Frases de Los juegos del hambre

Los juegos del hambre

25 frases de Los juegos del hambre (The hunger games) de Suzanne Collins... Personas ricas y poderosas organizan un juego anual en el que los jóvenes participantes deben luchan por sobrevivir. Sólo uno será el vencedor, el resto morirá. Katniss Everdeen toma el lugar de su hermana, enfrentando las distintas pruebas.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Suzanne Collins son: ficción utópica y distópica, supervivencia, clases sociales, duelo a muerte, capitalismo salvaje, control de la población, muerte como espectáculo, poder del amor, hermanas.

Frases de Suzanne Collins Libros de Suzanne Collins

Frases de Los juegos del hambre Suzanne Collins

01. La multitud expresa su simpatía: comprenden lo que es un amor no correspondido.


02. Sé que el minuto debe de estar a punto de acabar y tengo que decidir cuál será mi estrategia.


03. (...) Dijiste que estás enamorado de mí desde que tienes uso de razón. ¿Cuándo empezó esa razón?


04. ¡Pues miente! ¡Invéntate algo! -No se me da bien mentir. -Pues aprende deprisa. Tienes tanto encanto como una babosa muerta.


05. (...) Digo que es mi amigo, aunque, en el último año, parece una palabra demasiado suave para explicar lo que Gale significa para mí.


06. Su voz era muy bonita, alta, clara y tan llena de vida que te daban ganas de reír y llorar a la vez.


07. ¿Qué haces? -le pregunto, suspicaz. - ¿Y qué haces tú? Si quieres que Haymitch te ayude, tiene que saber de lo que eres capaz. No te subestimes.


08. ¡Es que no quiero que me conozcan! ¡Ya me están quitando el futuro! ¡No pueden llevarse también lo que me importaba en el pasado!


09. Quizá la chica no se acuerde de mí, aunque sé que me engaño: no se te olvida la cara de la persona que era tu última esperanza.


10. Durante un instante intento imaginarme cómo será el interior de la cabeza de esta mujer. ¿Qué pensamientos llenan las horas en que está despierta? ¿Qué sueños tiene por las noches?


11. (...) Me pregunto al instante si será su estrategia en los juegos: parecer débil y asustado para que los demás crean que no es competencia y después dar la sorpresa luchando.


12. Se ha dormido otra vez, pero lo despierto con un beso, lo que parece sorprenderlo. Después sonríe, como si se alegrara de estar allí tumbado y poder mirarme por los siglos de los siglos.


13. Hasta el día de hoy, no he sido capaz de romper la conexión entre este chico, Peeta Mellark, el pan que me dio esperanza y el diente de león que me recordó que no estaba condenada.


14. (...) En cada puesto habrá un experto en la habilidad en cuestión, y nosotros podremos ir de una zona a otra como queramos, según las instrucciones de nuestros mentores. Algunos puestos enseñan tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha.


15. La mano de mi madre me acaricia la mejilla y yo no la aparto, como hubiese hecho de estar despierta, porque no quiero que sepa lo mucho que necesito ese contacto suyo, lo mucho que la echo de menos, aunque siga sin confiar en ella.


16. Quiero hacer algo ahora mismo, aquí mismo, algo que los avergüence, que los haga responsables, que les demuestre que da igual lo que hagan o lo que nos obliguen a hacer, porque siempre habrá una parte de cada uno de nosotros que no será suya.


17. No. Cuando llegue el momento estoy seguro de que mataré como todos los demás. No puedo rendirme sin luchar. Pero desearía poder encontrar una forma de...De demostrarle al Capitolio que no le pertenezco, que soy algo más que una pieza de sus juegos.


18. No puedo hacer más que seguir a los otros, a los conejos y ciervos, e incluso a una jauría de perros salvajes que corren por el bosque. Confío en su dirección porque sus instintos están más desarrollados que los míos.


19. Si ves a un anciano te dan ganas de felicitarlo por su longevidad, de preguntarle el secreto de la supervivencia. Todos envidian a los gorditos, porque su aspecto significa que no han tenido problemas para comer, como la mayoría de nosotros. Aquí es distinto: las arrugas no son deseables, y una barriga redonda no es símbolo de éxito.


20. Las criaturas de la noche salen de sus guaridas; oigo algún que otro aullido y a los búhos, lo que me hace pensar que tendré competencia en la caza de los conejos. En cuanto a si me verán como fuente de alimentación, es pronto para decirlo. A saber cuántos animales me están acechando en estos momentos.


21. Es el primer beso del que ambos somos plenamente conscientes. Ninguno está debilitado por la enfermedad o el dolor, ni tampoco desmayado; no nos arden los labios de fiebre ni de frío. Es el primer beso que de verdad hace que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Es el primer beso que me hace desear un segundo.


22. Cuando termina el himno y la pantalla se oscurece, la habitación guarda silencio. Mañana al alba nos levantarán y nos prepararán para el estadio. Los juegos en sí no empiezan hasta las diez, porque muchos de los habitantes del Capitolio se levantan tarde, pero Peeta y yo tenemos que empezar temprano. No se sabe lo lejos que estará el campo de batalla elegido para este año.


23. Me desconcierta su alegría hasta que caigo en que la eliminación de los profesionales le da una posibilidad de supervivencia, igual que al resto de nosotros. Se me pasa por la cabeza salir de mi escondite y reclutarla como segunda aliada, pero lo descarto. Su sonrisa maliciosa tiene algo que me deja claro que si me hiciera amiga de la Comadreja acabaría con un puñal clavado en la espalda.


24. Las reglas de los Juegos del Hambre son sencillas: en castigo por la rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos, para que participen. Los veinticuatro tributos se encierran en un enorme estadio al aire libre en la que puede haber cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado. Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana.


25. Escojo mi árbol con cuidado, un sauce no muy alto, aunque colocado en un bosquecillo con otros sauces, de modo que pueda ocultarme entre las largas ramas colgantes. Lo trepo utilizando las ramas más fuertes, cerca del tronco, y encuentro una bifurcación que me servirá de cama. Tardo un ratito, pero consigo colocar el saco de dormir en una posición relativamente cómoda y me meto dentro. Como precaución, me quito el cinturón, lo paso por la rama y el saco, y me lo ato a la cintura. Así, si ruedo mientras duermo, no caeré al suelo.

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