Frases del libro "La mala hora" de Gabriel García Márquez

La mala hora

Disfruta de estas 32 frases de "La mala hora"... Libro que narra la historia de un pueblo acosado por la violencia política. Sus frases abordan varios temas: violencia política, Abuso de poder y el miedo y opresión que se instaura en el pueblo, afectando a todos.

Índice

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en las frases y pensamientos de "La mala hora", de Gabriel García Márquez son: realismo mágico, infidelidad, censura, chismes, terrorismo, resistencia, violencia, guerra civil, asesinato, secreto a voces, corrupción política, conspiración, macondo.

Frases de "La mala hora"

01. La vergüenza tiene mala memoria.


02. El tiempo pasa sin hacer ruido.


03. Llevan el infierno en la imaginación...


04. Es todo el pueblo y no es nadie.


05. Me quedaré en tu sueño hasta la muerte -suspiró.


06. Tenía la virtud de no parecer acabada de despertar.


07. La mejor virtud de un hombre es saber guardar un secreto.


08. No me acuerdo...Tú sabes que nunca me acuerdo de nada.


09. La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.


10. Habló durante diez minutos. Tropezando con las palabras, sorprendido por un tropel de ideas.


11. Los domingos son raros...Es como si los colgaran descuartizados: huelen a animal crudo.


12. Había una especie de angustia sin esperanzas en la pausada respiración de las fieras.


13. Aquí el único que tiene derecho a prohibir algo es el Gobierno -dijo-. Estamos en una democracia.


14. Venga cuando quiera, a ver si se cumplen mis deseos de que se muera en mi casa.


15. Era joven, de ademanes fáciles, y en cada paso revelaba el propósito de hacerse sentir.


16. Los pasquines no son la gente... Pero sólo dicen lo que ya anda diciendo la gente.


17. Los sobrevivientes desenterraron y se llevaron los huesos de sus muertos para estar seguros de no volver jamás.


18. Lo malo de este pueblo es que las mujeres tienen que quedarse solas en la casa mientras los hombres andan por el monte.


19. -Doctor, ¿Cuál es el mejor remedio para el dolor de cabeza? El médico respondió en el interior: -No haber bebido anoche.


20. Los turbulentos Asís, fundadores del pueblo cuando no eran más que porquerizos, parecían tener la sangre dulce para la murmuración.


21. Esa ha sido siempre una característica de los pasquines... Dicen lo que todo el mundo sabe que por cierto es casi siempre la verdad.


22. Había orden de allanarla casa...Había instrucciones precisas de encontrar armas y municiones y documentos con los pormenores de una conspiración nacional.


23. En la historia de la humanidad -sentenció el juez- no ha habido un solo peluquero conspirador. En cambio, no ha habido un solo sastre que no lo haya sido.


24. En una casa como la suya, llena de sirvientas, ahijadas y protegidas de todas las edades, es imposible encerrarse en el dormitorio sin que hasta allí la persiguieran los rumores de la calle.


25. -No debían existir los lunes -dijo el juez. El barbero había empezado a cortarle el cabello. -Son culpa del domingo -dijo-. Si no fuera por el domingo -precisó- no existirían los lunes.


26. La pimienta picante, el profundo silencio de la casa y la sensación de desconcierto que en aquel instante ocupaba su corazón, lo transportaron de nuevo a su escueto cuartito de principiante en el ardiente mediodía de Macondo.


27. Un pájaro extraviado apareció en el patio y estuvo como media hora dando saltitos de inválido por entre los nardos. Cantó una nota progresiva, subiendo cada vez una octava, hasta cuando se hizo tan aguda que fue necesario imaginarla.


28. En la actualidad -el alcalde proseguía con vehemencia sin ocuparse de las interrupciones- para nadie es un secreto que tres de ellos son criminales comunes, sacados de las cárceles y disfrazados de policías. Como están las cosas, no voy a correr el riesgo de echarlos a la calle a cazar un fantasma.


29. -La mayoría de los pasquines los arrancan antes del amanecer. -Ese es otro truco que no entiendo -dijo el juez Arcadio-. A mí no me quitaría el sueño un pasquín que nadie lee. -Esa es la cosa -dijo el secretario, deteniéndose, pues había llegado a su casa-. Lo que quita el sueño no son los pasquines, sino el miedo a los pasquines.


30. El alcalde solía pasar días enteros sin comer. Simplemente lo olvidaba. Su actividad, febril en ocasiones, era tan irregular como las prolongadas épocas de ocio y aburrimiento en que vagaba por el pueblo sin propósito alguno, o se encerraba en la oficina blindada, inconsciente del transcurso del tiempo. Siempre solo, siempre un poco al garete, no tenía una afición especial, ni recordaba una época pautada por costumbres regulares.


31. A sólo dos cuadras del cuartel el secretario del juzgado era feliz. Había pasado la mañana dormitando en el fondo de la oficina, y sin que hubiera podido evitarlo vio los senos espléndidos de Rebeca de Asís. Fue como un relámpago á1 mediodía: de pronto se había abierto la puerta del baño, y la fascinante mujer, sin nada más que una toalla enrollada en la cabeza, lanzó un grito silencioso y se apresuró a cerrar la ventana.


32. -Cuando pasen las lluvias mejorarán las cosas -dijo el señor Carmichael. -No pasarán -pronosticó la viuda -. Las desgracias nunca vienen solas. ¿Usted no vio a Rosario de Montero? El señor Carmichael la había visto. "Todo esto es un escándalo sin motivo -dijo-. Si uno presta oídos a los pasquines termina por volverse loco". -Los pasquines -suspiró la viuda. -A mí ya me pusieron el mío - dijo el señor Carmichael. Ella se aproximó al escritorio con una expresión de estupor. - ¿A usted? -A mí -confirmó el señor Carmichael-. Me lo pusieron bien grande y bien completo el sábado de la semana pasada. Parecía un aviso de cine. La viuda rodó una silla hacia el escritorio. "Es una infamia -exclamó -. No hay nada que decir de una familia ejemplar como la suya". El señor Carmichael no estaba alarmado. -Como mi mujer es blanca, los muchachos nos han salido de todos los colores -explicó-. Imagínese: son once. -Por supuesto -dijo la viuda. -Pues decía el pasquín que yo soy padre solamente de los muchachos negros. Y daban la lista de los padres de los otros. Enredaron hasta a don Chepe Montiel, que en paz descanse. - ¡A mi marido!

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