Frases de Los orígenes del totalitarismo

Los orígenes del totalitarismo

34 frases de Los orígenes del totalitarismo (Elemente und ursprünge totaler herrschaft) de Hannah Arendt... Reconstrucción del desarrollo del antisemitismo en los siglos XVIII y XIX, el funcionamiento del racismo y el imperialismo en el siglo XIX y las dos formas de totalitarismo.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Hannah Arendt son: totalitarismo, comunicación de masas, ideología, nazis, gestapo, hitler, antisemitismo, relaciones de poder, propaganda y elitismo cultural, crítica al imperialismo, campos de concentración, manipulación de los medios de comunicación.

Frases de Hannah Arendt

Frases de Los orígenes del totalitarismo Hannah Arendt

01. Cada ideología completa ha sido creada, continuada y mejorada como arma política y no como una doctrina teórica.


02. La característica principal del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de relaciones sociales normales.


03. El hecho es que, tanto Hitler como Stalin, formularon promesas de estabilidad para ocultar su intención de crear un estado de inestabilidad permanente.


04. La persuasión no es posible sin el atractivo para las experiencias o los deseos, en otras palabras, para las inmediatas necesidades políticas.


05. El poder significa un enfrentamiento directo con la realidad, y el totalitarismo en el poder está constantemente preocupado de hacer frente a este reto.


06. (...) La calidad teatral del mundo político se había tornado tan patente, que el teatro podía aparecer como el reinado de la realidad.


07. La acción revolucionaria, muy a menudo, fue una concesión teatral a los deseos de las masas violentamente descontentas más que una batalla real por el poder.


08. El verdadero objetivo de la propaganda totalitaria no es la persuasión, sino la organización: la "acumulación de poder sin la posesión de los medios de violencia".


09. Antes de que los líderes de masas se apoderen del poder para hacer encajar la realidad en sus mentiras, su propaganda se halla caracterizada por su extremado desprecio por los hechos como tales.


10. Las leyendas atraen a los mejores de nuestra época de la misma manera que las ideologías atraen al tipo medio y los bulos relativos a horribles potencias secretas que operan entre bastidores atraen a los peores.


11. Las soluciones totalitarias pueden muy bien sobrevivir a la caída de los regímenes totalitarios bajo la forma de fuertes tentaciones, que surgirán allí donde parezca imposible aliviar la miseria política, social o económica en una forma valiosa para el hombre.


12. La fuerza que posee la propaganda totalitaria -antes de que los movimientos tengan el poder de dejar caer telones de acero para impedir que nadie pueda perturbar con la más nimia realidad la terrible tranquilidad de un mundo totalmente imaginario- descansa en su capacidad de aislar a las masas del mundo real.


13. Una ideología difiere de una simple opinión en que afirma poseer, o bien la clave de la historia, o bien la solución de todos los "enigmas del universo" o el íntimo conocimiento de las leyes universales ocultas de las que se supone que gobiernan a la naturaleza y al hombre.


14. El historiador de los tiempos modernos necesita de una especial precaución cuando se enfrenta con opiniones aceptadas que aseguran explicar tendencias completas de la Historia, porque el último siglo ha producido incontables ideologías que pretenden ser las claves de la Historia y que no son más que desesperados intentos de escapar a la responsabilidad.


15. La igualdad de condición, aunque es ciertamente un requerimiento básico de la justicia, figura, sin embargo, entre los mayores y más inciertos riesgos de la humanidad moderna. Cuanto más iguales son las condiciones, menos explicaciones hay para las diferencias que existen en la gente; y así, más desiguales se tornan los individuos y los grupos.


16. El mejor criterio por el que decidir si alguien se ha visto expulsado del recinto de la ley es preguntarle si se beneficiará de la realización de un delito. Si un pequeño robo puede mejorar, al menos temporalmente, su posición legal, se puede tener la seguridad de que ese individuo ha sido privado de sus derechos humanos.


