Frases de Pío Baroja - Página 5

01. La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que es necesaria para la vida. "El árbol de la ciencia" (1911)

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02. (...) He encontrado que en el amor, como en la medicina de hace ochenta años, hay dos procedimientos: la alopatía y la homeopatía. (...) La alopatía amorosa está basada en la neutralización. Los contrarios se curan con los contrarios. Por este principio, el hombre pequeño busca mujer grande, el rubio mujer morena y el moreno rubia. Este procedimiento es el procedimiento de los tímidos; que desconfían de sí mismos... El otro procedimiento... (...) El otro procedimiento es el homeopático. Los semejantes se curan con los semejantes. Éste es el sistema de los satisfechos de su físico. El moreno con la morena, el rubio con la rubia. De manera que, si mi teoría es cierta, servirá para conocer a la gente. (...) Las proposiciones matemáticas y lógicas son únicamente las leyes de la inteligencia humana; pueden ser también las leyes de la naturaleza exterior a nosotros, pero no lo podemos afirmar. La inteligencia lleva como necesidades inherentes a ella, las nociones de causa, de espacio y de tiempo, como un cuerpo lleva tres dimensiones. Estas nociones de causa, de espacio y de tiempo son inseparables de la inteligencia, y cuando ésta afirma sus verdades y sus axiomas a priori, no hace más que señalar su propio mecanismo. Si ve un hombre gordo, moreno y chato, al lado de una mujer gorda, morena y chata, pues es un hombre petulante y seguro de sí mismo; pero el hombre gordo, moreno y chato tiene una mujer flaca, rubia y nariguda, es que no tiene confianza en su tipo ni en la forma de su nariz. "El árbol de la ciencia" (1911)

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Pío Baroja

Pío Baroja
  • 28 de diciembre de 1872
  • San Sebastián, Guipúzcoa, Euskadi, España
  • 30 de octubre de 1956
  • Madrid, España

Escritor, novelista, ensayista y dramaturgo español, autor de "La casa de Aitzgorri" (1900), "El mayorazgo de Labraz" (1903), "La busca" (1904), "Aurora Roja" (1905) y "El árbol de la ciencia" (1911).

Sobre Pío Baroja

Pío Baroja nace en una familia acomodada de San Sebastián (Euskadi), relacionada con el periodismo y los negocios de imprenta y estudia Medicina en Madrid, ciudad en la que vive la mayor parte de su vida.

En 1900 publica su primera obra, "Vidas sombrías", seguida por "La casa de Aitzgorri" (1900), primera novela de la trilogía "Tierra vasca", compuesta además por "El mayorazgo de Labraz" (1903) y "Zalacaín el aventurero" (1909).

Tiempo después, Pío Baroja expresa su individualismo anarquista y su filosofía pesimista con la trilogía "La vida fantástica", integrada por las obras "Aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox" (1901), "Camino de perfección" (1902) y "Paradox Rey" (1906).

Obtuvo notoriedad fuera de España con la trilogía "La lucha por la vida", una magnifica descripción de los bajos fondos de Madrid, formada por "La busca" (1904), "La mala hierba" (1904) y "Aurora roja" (1905).

En 1911 Pío Baroja publica una de sus mejores obras, "El árbol de la ciencia", tercera parte de la trilogía "La raza", antecedida por "La dama errante" (1908) y "La ciudad de la niebla" (1909).

Sus novelas, llenas de incidentes y personajes muy bien trazados, tienen un estilo abrupto, vívido e impersonal.

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