18. (...) Es como cuando alguien tiene una aventura. ¿Por qué la esposa siempre culpa a la otra mujer? ¿Por qué no odia al marido? Es él quien la ha traicionado, él quien había jurado quererla y cuidarla y lo que sea por siempre jamás. ¿Por qué no es a él a quien empujan desde lo alto de un jodido acantilado?
19. El río puede viajar al pasado, sacarlo todo a la luz de nuevo y regurgitarlo en las orillas a plena vista de todo el mundo. La gente, en cambio, no puede. Las mujeres no pueden. Cuando una comienza a hacer preguntas y a poner pequeños anuncios en tiendas y pubs, cuando una comienza a tomar fotografías y a hablar con los periódicos y a hacer preguntas sobre brujas, mujeres y almas perdidas, no está buscando respuestas, sino problemas.
20. Antes de que su vida se hiciera añicos no se había percatado de lo incómodo que era el dolor, de lo inoportuno que resultaba para todos aquellos con quienes la persona de luto interactuaba. Al principio era algo que la gente reconocía, respetaba y tenía en cuenta. Al cabo de un tiempo, sin embargo, se convertía en un obstáculo y se interponía en la conversación, en las risas, en la vida normal. Todo el mundo quería olvidarse de ello y seguir con su vida, y ahí se quedaba una, en medio del camino, impidiendo el paso, con el cadáver de su hija muerta a rastras.