Frases de Zorba, el griego - 2

33. Haces girar el torno y el barro gira enloquecido, mientras tú, inclinado sobre él, te dices: haré un cántaro, haré un plato, haré una lámpara ¡O el demonio! Eso es lo que se llama ser hombre: ¡Libertad!


34. Era feliz y lo sabía. Mientras estamos viviendo una dicha, es raro que lo percibamos. Sólo cuando ya pasó y volvemos atrás la mirada, comprendemos de pronto -a veces con sorpresa- cuán felices hemos sido.


35. ¡Ésta es otra historia que no tiene fin! -decía a menudo Zorba, mientras ponía la marmita a la lumbre-. No sólo la mujer ¡Maldita sea!, es una historia que no acaba nunca; también la comida lo es.


36. Mar, dulzura del otoño, islas bañadas en luz, diáfano velo de garúa que cubre la inmortal desnudez de Grecia. Dichoso del hombre, iba yo pensando, al que antes de morirse le haya sido dado navegar por las egeas aguas.


37. Divina es la fuerza imperecedera que transforma la materia en espíritu. Cada hombre lleva en su interior una porción del divino torbellino y por obra de él consigue convertir el pan, el agua y la carne en pensamiento y en acción.


38. Pero tú, de natural orgulloso, debes de sentirte regocijado por tener ante ti fuerzas oscuras tan numerosas e invencibles: pues de tal modo tu empresa, al ser casi sin esperanza se hace más heroica y tu alma alcanza una grandeza más trágica.


39. ¡Conserva las distancias, patrón! No les permitas demasiado atrevimiento a los hombres, no les digas que todos somos iguales, que todos tenemos iguales derechos. Porque al instante patearán el derecho tuyo, te robarán el pan y dejarán que te mueras de hambre.


40. Los hombres, vistos desde mi soledad, aquí, no se me presentan como hormigas, sino, por lo contrario, como enormes monstruos, dinosaurios y pterodáctilos, que viven en una atmósfera saturada de ácido carbónico, entre una espesa podredumbre creadora. Una selva incomprensible, absurda y lamentable.


41. Cambian las caras, que se agostan y vuelven al polvo de donde salieron; otras reemplazan a las primeras y son reemplazadas a su vez. Un bailarín único, de innumerables semblantes, danza al correr de los siglos, en la flor de sus veinte años, inmortal.


42. Y tú me hablas de la patria... Comulgas con las ruedas de molino que encuentras en los libros. ¡Pobre inocente! A mí debes creerme. Mientras existan patrias seguirá el hombre siendo una bestia feroz... Pero yo ¡Gracias a Dios! Ya me he liberado ¡Eso terminó! ¿Y tú?


43. (...) Compasión por los griegos y por el barco, y por el mar, y por mí, y por la mina de lignito, y por el manuscrito de mi Buda, por todas esas vanidades hechas de sombra y de luz que de pronto agitan y maculan el aire puro.


44. Emprendí el camino del descenso....La mente intentaba en vano recoger los misteriosos mensajes que a veces logran abrirse paso por los cuerpos y llegar al alma. En lo íntimo de mi ser, la certidumbre inexplicable, más honda que la razón, enteramente animal, me embargaba de terror.


45. El decir las cosas a medias, ser bueno a medias, es causa de que el mundo ande a tumbos hoy en día. Marcha derecho hasta la meta, mísero hombre, pega fuerte, sin miedo, y vencerás. ¡Dios detesta mil veces más al semidiablo que al archidiablo!


46. La primera de mis teorías es ésta: las formas de las flores influyen en los colores que toman; el color influye en las propiedades de la flor. De tal modo, cada flor ejerce distinta acción en el cuerpo del hombre y, por lo tanto, en su alma.


47. Y cuando el cuerpo vuelve a ser polvo ¿Queda algo de lo que habíamos llamado alma? ¿O nada queda y aquella inextinguible sed nuestra de inmortalidad no se origina en que seamos inmortales, sino en que durante el breve instante en que alentamos sólo estuvimos al servicio de algo ignoto que es inmortal?


48. Tenía la convicción de que el punto más alto a que puede alcanzar el hombre no es el del Saber, ni el de la Virtud ni el de la Bondad, ni el de la Victoria, sino algo mucho más valioso, más heroico y desesperado; el sagrado Sentir de lo poético.


49. Palabras, de tono azul descolorido, vacías, suspensas en el aire. Agua destilada, perfectamente pura, sin microbios, pero también carente de sustancias nutritivas. Sin vida. Así como ocurre que en las religiones cuyo impulso creador ha muerto, los dioses no son sino motivos poéticos y adornos propios para alegrar la soledad de hombres y de paredes.


50. Permanecimos silenciosos junto al brasero, hasta muy entrada la noche. Comprendía yo nuevamente qué sencilla y frugal es la felicidad: un vaso de vino, una castaña, un mísero braserillo, el rumor del mar. Nada más. Y sólo se requiere, para comprender que en eso se halla la felicidad, un corazón igualmente sencillo y frugal.


51. A propósito, tengo que confesarte, patrón, una cosa que me da miedo, la única, y que no me deja en paz ni de día ni de noche: la cosa que me da miedo, patrón, es la vejez ¡Presérvenos el cielo de ella! La muerte no es nada, un ¡Pff! Y la candela se apaga. Pero la vejez es vergonzosa.


52. (...) No era esa vieja momificada y cubierta de afeites lo que en realidad veía ante él, sino la "especie hembra", como solía llamar a la mujer. La individualidad desaparecía, la cara se borraba; Joven o decrépita, hermosa o fea, no eran más que variantes sin importancia. Detrás de cada mujer se erguía, austero, sagrado, lleno de misterio, el rostro de afrodita.


53. ¡La mujer, caramba! ¿Cuántas veces he de decírtelo? La mujer es una eterna historia. Por ahora, tú eres como los jóvenes gallos que cubren a las gallinas en un periquete y luego hinchan el buche, se suben a un montón de estiércol y rompen a cantar fanfarroneando. No miran a la gallina, sino a la cresta. Entonces ¿Qué demonios pueden entender en materia de amor?


54. Muchos son los goces de este mundo: mujeres, frutas, ideas. Pero hender las aguas de este mar, en el tierno otoño, murmurando el nombre de cada isla, supera a toda otra alegría y abre en el corazón del hombre un paraíso. En ninguna otra región pasa uno tan serena, tan fácilmente, de la realidad al ensueño. Todo límite se sutiliza y en los mástiles de la más vetusta embarcación brotan ramilletes y racimos. Dijérase que aquí, en Grecia, el milagro es la flor de la necesidad.

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