Frases de La campana de cristal

La campana de cristal

20 frases de La campana de cristal (The bell jar) de Sylvia Plath... Novela semi autobiográfica, en la que el descenso del protagonista en una enfermedad mental recuerda el de la propia autora en lo que pudo ser un trastorno bipolar.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Sylvia Plath son: autobiografía, depresión, trastorno bipolar, suicidio, relaciones personales, enfermedad mental, condición de la mujer, mayoría de edad, búsqueda de la felicidad, sexualidad.

Frases de Sylvia Plath

Frases de La campana de cristal Sylvia Plath

01. El suelo parecía maravillosamente sólido. Era consolador saber que me había caído y que no podía caer más abajo.


02. Pensé que la cosa más hermosa del mundo debía de ser la sombra, el millón de formas animadas y callejones sin salida de la sombra.


03. La odio -dije, y esperé a que cayera el golpe. Pero la doctora Nolan sólo me sonrió como si algo la hubiera complacido mucho, muchísimo, y dijo: -Supongo que sí.


04. (...) Luego, simplemente se quedó parado frente a mí y yo seguí mirándolo. No pude pensar más que en el pescuezo y la molleja de un pavo y me sentí muy deprimida.


05. (...) Tenía que estar tan emocionada como la mayoría de las demás chicas, pero no lograba reaccionar. Me sentía muy tranquila y muy vacía, como debe de sentirse el ojo de un tornado que se mueve con ruido sordo en medio del estrépito circundante.


06. Así que empecé a pensar que tal vez fuera cierto que casarse y tener niños equivalía a someterse a un lavado de cerebro, y después una iba por ahí idiotizada como una esclava en un estado totalitario privado.


07. Hay algo de desmoralizante en observar a dos personas que se excitan más y más locamente entre sí, especialmente cuando la única persona que sobra en la habitación es uno mismo.


08. Si ser neurótica es decir dos cosas mutuamente excluyentes en el mismo momento, entonces soy endemoniadamente neurótica. Estaré volando de una a otra cosa mutuamente excluyente durante el resto de mi vida.


09. Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.


10. El silencio me deprimía. No era realmente el silencio. Era mi propio silencio. Sabía perfectamente que los coches hacían ruido y la gente que iba dentro de ellos y la que estaba detrás de las ventanas iluminadas de los edificios hacían ruido, y el ruido hacía ruido, pero yo no oía nada. La ciudad colgaba en mi ventana, chata como un cartel, brillando y titilando, pero muy bien podía no haber estado allí, por lo que a mí concernía.


11. Debe de haber unas cuantas cosas que un baño caliente no puede curar, pero yo conozco muchas; siempre que estoy triste hasta morir, o tan nerviosa que no puedo dormir, o enamorada de alguien a quien no veré en una semana, me deprimo, pero sólo hasta el punto en que me digo: "Tomaré un baño caliente". Medito en el baño. El agua tiene que estar bien caliente, tan caliente que apenas se soporte el poner el pie dentro. Entonces uno se desliza suavemente, hasta que el agua le llega al cuello.


12. No me animé a preguntarle si había otras maneras de tener bebés. Por alguna razón lo más importante para mí era el hecho de ver salir al bebé de una misma y tener la seguridad de que es el de una. Pensé que ya que era necesario soportar ese dolor de todas maneras, daba lo mismo permanecer despierta. Siempre me había imaginado a mí misma apoyándome sobre los codos en la mesa de partos después que todo hubiera terminado, mortalmente pálida, por supuesto, sin maquillaje y debido a la terrible prueba, pero sonriente y radiante, con el cabello suelto hasta la cintura tendiendo las manos hacia mi primer bebé, pequeño y pataleante, y diciendo su nombre, cualquiera que fuese.


13. Me sentía sabia y cínica como el infierno.


14. Quizás el olvido, como una bondadosa nieve, los entumeciera y los cubriera. Pero eran parte de mí. Eran mi paisaje.


15. Tomé una respiración profunda y escuché el viejo rebuzno de mi corazón: soy yo, soy yo, soy yo.


16. El problema era que yo siempre había sido inadecuada...


17. Sentí el invierno sacudiéndome los huesos y haciéndome castañetear los dientes.


18. Si nunca esperas nada de nadie nunca te decepcionarás.


19. Inspiré profundamente y escuché el antiguo estribillo de mi corazón. Yo soy yo soy yo soy.


20. Sentía mis pulmones llenarse con el paisaje que afluía hacia ellos. -Aire, montañas, gente, árboles-. "Esto es ser feliz", pensé.

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