33. La ciencia creció y vivió al amparo de Dios, y seguirá adelante bajo su manto. ¿Qué hacemos? Alejar, ampliar el terreno vivo, que es el del hombre. ¿Y qué? Por mucho que camine siempre hay un horizonte.
34. ¿Dónde quedaría la dignidad del hombre si Dios existiera? Quien piense de verdad que sólo creyendo en un ser supremo se puede luchar por una idea, tiene a los hombres en menos que nada.
35. Se puede ser ateo y profundamente religioso. Los que no lo son no creen en nada, y menos en la razón. Los que se educaron en una religión y siguen fieles a ella no lo son racionalmente.
36. El hombre es demasiado complicado para reducirle a seguir un camino trazado de antemano por unas leyes, por enrevesadas que sean. Eso será bueno, tal vez, para la materia. Pero el hombre es algo y aun mucho más.
37. Los españoles somos como todos. Lo demás, tontería. Uno depende, en parte, de su padre y de su madre -sin remedio al parecer-, en otra, mucho mayor, de cómo, dónde y cuánto te educan. Gordo el que come mucho.
38. Este es el hombre. Así se declina, mejor dicho, se puede declinar, hablando de la declinación del tiempo, desde el Paraíso Perdido, diciendo: Yo soy perfecto, tú eres imperfecto, él es aborrecible, nosotros somos perfectos, vosotros sois imperfectos, ellos son aborrecibles. Y el mundo es una mierda.
39. ¡Claro que hubo siempre dos Españas!, pero en cada español. No hay una España liberal y otra reaccionaria. Es una y la misma. Las dos Españas las llevamos los españoles dentro, siempre. Este es vasco y español (aunque no quiera) y éste alcoyano, valenciano y español.
40. ¡Qué terrible sería que Dios existiera para los que creen en él! Para nosotros, los ateos, no tiene mayor importancia. Si es, no tenemos la culpa de no creer en él. La culpa, de los creyentes que, estando en el secreto, en posesión de la verdad, no ajustan su vida a su ley.
41. Un laberinto lo es porque, al fin y al cabo, alguien sale de él, por lo que sea, de la manera que sea. Si no saliese nadie, ¿Quién iba a saber de su existencia? ¿Quién volvió de la muerte? ¿Lázaro? ¿Qué contó? ¡Bah! Eso sí fue cuento. Lo del laberinto de Minos, no. De ahí salió alguien.
42. La guerra es el origen de la esclavitud y la revolución hija de esclavos. La guerra, hija de la fuerza y la revolución su bisnieta. Y en el futuro, su vencedora; eso dicen, que yo creo que todo es uno y lo mismo: si te puedo arrear te arreo y si no hago lo que mandes. Que la fuerza es el poder y el poder los dineros.
43. La libertad sólo puede ser de uno porque la tuya molesta necesariamente a los demás. Soy libre en cuanto los demás no hagan nada que me moleste. Todos aspiramos a la libertad, pero ¿Quién sabe lo que es, cómo es o puede ser? La libertad es un deseo. Sólo puede uno intentar acercarse a ella. ¿Cómo? Ahí reina la confusión, la violencia, la muerte.
44. La grandeza española se debe a la unión de tres culturas: la cristiana, la árabe, la judía, y su decadencia al clero, sea de la procedencia que sea: española, conversa, alemana o francesa. Quien impone la expulsión de moros y judíos es la Iglesia (manejando el pueblo y el gobierno a su antojo); el odio al poder adquisitivo de los judíos es de idéntica procedencia. Ese anticlericalismo que, como veis, no es cosa del otro mundo.
45. El español es estoico por dignidad personal; porque sufre mengua al solicitar o usar apoyo de quien sea. Y la soledad no nace de su misoginismo sino de la gallardía. Séneca y Cristo son poco más o menos contemporáneos, sus influencias contradictorias han influido en España: tan importantes son para el conocimiento del español el uno como el otro. Séneca crece derecho desde Córdoba y Cristo viene con el aire de Levante. El uno árbol y el otro viento.