La crítica tiene que limitarse a comparar y contrastar un hecho no con la idea, sino con otro hecho.
La revolución es guerra, la única en verdad legítima, justa y grande, entre cuantas ha conocido la historia.
La toma del poder debe ser obra de la insurrección; su meta política se verá después de que hayamos tomado el poder.
Sin aniquilar la organización económica basada en el intercambio es imposible poner fin a las colisiones internacionales.
El gobierno vacila. ¡Hay que acabar con él, cueste lo que cueste! Demorar la acción equivaldría a la muerte.
Cuando estrechaba la mano del monárquico francés, sabíamos de sobra que ambos sentiríamos una gran satisfacción viendo ahorcado al otro socio.
¡La crisis está madura! ¡Contemporizar se convierte en un crimen! ¡Hay que realizar inmediatamente la revolución y tomar el poder, de lo contrario todo se habrá perdido!
Ahora, desde que apareció "El Capital", la concepción materialista de la historia ha dejado de ser una hipótesis para convertirse en una tesis demostrada con argumentos científicos.
(..) La economía mercantil, que necesariamente origina la competencia entre los productores de mercancías, la desigualdad, la ruina de unos y el enriquecimiento de otros.
Karl Marx concibe el movimiento social como un proceso natural regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que, además, determinan su voluntad, su conciencia y sus intenciones.
¿Quién ignora que, al examinar cualquier fenómeno social en el proceso de su desarrollo, siempre se hallarán en él vestigios del pasado, bases del presente y gérmenes del futuro?
¿Por qué, al hablar del futuro, emplea Karl Marx el presente?, pregunta con aire triunfante nuestro filósofo. Puede usted, muy respetado crítico, mirar en cualquier gramática y verá que el presente se usa en lugar del futuro cuando este futuro es tenido por algo inevitable e indudable.