121. Se sueña que tal vez ponga la gallina huevos de oro, de plata también servirían, si es posible que los pobres despierten ricos y los ricos pobres. Pero ni en sueños estos gozos se alcanzan.
122. Qué puede hacer un hombre si tiene mujer e hijos, unos renacuajos que se empinan sobre los pies, apoyada la barbilla en la mesa escasa y, con el dedo mojado en saliva, van atrapando las migajas como si cazaran hormigas.
123. Santa Bárbara nos valga, pero el trueno, si no era un resto de la tormenta que ya iba lejos, parecía seguir otro rumbo o la santa Bárbara aquí invocada lo había espantado para lugares de menos fe.
124. Los cuatro muchachos se alejan juntos, se sacuden las ropas, son como muñecos de barro aún sin cocer, pardos, con la cara cubierta por regueros de sudor, parecen payasos, y dispensen, porque no hay precisamente ganas de reír.
125. Cigarrillos, hilachas de tabaco envueltas en su mortaja blanca, y ahora pasa la punta trémula de la lengua a lo largo de la goma, es el remate, la obra acabada, muy mal andará de humanidad quien no entienda estas grandezas.
126. Si cada uno escribiera su vida qué gran biblioteca, tendríamos que llevar los libros a la luna, y cuando quisiéramos saber quién o qué fue Fulano, viajaríamos por el espacio para descubrir aquel mundo, no la luna, sino la vida.
127. Dios del cielo, cómo puedes no ver estas cosas, a estos hombres y mujeres que habiendo inventado un dios se olvidaron de darle ojos, o lo hicieron adrede, porque ningún dios es digno de su creador y por tanto no deberá verlo.
128. Los hombres están hechos de tal modo que incluso cuando mienten dicen la verdad, y si por el contrario es la verdad lo que quieren lanzar de dientes para fuera, siempre va con ella una forma de mentir, aunque no sea con intención.
129. Basta con decir que el gato no quiere saber nada de lo que pasa en el mundo, a él tanto le importa, mientras que la liebre no puede ver un periódico caído en una carretera sin acercarse en seguida a ver lo que pasa.
130. Retiró el pezón de los labios del hijo, el niño chupó en falso, parecía que iba a llorar pero no, frotó la cara en el seno ya recogido y, suspirando, se quedó dormido. Era un chiquillo sosegado, de buen talante, amigo de su madre.
131. Bienaventurado pecado de Eva, Parirás con dolor, y así viene ocurriendo todos los días a todas las mujeres, incluso a aquellas que del dicho Jehová no conocen ni el nombre. En fin, más duraderos son los rencores de los dioses que los de los hombres.
132. Como la liebre y el gato, al primero no quiere saber nada de lo que pasa en el mundo, a él tanto le importa, mientras que la liebre no puede ver un periódico caído en una carretera sin acercarse en seguida a ver lo que pasa.
133. Había muerto Sara de la Cancepción, rodeada por las risas de las enfermeras, a quienes la pobre tonta, humildemente, pedía una botella de vino, imagínese, para un trabajo que tenía que terminar antes de que fuera tarde. Qué dolor de corazón, señoras y caballeros.
134. Y como si esto no fuera bastante y hasta sobrado, le clavaba en el cuerpo un bastón de contera como un chuzo, y cuanto más gritaba y lloraba el sobrino, más se reía él, el desalmado. Que son casos verdaderos, éstos, por eso tan difíciles de creer a quien se pauta por ficciones.
135. Clariberto, que a misa sólo va cuando realmente le apetece, y raro es, y las señoras igual, ahora son perezosas, pero el padre Agámedes no se lo toma a mal, si la devoción aprieta y los temores del más allá les atemorizan, ahí está la capilla de la casona, con santos nuevos y barnizados.
136. La mejor máquina es siempre la más capaz de trabajo continuo, con la lubrificación mínima y suficiente para no quedar trabada, alimentada sin excesos, si es posible en el límite económico de la simple subsistencia, pero sobre todo de sustitución fácil si se avería o envejece, los depósitos de esta chatarra se llaman cementerios.
137. Tiene el puerco la virtud de la poca imaginación, siempre el hocico pegado al suelo, si se aleja un poco no es por mal, y una pedrada con tino o un varazo sobre el lomo lo lleva a juntarse de nuevo a la piara sacudiendo las orejas. Y al cabo es como si no hubiera pasado nada, bendito sea, que no es de rencores y tiene la memoria pobre.