18. Seré yunque. No puedo ser dichoso sin ver el objeto amado. Podría amar a una mujer, mas sólo siéndome cruel. (...) Sólo se puede amar lo que está por encima de nosotros; una mujer que nos abruma por su belleza, por su temperamento, su alma, su fuerza de voluntad, que se muestra despótica para nosotros.
19. La mujer tal y como la ha creado la naturaleza y como se relaciona en el presente con el hombre, es su enemigo, y sólo puede ser su esclava o su déspota, pero nunca su compañera. Sólo podrá ser esto último, cuando gocen de los mismos derechos, cuando haya igualdad en la formación y en el trabajo.
20. Pues claro -dijo ella-, presta atención a lo que voy a decirte: nunca te sientas seguro con una mujer a la que amas, pues la naturaleza de la mujer alberga más peligros de los que crees. Las mujeres no son tan buenas, como dicen sus admiradores y defensores, ni tan malas como las pintan sus enemigos. El carácter de la mujer es la falta de carácter.
21. (...) Él no te ama. - ¿Quién te lo ha dicho? -Exclamó encendida. -No te ama, no -continué con pasión-. Quien te ama soy yo, tu esclavo, que quiere echarse a tus pies y sostenerte en sus brazos toda la vida. - ¿Quién te ha dicho que no me ama? -Volvió a decir con afán. - ¡Sé mía! -Sollocé-. ¡Sé mía! ¡No puedo existir, no puedo vivir sin ti!
22. Sinceramente quiero ser tu esclavo; quiero que tu poder sobre mí esté consagrado por la ley, que mi vida esté entre tus manos, que nada me proteja o me defienda contra ti. ¡Qué placer cuando sepa que dependo de tu capricho, de tu gesto, de tus gustos! ¡Qué delicia, si eres tan graciosa que permitas alguna vez al esclavo besar los labios de que depende su decreto de vida o de muerte!
23. ¿Encontraré una mujer que, fiel y benévola, comparta mi suerte brillante y generosa, cuando ahora quien la comparte sólo lo hace de una manera blanda o tímida? Entonces prefiero caer entre las manos de una mujer sin virtud, inconstante y despiadada. En su inmenso egoísmo, esa mujer es todavía un ideal. Si es que no puedo gozar plena y enteramente la dicha del amor, necesito apurar la copa de los sufrimientos y de las torturas, ser maltratado y engañado por la mujer amada, cuanto más cruelmente, mejor. ¡Es un verdadero goce!