17 frases de El coloso de Marussi (The colossus of Maroussi) de Henry Miller... Narración sobre el viaje que realiza el autor a la isla de Corfú (Grecia), entre la autobiografía y el surrealismo, las imágenes oníricas y el más crudo realismo.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Henry Miller son: consecuencias de la guerra, antigua grecia, amor por los libros, espíritu, surrealismo, civilización, imágenes oníricas, realismo.
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Frases de El coloso de Marussi Henry Miller
01. Cada guerra es una destrucción del espíritu humano.
02. Una corta guerra basta para destruir el trabajo de siglos.
03. Hoy día la magia ha desaparecido del alfabeto, forma muerta que sólo expresa pensamientos muertos.
04. Hay mil maneras de hablar, y las palabras de nada sirven si el espíritu está ausente.
05. (...) Se abría un maravilloso período de soledad. No tenía nada que hacer sino dejar pasar el tiempo.
06. Todos estos lugares antiguamente extraordinarios, son en nuestros días pequeños islotes flotando en el tempestuoso mar de la civilización.
07. Caminando había vencido uno tras otro a todos mis enemigos; pero había pasado junto al mayor de todos sin reconocerlo: era yo mismo.
08. (Atenas) Es una ciudad de sobrecogedores efectos atmosféricos: no está empotrada en la tierra sino que flota en un constante cambio de luz y su pulso late con ritmo cromático.
09. Toda Grecia está constelada de estos lugares paradójicos; tal vez eso explique la emancipación de Grecia como país, como nación, como pueblo, para continuar siendo la encrucijada luminosa de una cambiante humanidad.
10. Me parecía una cobardía escapar de ese modo, dejando a los débiles e inocentes a su destino. ¡Siempre el dinero! Los que lo tienen, huyen; los que carecen de él, son carne de cañón.
11. Dios ha pensado todo de antemano. No tenemos que resolver nada; todo se nos ha dado resuelto de antemano. No nos queda más que fundirnos, disolvernos, nadar en la solución. Somos peces solubles, y el mundo es un acuario.
12. Los hombres que no creen en nada escriben eruditos volúmenes sobre dioses que nunca han existido. Eso forma parte del camelo de la cultura. Si se saca partido de esta situación se acaba obteniendo un sillón en la academia, donde se degenera lentamente hasta convertirse en un velludo chimpancé.
13. El griego antiguo era un asesino: vivía en un mundo de evidencias brutales que atormentaban y enloquecían su espíritu. Estaba en guerra con todos, incluso consigo mismo. De esta feroz anarquía salieron las especulaciones metafísicas, bálsamo del alma, que aún hoy día dominan el pensamiento humano.
14. Nos movemos en un tiempo mecanizado entre los restos de mundos desaparecidos, inventando los instrumentos de nuestra propia destrucción, olvidadizos del sino o destino, sin conocer un momento de paz, sin tener una onza de fe, presos de las más negras supersticiones, no desempeñando funciones físicas ni espirituales, actuando no como individuos, sino como microbios en un organismo enfermo.
15. Comienza a llover; es un repentino y rápido chaparrón que hace desprender vaho de la tierra. Bajo del coche y camino por un lago de barro para examinar las ruinas de Gortyna. Sigo paso a paso las inscripciones del muro. Hablan de leyes que ya nadie obedece. Las únicas leyes que perduran son las no escritas. El hombre es un animal transgresor de la ley. Pero un transgresor tímido.
16. En ese momento sentí alegría de estar libre de bienes, libre de todo ligamen, libre de temor, de envidia y de malicia. Hubiera podido pasar de un sueño a otro, sin poseer nada, sin lamentar nada, sin desear nada. Nunca he estado más seguro de que la vida y la muerte son una misma cosa, y que no se puede disfrutar o abrazar una de ellas si la otra está ausente.
17. Los mejores libros que conozco son los que no puedo recordar su argumento, los mejores individuos son los que no llevan a uno a ninguna parte. Aunque me haya sucedido muchas veces no deja de maravillarme el hecho de que con ciertos individuos que conozco, apenas nos hemos dado mutuamente los buenos días, nos embarcamos ya en un interminable viaje que no tiene parangón ni en emoción ni en trayectoria más que con ese sueño nocturno, lleno y profundo, en el que se desliza el soñador como el hueso se desliza en su alvéolo.