Frases de Cartas a Felice - 3

81. Ignoro por completo la edad que tengo ahí. En aquel entonces aún me pertenecía por entero, y me parece que esto ha debido de ser muy agradable. Por ser el primogénito me han hecho muchas fotos, y por tanto hay toda una serie de metamorfosis.


82. Mi amor, me encuentro en un estado de considerable confusión, no me tomes a mal la falta de claridad de lo que haya de decirte. Te escribo porque estoy totalmente lleno de ti y porque, de algún modo, he de hacérselo saber al mundo exterior.


83. De nuevo "Fe" no me gusta tanto como Felice, es demasiado corto, el aliento no lo atraviesa con suficiente lentitud. Ojalá un día, Felice, pueda -pues un día sería ya siempre- estar tan cerca de ti que hablar y escuchar sean una misma cosa, silencio.


84. Mi querida Felice, no me tomes a mal el que te escriba tan poco, no significa que tenga poco tiempo para ti, por el contrario no hay apenas un solo instante en el que no te pertenezca por entero, hasta el fondo y con todo lo que yo soy.


85. Es por eso sobre todo, y no tanto por amor hacia ti, que necesito tus cartas y, como aquel que dice, las devoro, es por eso que no doy suficiente crédito a tus buenas palabras, y por eso me retuerzo ante ti con esos ruegos lamentables, solo por eso.


86. Pero a fin de cuentas, me veo obligado a dejar de ignorar que la carta tiene un punto final, que tú has dejado de escribir y te has levantado y te has ido, desaparecido para mí en la oscuridad. Entonces le entran a uno ganas de darse golpes en la frente.


87. Tú te esfuerzas en permitirme participar en tu existencia, Dios mío, cuando lo que yo quiero es poseer cada instante de tu vida. Sin embargo haces todo lo humanamente posible, y si no fuera que te quiero por la totalidad de tu ser, tendría que amarte solo ya por tu bondad.


88. En el momento de hacer la maleta en Berlín tenía en la cabeza otro texto. "Sin ella no puedo vivir, y con ella tampoco", eso es lo que pensaba mientras arrojaba al interior de la maleta mis cosas, una tras otra, y algo estuvo a punto de hacerme estallar el pecho.


89. Piensa entonces, Felice, en la transformación que el matrimonio ocasionaría en nosotros, en lo que cada cual saldría perdiendo o ganando. Yo perdería mi soledad, que en su mayor parte es horrible, y te ganaría a ti, a quien amo más que a ningún otro ser.


90. Cuando no te escribo me encuentro mucho más cerca de ti, cuando voy por la calle y sin cesar y por todas partes algo me recuerda a ti, cuando, solo o rodeado de gente, aprieto tu carta contra mi cara y respiro su olor, que es también el olor de tu cuello.


91. Cierto que el primer pensamiento que se adhiere a este tipo de tristeza es siempre: te tengo a ti, mi amor, y por lo tanto tengo una segunda justificación para vivir, pero ello no deja de ser una vergüenza, el hecho de que busque uno justificar su vida en la existencia de su amada.


92. Mi único sentimiento de felicidad consiste en que nadie sabe dónde estoy. ¡Ojalá tuviera la posibilidad de hacer que tal cosa durara para siempre! Sería más justo que morir. En cada uno de los resquicios de mi ser no hay sino vacío y absurdo, incluso en el sentimiento de mi propia desdicha.


93. Te quería como te quiero hoy, te veía en apuros, sabía que, no teniendo la culpa de nada, habías estado sufriendo por mí durante dos años, sufriendo como no hay derecho a que sufran los inocentes, pero también veía que eras incapaz de darte cuenta de mi situación.


94. Te busco por todas partes, pequeños gestos de las gentes más diversas, en la calle, me recuerdan a ti, tanto por su semejanza como por el contraste que ofrecen respecto a ti, pero soy incapaz de expresar lo que me embarga de tal modo; me embarga totalmente y no me deja la más mínima energía para poder decirlo.


95. Si no soy capaz de nada, me siento desgraciado; si soy capaz de algo, no dispongo de suficiente tiempo; y si pongo mis esperanzas en el futuro, enseguida me sobreviene el miedo, ese miedo de otra especie, miedo de que con mayor motivo me resulte imposible trabajar. Un infierno magníficamente calculado. Pero -y esto es lo principal actualmente- no faltan en él los buenos momentos.


96. Mi amor, escúchame. ¡No te apartes del camino por el que viniste a mí! ¡Pero si tienes que hacerlo, vuelve sobre tus pasos! Dime, ¿Sientes cómo te quiero? ¿Lo sientes, a pesar de todo lo que en estos momentos -y en Berlín aún más que a distancia- me disimula ante tus ojos? Es algo que ahoga las palabras en mi garganta y desborda las letras que quiero escribir.


97. Yo no me sentía desdichado. Por supuesto que la palabra "felicidad" hubiera sido una designación muy desacertada de mi estado de ánimo. Me sentía atormentado, pero no infeliz, mis miserias, todas, más que sentirlas las contemplaba, tomaba consciencia de ellas, las constataba en su monstruosidad, esa monstruosidad que excede todas mis fuerzas (al menos en tanto que ser vivo), y dentro de esa toma de consciencia, con una relativa tranquilidad, persistí en mi actitud de mantener los labios cerrados, firmemente apretados.


98. Por otro lado, voy a decirte un secreto en el que yo por mi parte en estos momentos no creo en absoluto (pese a que, cuando trato de trabajar y pensar, la tiniebla que desde lejos cae sobre mí a todo mi alrededor tal vez pudiera convencerme), pero que tiene que ser verdad: jamás recobraré la salud. Ni más ni menos que porque no se trata de una tuberculosis a la que se coloca en la tumbona y a la que se cuida hasta su curación, sino que se trata de un arma cuya necesidad seguirá siendo extrema mientras yo continúe con vida. Y ambas no pueden continuar con vida.

Obras similares

Obras que comparten tramas, ideas o sucesos históricos con "Cartas a Felice" de Franz Kafka.

Libros parecidos

Síguenos