18 frases de El último día de un condenado (Le dernier jour d'un condamné) de Victor Hugo... Un condenado a muerte escribe un diario. El preso anónimo y sin rostro no tarda en convertirse en un hombre de carne y hueso. Conmovedor alegato contra la pena capital.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Victor Hugo son: vida en una prisión, pena de muerte, monarquía, injusticia social, verdugos, valorar la vida.
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Frases de El último día de un condenado Victor Hugo
01. Las emociones carecían de palabras.
02. Los hombres son todos condenados a muerte con sentencias suspendidas indefinidamente.
03. ¡Qué cosa es el dolor físico junto al dolor moral!
04. Porque lo confieso: todavía tenía esperanzas. Ahora, gracias a Dios, ya no las tengo.
05. Entre los dos faroles del muelle había visto una cosa siniestra. ¡Ay, era la realidad!
06. Yo soy un romántico, aunque moderado. Pasa como con las emociones. Las deseo dulces, soñadoras, melancólicas, pero jamás sangrientas u horripilantes.
07. Acabamos de decir que el patíbulo es la única construcción que las revoluciones no demuelen. Es extraño, efectivamente, que las revoluciones se muestren sobrias de sangre humana.
08. Señores del centro, señores de los extremos, la mayoría del pueblo sufre. Llámese esto república o llámese monarquía, el pueblo sufre. Es un hecho.
09. Declara, pues, o más bien reconoce abiertamente, que Último día de un condenado a muerte no es otra cosa que un alegato, directo o indirecto, como se quiera, a favor de la abolición de la pena de muerte.
10. En medio del tumulto que me envolvía, ya no distinguía los gritos de piedad de los de alegría, las risas de los lamentos, las voces del ruido; todo era un rumor que resonaba en mi cabeza como el eco en una marmita.
11. ¿Están seguros de que no se sufre? Que se sepa, nunca una cabeza cortada se ha levantado de la cesta y gritado al pueblo...¡No duele! ¿Acaso los que han muerto así han vuelto para dar las gracias y decirles: Es un buen invento, estad tranquilos?
12. ¡Ah! ¡Qué cosa tan infame es una prisión! Hay en ella un veneno que todo lo ensucia. Todo en él se marchita, aun la canción de una muchacha de quince años. Si encuentras un pájaro, tendrá lodo sobre su ala; si recoges una flor, su perfume apestará.
13. ¡Amar con tanto ardor a un solo ser en el mundo, amarlo con todo el amor, tenerlo enfrente, que te vea y te observe, que te hable y te responda, y no te reconozca! ¡No querer más consolación que la suya, y que sólo él ignore cuánto lo necesitas porque vas a morir!
14. ¡Ay! ¡Amar ardientemente a un único ser, amarlo con todo el amor del mundo, tenerlo delante de ti, y que te vea y te mire, te hable y te conteste, y que no te conozca! ¡No querer más consuelo que el suyo, y que sea la única persona que no sabe que la necesitas porque vas a morir!
15. Por eso no conocería un fin más elevado, más santo, más augusto que éste: promover la abolición de la pena de muerte. Por ello, desde el fondo de su corazón, se adhiere a los esfuerzos y a las voces de los hombres generosos de todas aquellas naciones que trabajan desde hace tantos años en echar abajo el árbol patibulario, el único árbol que las revoluciones no desarraigan.
16. El pueblo tiene hambre, tiene frío, y la miseria lo empuja, según el sexo, al crimen o al vicio. Tengan piedad del pueblo: el presidio les arranca a sus hijos y el lupanar a sus hijas. Tienen ustedes demasiados presidiarios, demasiadas prostitutas. ¿Qué demuestran estas dos lacras? Que el cuerpo social tiene viciada la sangre. Y ahí están ustedes, reunidos en consejo en la cabecera del enfermo; ocúpense de la enfermedad. Una enfermedad a la que ustedes no le están dando un tratamiento adecuado. Estúdienla mejor.
17. Una revolución acaba de producirse dentro de mí. Hasta el decreto de muerte, me había sentido respirar, palpitar, vivir en el mismo mundo que los otros hombres; ahora distinguía claramente una valla entre ese mundo y yo. Nada se me aparecía con el mismo aspecto de antes. Esas amplias ventanas luminosas, ese bello sol, ese cielo puro, esa hermosa flor, todo era blanco y pálido, del color de una mortaja. A esos hombres, esas mujeres, esos niños que se apiñaban a mi paso, les atribuía aspecto de fantasmas.
18. A mi alrededor, todo es prisión; veo la prisión bajo todas las formas, bajo la forma humana igual que bajo la forma de la puerta o del cerrojo. Esta pared es la prisión en piedra; esta puerta es la prisión en madera; estos carceleros son la prisión en carne y hueso. La prisión es una especie de ser horrible y entero, indivisible, mitad hombre, mitad edificio. Soy su presa; ella me cobija, me abraza con todos sus pliegues. Me encierra en sus murallas de granito, me encadena bajo sus cerraduras de hierro, me vigila con sus ojos de carcelero.