01. Creo que los que escribimos fábulas, pintamos o hacemos música somos de los pocos que queremos conservar al niño que llevamos dentro, somos de los pocos que queremos seguir jugando; no puedo desligar el concepto de juego del hecho de escribir, pintar o hacer música. Por eso creo que somos los que menos asesinamos a los niños los que creemos en fábulas y en sueños.
02. Como todos en estos tiempos, me da rabia la estupidez del ser humano, la incapacidad del ser humano de ser humano en vez de una mala bestia... Creo que a lo largo de la vida vamos matando poco a poco al niño que fuimos por pura supervivencia; vivimos en una jungla, y la jungla te obliga a ser perverso, mala gente y cínico para poder sobrevivir. Somos verdugos de nosotros mismos.
03. Me he educado con dos conceptos de la sensualidad completamente contrapuestos en la cabeza. En Filipinas, país tropical, está a flor de piel, y mi familia, que era muy liberal, entendía que el desnudo es un arte. Y luego, los curas en el colegio se pasaban el día tratando de sabotear los instintos sexuales naturales y consideraban que todo desnudo era pecado. De esa fricción entre algo que para unos era terrible y para otros maravilloso algo debió de salir.
04. Hayas aprendido lo que hayas aprendido, en la dirección en que tu curiosidad te haya querido llevar, llega un momento en la vida de cada uno de nosotros en el que te dicen que eso ya no vale para nada. Que tienes que ser un hijo de puta, intentar machacar al otro, destacar, ser rico, triunfador. Eso para mí es la necedad. ¿Qué tiene que ver eso con la vida? La vida no es eso, es otra cosa muy distinta. Es ser competente antes que competitivo. Es la necedad, no saber qué es el ser humano, la que nos ha llevado a este delirio de la economía que está en manos de terroristas financieros que tienen tanto dinero y tanto poder que quieren directamente comprar el mundo, aunque, para ello, tengan que arruinarlo antes.