17. Los campos de concentración, haciendo de la muerte algo anónimo (lo que hace imposible averiguar si un preso está vivo o muerto), le robaron a la muerte su significado, el final de una vida cumplida. Se llevaron a la persona de su propia muerte, lo que demuestra que de ahora en adelante no pertenecía a él ni a nadie.


18. El totalitarismo en el poder utiliza la administración del Estado para su fin de conquista mundial a largo plazo y para la dirección de las sucursales del movimiento; establece a la Policía Secreta como ejecutora y guardiana de su experimento doméstico de constante transformación de la realidad en ficción, y, finalmente, erige los campos de concentración como laboratorios especiales para realizar su experiencia de dominación total.


19. La dialéctica hegeliana proporcionaría un maravilloso instrumento para tener siempre razón porque permite la interpretación de todas las derrotas como el comienzo de la victoria. Uno de los más bellos ejemplos de este tipo de sofismas se produjo después de 1933, cuando durante casi dos años los comunistas alemanes se negaron a reconocer que la victoria de Hitler había sido una derrota para el Partido Comunista alemán.


20. El imperialismo nació cuando la clase dominante en la producción capitalista se alzó contra las limitaciones nacionales a su expansión económica. La burguesía recurrió a la política por necesidad económica; porque no deseaba renunciar al sistema capitalista, cuya ley inherente es el constante crecimiento económico, tuvo que imponer esta ley a los gobiernos nacionales y proclamar que la expansión era el definitivo objetivo político de la política exterior.


21. (...) Nada ilustra mejor tal vez esta desintegración de la vida política como este odio vago y penetrante hacia todos y hacia todo, sin un foco para su apasionada atención y nadie a quien responsabilizar de la situación: ni al Gobierno, ni a la burguesía, ni a una potencia exterior. Consecuentemente se volvió hacia odas las direcciones, al azar e imprevisiblemente, incapaz de asumir un aire de sana indiferencia hacia cualquier cosa bajo el sol.


22. La razón por la que los regímenes totalitarios pueden llegar tan lejos en la realización de un mundo ficticio y trastornado es la de que el mundo exterior no totalitario, que siempre comprende una gran parte de la población del mismo país no totalitario, incurre también en el error de confundir sus deseos con realidades y elude la realidad frente a la auténtica locura de la misma manera que las masas la eluden frente al mundo normal.


23. El camino hacia la dominación totalitaria pasa por muchas fases intermedias, para las cuales podemos hallar numerosos precedentes y analogías. El terror extraordinariamente sangriento de la fase inicial de la dominación totalitaria sirve, desde luego, al propósito exclusivo de derrotar a los adversarios y de hacer imposible toda oposición ulterior; pero el terror total comienza sólo después de haber sido superada esta fase inicial y cuando el régimen ya no tiene nada que temer de la oposición.


24. (...) Para ellos, la violencia, el poder, la crueldad, eran las capacidades supremas de los hombres que habían perdido definitivamente su lugar en el universo y eran demasiado orgullosos para anhelar una teoría del poder que les reintegrara sanos y salvos al mundo. Se hallaban satisfechos de su ciega adhesión a todo lo que la sociedad respetable había vetado, al margen de la teoría o del contenido, y elevaron la crueldad a la categoría de una virtud principal porque contradecía la hipocresía humanitaria y liberal de la sociedad.


25. Es cierto que a veces -y tal es el caso del racismo- una ideología ha cambiado su sentido político originario, pero sin inmediato contacto con la vida política no cabría imaginar a ninguna de ellas. Su aspecto científico es secundario y surge, en primer lugar, del deseo de proporcionar argumentos contundentes y en segundo lugar porque su poder persuasivo también alcanza a los científicos que dejan de interesarse entonces por el resultado de sus investigaciones, abandonan sus laboratorios y corren a predicar a la multitud sus nuevas interpretaciones de la vida y del mundo.


