Frases de A la deriva

A la deriva

11 frases de A la deriva (A vau l'eau) de Joris-Karl Huysmans... Jean Folantin, un hombre acosado por su pesimismo, sin una meta que le permita tener una existencia feliz, harto de todo y de todos, angustiado, misántropo, solitario, acomplejado.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Joris-Karl Huysmans son: decadentismo, vidas solitarias, cinismo, aburrimiento, existencia mediocre, vacío existencial.

Frases de Joris-Karl Huysmans Libros de Joris-Karl Huysmans

Frases de A la deriva Joris-Karl Huysmans

01. El dinero le había llegado demasiado tarde, cuando ya ningún placer lo seducía.


02. La vida del hombre oscila como un péndulo entre el dolor y el hastío.


03. Detestaba las tiendas de lujo; por nada del mundo hubiera puesto los pies en una peluquería elegante o en una de esas tiendas de ultramarinos modernas en las que los escaparates resplandecen con luz de gas; sólo le gustaban los viejos comercios de toda la vida donde lo recibían a uno a la pata la llana, donde el tendero no trataba de deslumbrarlo y humillarlo con su fortuna.


04. (...) Una parte de su barrio, cerca del mutilado parque de Luxemburgo, había quedado intacta, había guardado para él su benevolente intimidad: la Place Saint-Sulpice.


05. (...) Cuando iba hacia su casa, abarcó en una sola visión el horizonte desolado de su vida; Comprendió la inutilidad de los cambios de ruta, la esterilidad de los arranques y de los esfuerzos.


06. La carne hedía, los vasos tenían cercos de otras bocas, los cuchillos estaban mellados y grasientos y los cubiertos conservaban en los bordes y entre las púas restos amarillentos de huevos ingeridos por anteriores comensales.


07. El matrimonio acababa con todo. Habían llegado a tutearse, habían vivido una misma existencia, no podían pasar los unos sin los otros y ahora casi no se saludaban si se encontraban por la calle.


08. En el silencio del anochecer, la hora de la cena, con los pies cerca del fuego, mientras que los platos se calentaban ante la rejilla de la chimenea, cerca del vino escanciado, era una delicia, y aquella sedante quietud envolvía los enojos del trabajo, la tristeza de la soltería.


09. (...) Casi todos eran miembros de la juventud estudiantil, esa gloriosa juventud cuyo pensamiento trivial asegura a las clases dirigentes la leva inmortal de su estupidez. El sr. Folantin veía desfilar ante sí todos los lugares comunes, todos los retruécanos, todas las opiniones literarias caducas, todas las paradojas usadas hacía ya más de cien años.


10. ¡Qué gran quehacer la oración, qué pasatiempo la confesión, qué posibilidades las de las prácticas del culto! Uno va a la iglesia al atardecer, se hunde en la contemplación, y las miserias de la vida dejan de ser importantes; y, además, los domingos se pasan en largos oficios, en el abandono a los cánticos y a las vísperas, pues el esplín no hace presa en las almas piadosas.


11. Le parecía que la soledad tenía sus cosas buenas, y que rumiar sus propios recuerdos y contarse sandeces a sí mismo no dejaba de ser mejor que la compañía de gente con quien no compartía ni ideas, ni gustos; su deseo de acercamiento, de rozar el codo del vecino, se desvaneció y, una vez más, se repitió la triste verdad: una vez que desaparecen los viejos amigos, hay que hacerse a la idea de no volver a buscar otros, de vivir aparte, de acostumbrarse a la soledad.

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