Frases de El viaje de invierno

El viaje de invierno

9 frases de El viaje de invierno (Le voyage d'hiver) de Amélie Nothomb... Un hombre que quiere secuestrar un avión por su amor incondicional por Astrolabio, una joven cuya existencia se centra en velar por la integridad física y la obra de Aliénor, una peculiar novelista aquejada de un autismo.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Amélie Nothomb son: autismo, amor incondicional, terrorismo, uso de drogas, torre eiffel, secuestrar un avión, mediocridad, crimen.

Frases de Amélie Nothomb Libros de Amélie Nothomb

Frases de El viaje de invierno Amélie Nothomb

01. Ni siquiera el amor es capaz de arrancarle al alma más que los bien llamados fulgores: cortocircuitos de algunos segundos.


02. Todos los lectores deberían copiar los textos que les gustan: no hay nada mejor para comprender qué los hace tan admirables.


03. Astrolabio: sin duda ella es la razón por la cual me dispongo a secuestrar este avión. Una idea así la horrorizaría. Mala suerte: hay mujeres a las que hay que querer a su pesar y actos que uno debe cometer a pesar de uno mismo.


04. (...) Tenía que destruir algo hermoso. ¿Acaso se destruye otra cosa? No existen ejemplos humanos de atentados contra la fealdad. No es lo bastante apasionante para justificar tanto esfuerzo. Lo extremadamente feo sólo suscita una indignación estéril. Sólo lo sublime monopoliza el ardor necesario para su degradación.


05. Los atentados sólo existen por el qué dirán y los medios de comunicación, ese cotilleo a escala planetaria. Uno no secuestra un avión para divertirse sino para salir en portada. Si se suprimieran los medios de comunicación, todos los terroristas se quedarían en el paro. Aunque no caerá esa breva.


06. El simple hecho de vivir es un sentido en sí mismo. Otro es vivir en este planeta. Otro es vivir entre los demás, etc. Declarar que tu vida carece de sentido no es serio. En mi caso, sí sería exacto afirmar que, hasta ahora, mi vida carecía de objeto. Y me parecía bien. Era una vida intransitiva.


07. Esto no es un intento de justificación, ya que nadie me leerá, más bien es un deseo íntimo de dejar las cosas claras: por premeditado que sea, el crimen que me dispongo a cometer es cien por cien impulsivo. Me ha bastado conservar intacto el impulso de mi odio, no permitir que se volviera insípido, perdiera intensidad o se debilitara hasta convertirse en un falso olvido de putrefacción.


08. La idea de destruir la Torre Eiffel me producía una enorme exaltación, ya que aunaba significado y belleza: ¿Acaso hay algo más hermoso que la Torre Eiffel? La adoraba desde siempre, sin saber siquiera que se trataba de una construcción de amor. Conocer su historia íntima me hacía quererla aún más. ¡Menudo tipo, ese Gustave Eiffel, integrar el amor de su vida en la obra de encargo más importante de su existencia!


09. La mediocridad no siempre utiliza la vía socioprofesional para imponerse. A menudo, sus victorias son mucho más íntimas. Si he elegido recordar a aquellos dos chicos que a los quince tuteaban la divinidad, es porque la Gran Parca no sólo se ensaña con las élites. Sin saberlo, o sabiéndolo, todos estamos llamados al combate y existen mil maneras de sufrir una derrota. La lista de víctimas no está escrita en ninguna parte: nunca sabemos con certeza quiénes figuran en ella, incluso ignoramos si incluye nuestro nombre. Sin embargo, no se puede dudar de la existencia de este frente. A los cuarenta años, son tan pocos los supervivientes que te sientes atormentado por un sentimiento trágico. A los cuarenta, uno está forzosamente de luto. No pienso que la mediocridad haya podido conmigo. Siempre logré mantener una vigilancia al respecto, gracias a algunas señales de alarma. La más eficaz es la siguiente: mientras no te regodeas con la caída de alguien, aún puedes mirarte al espejo. Deleitarse con la mediocridad ajena sigue siendo el colmo de la mediocridad.

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