26. La propaganda nazi fue suficientemente ingeniosa como para transformar el antisemitismo en un principio de autodefinición y eliminarlo así de las fluctuaciones de la simple opinión. Usó la persuasión de la demagogia de masas sólo como un paso preparatorio, y jamás sobrestimó su influencia duradera, tanto en la oratoria como en la letra impresa. Esto proporcionó a las masas de individuos atomizados, indefinibles, inestables y fútiles, medios de autodefinición o identificación que no sólo restauraban algo del respeto propio que antiguamente habían hecho derivar de su función en la sociedad, sino que también crearon un tipo de falsa estabilidad que les convirtió en mejores candidatos para una organización.


27. (...) La eficacia de este tipo de propaganda demuestra una de las características principales de las masas modernas. No creen en nada visible, en la realidad de su propia experiencia; no confían en sus ojos ni en sus oídos, sino sólo en sus imaginaciones, que pueden ser atraídas por todo lo que es al mismo tiempo universal y consecuente en sí mismo. Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino sólo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte. La repetición, cuya importancia ha ido algo sobrestimada en razón de la extendida creencia en la capacidad inferior de las masas para captar y recordar, es importante sólo porque las convence de la consistencia del tiempo.


28. Allí donde la igualdad se torna un hecho mundano en sí misma, sin ninguna regla por la que pueda ser medida o explicada, allí hay también una probabilidad entre cien de que será considerada como principio viable de una organización política en la que personas de otra manera desiguales tienen derechos iguales; hay noventa y nueve probabilidades de que será confundida con una cualidad innata de cada individuo que es "normal" si es como todos los demás y "anormal" si resulta ser diferente. Esta perversión de la igualdad, de un concepto político a un concepto social, es aún mucho más peligrosa cuando una sociedad no deja el más pequeño espacio para los grupos e individuos especiales, porque entonces sus diferencias se tornan aún más conspicuas.


29. El totalitarismo nazi comenzó con una organización de masas que sólo fue gradualmente dominada por las formaciones de élite, mientras que los bolcheviques empezaron con las formaciones de élite y organizaron las masas según éstas. El resultado fue el mismo en ambos casos. Además, los nazis, por obra de su tradición y de sus prejuicios militaristas, establecieron originalmente sus formaciones de élite conforme al modelo del Ejército, mientras que los bolcheviques, desde el comienzo, invistieron a la policía secreta del ejercicio del poder supremo. Sin embargo, al cabo de unos pocos años, esta diferencia desapareció también: el jefe de las SS se convirtió en el jefe de la policía secreta, y las formaciones de las SS fueron gradualmente incorporadas a ésta y sustituyeron al antiguo personal de la Gestapo, aunque los miembros de la Gestapo eran todos muy leales.


30. El factor inquietante en el éxito del totalitarismo es más bien el verdadero altruismo de sus seguidores: puede ser comprensible que un nazi o un bolchevique no se sientan flaquear en sus convicciones por los delitos contra las personas que no pertenecen al movimiento o que incluso sean hostiles a éste; pero el hecho sorprendente es que no es probable que ni uno ni otro se conmuevan cuando el monstruo comienza a devorar a sus propios hijos y ni siquiera si ellos mismos se convierten en víctimas de la persecución, si son acusados y condenados, si son expulsados del partido o enviados a un campo de concentración. Al contrario, para sorpresa de todo el mundo civilizado, pueden incluso mostrarse dispuestos a colaborar con sus propios acusadores y a solicitar para ellos mismos la pena de muerte con tal de que no se vea afectado su status como miembros del movimiento.


