25. (...) Solo, con su paso pesado y triste, subió penosamente la escalera y estuvo largas horas en su gabinete, paseando despacio de un lado a otro, exactamente lo mismo que un lobo en su jaula; toda la noche, casi hasta por la mañana, hubo luz en su cuarto.
26. Esto es lo que yo más odiaba, detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente.