Disfruta de estas 47 frases de "Vivir para contarla"... Apasionante relato donde el autor ofrece la memoria de sus años de infancia y juventud, aquellos en los que se fundaría el imaginario que daría lugar a algunos de los relatos y novelas más importantes.
Índice
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en las frases y pensamientos de "Vivir para contarla", de Gabriel García Márquez son: memorias, autobiografía, infancia, ser escritor, aprender a leer, luchar por un sueño, periodismo, vocación, macondo.
Frases de "Vivir para contarla"
01. Hay que sufrir para servir.
02. Su especialidad fueron siempre los problemas imposibles.
03. El que vende comida no se muere de hambre.
04. El miedo era un factor negativo para la salud sexual.
05. Era hombre de pocos amigos, pero los pocos eran muy buenos.
06. Las novelas no empiezan como uno quiere sino como ellas quieren.
07. No sé cómo escribes -me dijo-, pero ya hablas como escritor.
08. Los amaneceres del dormitorio tenían un sospechoso parecido con la felicidad.
09. Me quedaba más solo que la mano izquierda en la ciudad desocupada.
10. (...) El reportaje, que aprecio como el género estelar del mejor oficio del mundo.
11. Sabía lo que pensaba de cada uno por los cambios de su silencio.
12. Si no te metes con la política, la política terminará metiéndose contigo.
13. Las diferencias de fondo entre la vida y la literatura eran simples errores de forma.
14. Nada se comía en casa que no estuviera sazonado en el caldo de las añoranzas.
15. Necesité muchos años para no hacer distinciones prepotentes entre música buena y música mala.
16. Se puso a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro.
17. Es que la credibilidad, mi querido maestro, depende mucho de la cara que uno ponga para contarlo.
18. Se atrincheraron en sus gustos, sus creencias, sus prejuicios, y cerraron filas contra todo lo que fuera distinto.
19. La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor.
20. La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
21. Me tendí vestido en la cama, y sólo entonces sentí en el cuerpo el inmenso peso de estar vivo.
22. Con el talento y la belleza de la directora Rosa Elena Fergusson estudiar era algo tan maravilloso como jugar a estar vivos.
23. (...) La primera noche no pude soportar la envidia por mis vecinos de cuarto que hacían el amor como si fuera una guerra feliz.
24. Podrás llegar a ser un buen escritor -me dijo-, pero nunca serás muy bueno si no conoces bien a los clásicos griegos.
25. Con el tiempo y las posibilidades de tener buena música en casa, aprendí a escribir con un fondo musical acorde con lo que escribo.
26. Fue la única persona de la familia, de cualquier sexo, que no parecía tener atravesada en el corazón una pena de amor contrariado.
27. El sueldo diario me alcanzaba justo para pagar el cuarto, pero lo que menos me importaba en aquellos días era el abismo de la pobreza.
28. Con su inteligencia natural y su habla prodigiosa tenía la facultad inigualable de conocer el sitio justo en que las malas palabras recobran su estirpe cervantina.
29. El tedio de mis horas libres encontró remedio por una razón del corazón: el que no canta no puede imaginarse lo que es el placer de cantar.
30. Todo lo que suena es música, incluidos los platos y los cubiertos en el lavadero, siempre que cumplan la ilusión de indicarnos por dónde va la vida.
31. No nos fue posible encontrar otra historia como aquélla, porque no era de las que se inventan en el papel. Las inventa la vida, y casi siempre a golpes.
32. Gabito no engaña a nadie -le dijo ella con una sonrisa inocente-, lo que pasa es que a veces hasta Dios tiene que hacer semanas de dos años.
33. Hasta la adolescencia, la memoria tiene más interés en el futuro que en el pasado, así que mis recuerdos del pueblo no estaban todavía idealizados por la nostalgia.
34. Me costó mucho aprender a leer. No me parecía lógico que la letra m se llamara eme, y sin embargo con la vocal siguiente no se dijera emea sino ma.
35. Lo único cierto era que se llevaron todo: el dinero, las brisas de diciembre, el cuchillo del pan, el trueno de las tres de la tarde, el aroma de los jazmines, el amor.
36. Me sentía viviendo un sueño, pues no había aspirado a la beca porque quisiera estudiar, sino por mantener mi independencia de cualquier otro compromiso, en buenos términos con la familia.
37. En cambio, no volví a escuchar a Mozart durante años, desde que me asaltó la idea perversa de que Mozart no existe, porque cuando es bueno es Beethoven y cuando es malo es Haydn.
38. En tiempos de grandes calores, cuando se abrían los balcones para que entrara el fresco de los parques, se oían las ráfagas de las conversaciones más íntimas con una resonancia fantasmal.
39. La realidad es que no entendía por qué debía sacrificar ingenio y tiempo en materias que no me conmovían y por lo mismo no iban a servirme de nada en una vida que no era mía.
40. Aun entonces seguía siendo un lector insaciable sin ninguna formación sistemática. Sobre todo de poesía, aun de la mala, pues en los peores ánimos estuve convencido de que la mala poesía conduce tarde o temprano a la buena.
41. (...) La única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética.
42. En ese tono es fácil imaginarse cuál sería la sorpresa de Luisa Santiaga una noche de baile en la que el telegrafista atrevido se quitó la flor que llevaba en el ojal de la solapa, y le dijo: -Le entrego mi vida en esta rosa.
43. Si la poesía no sirve para apresurarme la sangre, para abrirme de repente ventanas sobre lo misterioso, para ayudarme a descubrir el mundo, para acompañar a este desolado corazón en la soledad y en el amor, en la fiesta y en el desamor, ¿Para qué me sirve la poesía?
44. Hoy es incontable el número de entrevistas de que he sido víctima a lo largo de cincuenta años y en medio mundo...La inmensa mayoría de las que no he podido evitar sobre cualquier tema deberán considerarse como parte importante de mis obras de ficción, porque sólo son eso: fantasías sobre mi vida.
45. La isla del tesoro y El conde de Montecristo, fueron mi droga feliz en aquellos años pedregosos. Los devoraba letra por letra con la ansiedad de saber qué pasaba en la línea siguiente y al mismo tiempo con la ansiedad de no saberlo para no romper el encanto. Con ellos, como con Las mil y una noches, aprendí para no olvidarlo nunca que sólo deberían leerse los libros que nos fuerzan a releerlos.
46. De modo que para nosotros, los aborígenes de todas las provincias, Bogotá era la capital del país y la sede del gobierno, pero sobre todo era la ciudad donde vivían los poetas. No sólo creíamos en la poesía, y nos moríamos por ella, sino que sabíamos con certeza -como lo escribió Luis Cardoza y Aragón- que "la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre".
47. La geometría fue más compasiva tal vez por obra y gracia de su prestigio literario. La aritmética, por el contrario, se comportaba con una simplicidad hostil. Todavía hoy, para hacer una suma mental, tengo que desbaratar los números en sus componentes más fáciles, en especial el siete y el nueve, cuyas tablas no pude nunca memorizar. De modo que para sumar siete y cuatro le quito dos al siete, sumo el cuatro al cinco que me queda y al final vuelvo a sumar el dos: ¡Once!