31. (...) Esta duda de las personas respecto de sí mismas y respecto de la realidad de su propia experiencia solamente revela lo que los nazis siempre habían sabido: que los hombres resueltos a cometer crímenes hallarán oportuno organizarlos en la escala más vasta y más improbable. No sólo porque ello torna inadecuados y absurdos todos los castigos proporcionados por el sistema legal, sino porque la misma inmensidad de los crímenes garantiza que los asesinos, que proclaman su inocencia con toda clase de mentiras, serán más fácilmente creídos que sus víctimas, quienes dicen la verdad. Los nazis ni siquiera llegaron a considerar necesario reservarse para sí mismos este descubrimiento. Hitler hizo publicar millones de ejemplares de su libro, en el que declaraba que para tener éxito una mentira tiene que ser enorme -lo que no impidió que la gente le creyera, como, de manera similar, la afirmación de los nazis, repetida ad nauseam, de que los judíos serían exterminados como piojos (es decir, con gases venenosos), no impidió a nadie no creerles.


32. El activismo declarado de los movimientos totalitarios, su preferencia por el terrorismo sobre todas las demás formas de actividad política atrajeron al mismo tiempo a la élite intelectual y al populacho, precisamente porque este terrorismo era tan profundamente diferente del de las primeras sociedades revolucionarias. Ya no se trataba de una cuestión de política calculada que viera en los actos terroristas el único medio de eliminar a ciertas personalidades relevantes, quienes, por obra de su política o de su posición, se habían convertido en el símbolo de la opresión. Lo que resultaba tan atractivo era que el terrorismo se había convertido en una clase de filosofía a través de la cual se podía expresar el resentimiento, la frustración y el odio ciego, en un tipo de expresionismo político que recurría a las bombas para manifestarse, que observaba con placer la publicidad otorgada a los hechos resonantes y que estaba absolutamente dispuesto a pagar el precio de la vida por haber logrado obligar al reconocimiento de la existencia propia sobre los estratos normales de la sociedad.


33. La calamidad de los fuera de la ley no estriba en que se hallen privados de la vida, de la libertad y de la prosecución de la felicidad, o de la igualdad ante la ley y de la libertad de opinión - fórmulas que fueron concebidas para resolver problemas dentro de comunidades dadas-, sino que ya no pertenecen a comunidad alguna. Su condición no es la de no ser iguales ante la ley, sino la de que no existe ley alguna para ellos. No es que sean oprimidos, sino que nadie desea incluso oprimirles. Sólo en la última fase de un proceso más bien largo queda amenazado su derecho a la vida; sólo si permanecen siendo perfectamente "superfluos", si no hay nadie que los "reclame", pueden hallarse sus vidas en peligro. Incluso los nazis comenzaron su exterminio de los judíos privándoles de todo estatus legal (el estatus de ciudadanía de segunda clase) y aislándoles del mundo de los vivos mediante su hacinamiento en guetos y en campos de concentración; y antes de enviarles a las cámaras de gas habían tanteado cuidadosamente el terreno y descubierto a su satisfacción que ningún país reclamaría a estas personas.


34. Una mezcla de credulidad y de cinismo era característica sobresaliente de la mentalidad del populacho antes de convertirse en fenómeno cotidiano de las masas. En un mundo siempre cambiante e incomprensible, las masas alcanzaron un punto en el que, al mismo tiempo, creían en todo y no creían en nada. Pensaban que todo era posible y que nada era cierto. En sí misma, la mezcla resultaba suficientemente notable porque significaba el final de la ilusión de que la credulidad fuese una debilidad de almas primitivas que nada sospechaban, y el cinismo, el vicio de mentes superiores y refinadas. La propaganda de masas descubrió que su audiencia estaba dispuesta al mismo tiempo a creer lo peor, por absurdo que fuera, y que no se resistía especialmente a ser engañada, puesto que, por otra parte, sostenía que cualquier declaración era una mentira. Los jefes totalitarios de masas basaron su propaganda en la correcta suposición psicológica de que, bajo semejantes condiciones, uno podía hacer un día creer a la gente las más fantásticas declaraciones y confiar en que, si al día siguiente recibía la prueba irrefutable de su falsedad, esa misma gente se refugiaría en el cinismo. En lugar de abandonar a los líderes que le habían mentido, aseguraría que siempre había creído que tal declaración era una mentira, y admiraría a los líderes por su superior habilidad táctica.

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