que quisiera con los ojos vendados. Aquí está todo por explorar. Quizá haya llegado el momento de empezar.


05. El niño miró en derredor. Su mirada se posó en la ventana situada en una esquina de la habitación y pudo divisar el espantoso panorama que había fuera. - ¿Has hecho algo malo? -preguntó al cabo-. ¿Has hecho enfadar al Furias? - ¿Yo? -dijo Padre mirándolo con asombro-. ¿Qué quieres decir? - ¿Has hecho algo mal en tu trabajo? Ya sé que todos dicen que eres un hombre importante y que el Furias tiene grandes proyectos para ti, pero no te habría enviado a un sitio como éste si no hubiese tenido que castigarte por algo.


06. Unos seis metros más allá del jardín y las flores y el banco con la placa, todo cambiaba: paralela a la casa discurría una enorme alambrada, con la parte superior inclinada hacia dentro, que se extendía en ambas direcciones hasta más allá de donde alcanzaba la vista. Era una alambrada muy alta, incluso más que la casa donde se hallaban los niños, y estaba sostenida por gruesos postes de madera, como los de telégrafos, repartidos a intervalos. En lo alto, gruesos rollos de alambre de espino enredados formaban espirales.


07. Bruno se concentró, pues quería formularla bien para que no pareciera maleducada ni despectiva. - ¿Quiénes son todas esas personas que hay ahí fuera? -preguntó al fin. Padre ladeó la cabeza, un poco desconcertado. -Soldados, Bruno -respondió-. Y secretarias. Empleados. No es la primera vez que los ves. -No, no me refiero a ellos, sino a las personas que veo desde mi ventana. En las cabañas, a lo lejos. Todos visten igual. Ah, ésos -dijo Padre, asintiendo con la cabeza y esbozando una sonrisa-. Esas personas...Bueno, es que no son personas, Bruno.


08. (...) Su hermano se acercó a la ventana y, mientras contemplaba a aquellos cientos de personas que trajinaban o deambulaban a lo lejos, reparó en que todos -los niños pequeños, los niños no tan pequeños, los padres, los abuelos, los tíos, los hombres que vivían en las calles y que no parecían tener familia- llevaban la misma ropa: un pijama gris de rayas y una gorra gris de rayas.


09. -Mi madre es maestra en mi escuela y me enseñó alemán -explicó Shmuel-. Ella también habla francés. E italiano. E inglés. Es muy inteligente. Yo todavía no sé hablar francés ni italiano, pero ella dice que algún día me enseñará inglés porque quizá me convenga saberlo. -Polonia -dijo Bruno, pensativo, sopesando aquella palabra con la lengua-. No es tan bonito como Alemania, ¿Verdad? Shmuel arrugó la frente. - ¿Por qué no? -preguntó. -Bueno, porque Alemania es el mejor país del mundo -respondió Bruno, recordando lo que había oído decir a Padre y al Abuelo en muchas ocasiones-. Nosotros somos superiores.


10. Un día Bruno le preguntó por qué todos los que vivían al otro lado de la alambrada llevaban el mismo pijama de rayas y la misma gorra de tela. -Fue lo que nos dieron cuando llegamos aquí -explicó Shmuel-. Y se quedaron toda nuestra ropa.


11. ¿Nosotros somos judíos? Gretel abrió la boca como si le hubieran dado una bofetada. -No, Bruno -exclamó quedamente-. No, claro que no. Y eso no deberías ni insinuarlo. - ¿Por qué? Entonces ¿Qué somos nosotros? -Nosotros somos...-empezó Gretel, pero tuvo que pararse a pensar-. Nosotros somos...-repitió, pues no estaba muy segura de la respuesta-. Mira, nosotros no somos judíos -dijo al final. -Eso ya lo sé -replicó Bruno con frustración-. Lo que te pregunto es qué somos, si no somos judíos. -Somos lo contrario -dijo Gretel rápidamente, y se quedó muy satisfecha con su respuesta-. Sí, eso es. Nosotros somos lo contrario.


12. Los dos niños miraron al mismo tiempo; la diferencia saltaba a la vista. Aunque Bruno era bajito para su edad y no tenía nada de gordo, su mano parecía sana y llena de vida. Las venas no se traslucían; los dedos no parecían ramitas secas. En cambio, la mano de Shmuel sugería cosas muy diferentes. - ¿Cómo es que se te ha puesto así? -preguntó Bruno. -No lo sé. Antes se parecía más a la tuya, pero yo no he notado que cambiara. En mi lado de la alambrada todos tienen las manos así. Bruno frunció el entrecejo. Pensó en la gente del pijama de rayas y se preguntó qué estaba pasando en Auchviz. A lo mejor algo no funcionaba bien, porque la gente tenía un aspecto muy poco saludable.


13. ¿Qué nos pasa para que no podamos ir allí a jugar? Su hermana lo miró fijamente y de pronto se echó a reír, y no paró hasta que vio que Bruno seguía con expresión muy seria. -Bruno -dijo entonces con infinita paciencia, como si no hubiera en el mundo nada más evidente que aquello-, la alambrada no está ahí para impedir que nosotros vayamos al otro lado. Está para impedir que ellos vengan aquí. El niño reflexionó sobre aquello, pero no sacó nada en claro. -Pero ¿Por qué? -preguntó. -Porque hay que mantenerlos juntos -explicó Gretel. - ¿Con sus familias, quieres decir? -Bueno, sí, con sus familias. Pero también con los de su clase. - ¿Qué quieres decir? Gretel suspiró y sacudió la cabeza. -Con los otros judíos, Bruno. ¿No lo sabías? Por eso hay que mantenerlos juntos. No pueden mezclarse con nosotros.


14. ¿A quién se le ocurriría construir un sitio tan horrible?


15. Un hogar no es un edificio, ni una calle ni una ciudad; no tiene nada que ver con cosas tan materiales como los ladrillos y el cemento. Un hogar es donde está tu familia, ¿Entiendes?


16. No tienes absolutamente nada en común con ellos. Instálate en tu nueva casa y pórtate bien, eso es lo único que te pido. Acepta la situación en que te encuentras y todo resultará mucho más fácil.


17. Las lágrimas se le acumulaban en los ojos, pero no permitiría que se vertieran.


18. No era más que la pared vacía a la que dirigías tus palabras...


19. ¿Dónde estaba exactamente la diferencia? (...) ¿Y quién decidía quiénes llevaban el pijama de rayas y quiénes llevaban el uniforme?


20. Hay cosas que sencillamente están ahí, sin molestar a nadie, esperando a que las descubran.


21. Cuando exploras, lo más importante es saber si lo que has encontrado vale la pena.


22. Si llevas el atuendo adecuado, te sientes como la persona que finges ser.


23. Sólo digo lo que siento. Eso no está prohibido, ¿No?

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