14. - ¡El tono de la verdad! ¿Puede usted reconocer ese tono en la conversación cotidiana? ¿Oye si yo digo la verdad? -No, me está malinterpretando. Ahora hablo solo de una situación determinada, de una situación en la que investigo para dar con la verdad, en la que tengo que presionar para encontrarla. Al principio solo obtengo mentiras, así es, primero solo mentiras, entonces hay que presionar; después más mentiras, entonces hay que presionar más; luego el desmoronamiento, tras este seguimos presionando, y por fin la verdad. Así es como se obtiene la verdad.
15. En cuanto a esta libertad que estoy a punto de tirar por la borda, ¿Qué valor tiene para mí? ¿He disfrutado verdaderamente la libertad sin ataduras de este último año en que más que nunca mi vida ha sido mía para decidir sobre la marcha? Por ejemplo: mi libertad para hacer de la muchacha lo que me apeteciera, esposa o concubina o hija o esclava o todas en una o ninguna, porque no tenía otra obligación con ella que lo que se me ocurriera definir en cada momento: desde la opresión de semejante libertad, ¿Quién no daría bienvenida a la liberación del cautiverio?
16. Crees que sabes lo que es justo y lo que no lo es. Lo comprendo. Todos nosotros creemos saberlo -entonces no dudaba que en cada momento cada uno de nosotros, hombre, mujer, niño, tal vez incluso el viejo jamelgo que hace girar la rueda del molino, sabía lo que era justo: todas las criaturas vienen al mundo trayendo consigo la idea de justicia-. Pero vivimos en un mundo de leyes -le dije a mi pobre prisionero- un mundo que no es el mejor. No podemos hacer nada al respecto. Somos criaturas imperfectas. Todo lo que podemos hacer es apoyar las leyes, todos nosotros, sin permitir que decaiga la idea de justicia.
17. ¿Por qué no podemos vivir en el tiempo como el pez en el agua, como el pájaro en el aire, como los niños? ¡Los Imperios tienen la culpa! Los Imperios han creado el tiempo de la historia. Los Imperios no han ubicado su existencia en el tiempo circular, recurrente y uniforme de las estaciones sino en el tiempo desigual de la grandeza y la decadencia, del principio y el fin, de la catástrofe. Los Imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los Imperios sólo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era.
18. - ¡El tono de la verdad! ¿Puede reconocer ese tono en la conversación cotidiana? ¿Oye si yo digo la verdad? Es el momento más íntimo que hemos tenido hasta ahora, un momento que él ahuyenta con un ligero ademán. -No, me está malinterpretando. Ahora hablo sólo de una situación determinada, de una situación en la que investigo para dar con la verdad, en la que tengo que presionar para encontrarla. Al principio sólo obtengo mentiras, así es, primero mentiras, entonces hay que presionar; después más mentiras, entonces hay que presionar más; luego el desmoronamiento, tras éste seguimos presionando, y por fin la verdad. Así es como se obtiene la verdad.
19. Los imperios han creado el tiempo de la historia. Los imperios no han ubicado su existencia en el tiempo circular, recurrente y uniforme de las estaciones, sino en el tiempo desigual de la grandeza y la decadencia, del principio y el fin, de la catástrofe. Los imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los imperios sólo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era. De día persiguen a sus enemigos. Son taimados e implacables, envían a sus sabuesos por doquier. De noche se alimentan de imágenes de desastre: saqueo de ciudades, aniquilamiento de poblaciones, pirámides de huesos, hectáreas de desolación.
20. ¿Cómo puedo considerarme una víctima cuando mis sufrimientos son tan insignificantes? Sin embargo son aún más ra por su insignificancia. Recuerdo mi sonrisa cuando la puerta se cerró por primera vez a mi espalda y la llave giró en la cerradura. No me parecía un gran castigo pasar de soledad de la existencia cotidiana al aislamiento de una celda ya que podía traer conmigo un mundo de pensamientos y recuerdos. Pero es ahora cuando empiezo a comprender lo fundamental que es la libertad. ¿Qué clase de libertad me han dejado? La libertad de comer o pasar hambre; permanecer en silencio o parlotear conmigo mismo o aporrear la puerta o gritar. Si cuando me encerraron aquí yo era el objeto de una injusticia, una injusticia insignificante, ahora no soy más que un montón de sangre, huesos y carne que se siente desgraciado.
21. ¿Cómo puedo considerarme una víctima cuando mis sufrimientos son tan insignificantes? Sin embargo, son aún más degradantes por su insignificancia. Recuerdo mi sonrisa cuando la puerta se cerró por primera vez a mi espalda y la llave giró en la cerradura. No me parecía un gran castigo pasar de la soledad de la existencia cotidiana al aislamiento de una celda, ya que podía traer conmigo un mundo de pensamientos y recuerdos. Pero es ahora cuando empiezo a comprender lo fundamental que es la libertad. ¿Qué clase de libertad me han dejado? La libertad de comer o pasar hambre; permanecer en silencio o parlotear conmigo mismo o aporrear la puerta o gritar. Si cuando me encerraron aquí yo era el objeto de una injusticia, una injusticia insignificante, ahora no soy más que un montón de sangre, huesos y carne que se siente desgraciado.
22. Pues yo no era, como me gustaba creer, el indulgente amante del placer opuesto al frío y severo coronel. Yo era la mentira que un Imperio se cuenta a sí mismo en los buenos tiempos; él, la verdad que un Imperio cuenta cuando corren malos vientos. Dos caras de la dominación imperial, ni más ni menos. Pero yo contemporizaba, me recreaba en esta apartada frontera, este pequeño remanso con sus polvorientos veranos y sus carreteras de albaricoques y largas siestas y su indolente guarnición y las aves acuáticas que descienden hasta la superficie deslumbrante e inmóvil del lago para desde ella reemprender el vuelo año tras año, y me decía a mí mismo, "ten paciencia, uno de estos días se irá, uno de estos días volverá la tranquilidad" (...) Así me convencía a mí mismo, tomando una de las muchas desviaciones equivocadas que he seguido en un camino aparentemente acertado pero que me ha conducido al corazón de un laberinto.
23. Creemos que esta tierra nos pertenece, es parte de nuestro Imperio, nuestro puesto fronterizo, nuestro pueblo, nuestro mercado. Pero esas gentes, esos bárbaros, no lo ven de la misma manera. Llevamos aquí más de cien años, hemos recuperado tierra del desierto y construido regadíos y cultivado los campos y levantado hogares sólidos y erigido una muralla alrededor de nuestro pueblo, pero ellos todavía nos consideran visitantes, viajeros de paso. Entre ellos hay ancianos que recuerdan lo que sus padres les contaban de cómo era este oasis hace años: un lugar sombreado junto al lago con abundantes pastos incluso en invierno. Esto es todavía lo que dicen de él, quizá todavía lo vean así, como si no se hubiera removido un grano de tierra ni se hubiera colocado un ladrillo sobre otro. No dudan de que en cualquier momento cargaremos nuestras carretas y volveremos a cualquiera que sea el lugar de donde vinimos, que nuestras edificaciones se convertirán en hogares de ratones y lagartijas, que sus animales pastarán en los fértiles campos que cultivamos. ¿Se sonríe? ¿Quiere que le diga algo? Cada año el agua del lago se vuelve un poco más salobre. Hay una explicación muy simple -pero esto es lo de menos-. Los bárbaros lo saben. En este momento se estarán diciendo, "seamos pacientes, uno de estos días la sal arruinará sus cosechas, no podrán alimentarse, tendrán que irse". Esto es lo que piensan. Que resistirán más que nosotros.