Disfruta de estas 29 frases de "El coronel no tiene quien le escriba"... Historia de Gabriel García Márquez sobre la injusticia y violencia, personificada por un coronel retirado. Con sus pensamientos reflexionamos sobre la adversidad económica, la corrupción y falta de comunicación.
Índice
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en las frases y pensamientos de "El coronel no tiene quien le escriba", de Gabriel García Márquez son: macondo, búsqueda de justicia, violencia, corrupción política, esperanza, traición.
Frases de "El coronel no tiene quien le escriba"
01. Nunca es demasiado tarde para nada.
02. La ingratitud humana no tiene límites.
03. Es pecado negociar con las cosas sagradas.
04. A buena hambre no hay mal pan.
05. El que espera lo mucho espera lo poco.
06. Lo único que llega con seguridad es la muerte.
07. La diabetes es demasiado lenta para acabar con los ricos.
08. Todo el mundo dice que la muerte es una mujer.
09. Sintió que algo había envejecido también en el amor.
10. Él le hizo una sonrisa de complicidad: La vida es dura, camarada.
11. Si nos fuéramos a morir de hambre ya nos hubiéramos muerto.
12. Lo peor de la mala situación es que lo obliga a uno a decir mentiras.
13. La ilusión no se come -dijo ella. -No se come, pero alimenta - replicó el coronel.
14. Y tú te estás muriendo de hambre...Para que te convenzas que la dignidad no se come.
15. Para los europeos América del Sur es un hombre de bigotes, con una guitarra y con un revólver.
16. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa.
17. Durante cincuenta y seis años -desde cuando terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada distinto de esperar.
18. Trató de tener los ojos abiertos, pero lo quebrantó el sueño. Cayó hasta el fondo de una substancia sin tiempo y sin espacio.
19. Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa.
20. Un momento después apagó la lámpara y se hundió a pensar en una oscuridad cuarteada por los relámpagos. Se acordó de Macondo.
21. No tienes el menor sentido de los negocios...Cuando se va a vender una cosa hay que poner la misma cara con que se va a comprar.
22. La mujer se desesperó. "Y mientras tanto qué comemos", preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía. -Dime, qué comemos.
23. El coronel comprobó que cuarenta años de vida común, de hambre común, de sufrimientos comunes, no le habían bastado para conocer a su esposa.
24. Lo mejor será que los europeos se vengan para acá y que nosotros nos vayamos para Europa. Así sabrá todo el mundo lo que pasa en su respectivo país.
25. -Qué hay de noticias -preguntó el coronel. El médico le dio varios periódicos. -No se sabe -dijo-. Es difícil leer entre líneas lo que permite publicar la censura.
26. (...) También tenías derecho a tu pensión de veterano después de exponer el pellejo en la guerra civil. Ahora todo el mundo tiene su vida asegurada y tú estás muerto de hambre, completamente solo.
27. El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata.
28. La mujer se desesperó. "Y mientras tanto qué comemos", preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía. -Dime, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: -Mierda.
29. Se acordó de Macondo. El coronel esperó diez años a que se cumplieran las promesas de Neerlandia. En el sopor de la siesta vio llegar un tren amarillo y polvoriento con hombres y mujeres y animales asfixiándose de calor, amontonados hasta en el techo de los vagones. Era la fiebre del banano. En veinticuatro horas transformaron el pueblo. "Me voy", dijo entonces el coronel. "El olor del banano me descompone los intestinos". Y abandonó a Macondo en el tren de regreso, el miércoles veintisiete de junio de mil novecientos seis a las dos y dieciocho minutos de la tarde.