Frases de Sula

Sula

28 frases de Sula (Sula) de Toni Morrison... Portentoso retrato del poder de lo femenino en una comunidad pobre y rural de negros, donde las mujeres reinan como madres, hechiceras y depositarias de la tradición oral.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Toni Morrison son: racismo, sexualidad, valor de la amistad, condición de la mujer, bruja, feminismo, ambientada en ohio, soledad, dolor, vida rural, cultura afroamericana, raices, maternidad, búsqueda de la identidad, primer amor, traición, libertad de elección.

Frases de Toni Morrison Libros de Toni Morrison

Frases de Sula Toni Morrison

01. Cuando manda el hombre blanco, no hay nada bueno.


02. (...) Y, como todo artista sin forma artística, se volvió peligrosa.


03. Cuanto más estrechas sus vidas, más anchas sus caderas


04. ¡Si puedo hacerlo todo! ¿Por qué no habría de poder tenerlo todo?


05. No quiero hacer a nadie más, me quiero hacer a mí misma.


06. El fuego del infierno no necesita que nadie lo encienda y ya te está quemando por dentro...


07. Es un absoluto golpe de suerte echar de menos a alguien mucho antes de que te deje.


08. No tenía ambición, no tenía avaricia, no competía, ayudaba a otros a definirse.


09. Ser bueno con alguien es lo mismo que ser malo con alguien. Un riesgo. No se recibe nada a cambio.


10. El dolor más viejo y devastador que hay: no el dolor de la infancia, sino el recuerdo de ella.


11. El buen gusto estaba fuera de lugar cuando se trataba de la muerte, que constituía la esencia del mal gusto.


12. ¿Cuándo piensas casarte? Tienes que tener niños. Eso te calmará. -No quiero hacer otras personas. Quiero hacerme a mí misma.


13. Cada vez que repetía la palabra yo, sentía acumularse dentro de ella algo parecido a una fuerza, a una alegría, a un miedo.


14. (...) Pero mi soledad es mía. La tuya en cambio pertenece a otro. Otro la creó y te la entregó. ¿No tiene gracia? Una soledad de segunda mano.


15. Allí, en el centro de ese silencio, encontraba no la eternidad, sino la muerte del tiempo, y una soledad tan profunda que la palabra misma perdía todo sentido.


16. En aquel lugar donde arrancaron de raíz las matas de beleño y de zarzamora para hacerle sitio al campo de golf de Medallion City, había un barrio.


17. No sentía ninguna obligación de complacer a nadie, a menos que su placer le complaciese a ella...Quería tanto recibir como dar dolor, sentir placer como darlo: su vida era experimental.


18. Había olvidado cuán profundamente podía sacudirla a una la risa. Una experiencia tan distinta del surtido de risitas y sonrisas con que había aprendido a contentarse en los últimos años.


19. Todas las mujeres negras de este país están haciendo lo mismo que yo: morirse. Pero la diferencia es que yo estoy muriendo como una sequoia y ellas como un tocón. De verdad: yo viví en este mundo.


20. (...) Porque con su ida, él le había dejado nada aparte de su impresionante ausencia. Una ausencia tan decorativa, tan ornamental, que era difícil entender cómo alguna vez pudo sobrellevar, sin morirse, su magnífica presencia. (... ) ¿Lo habría alucinado? Tenía que buscar evidencia de lo contrario.


21. Su amistad fue tan intensa como repentina. Encontraron solaz en sus mutuas personalidades. Aunque ambas eran criaturas desdibujadas, informes, Nel parecía más fuerte y más consciente que Sula, de quien prácticamente no cabía esperar que mantuviera ninguna emoción durante más de tres minutos seguidos.


22. De vez en cuando ella miraba a su alrededor en busca de pruebas tangibles de que él había estado alguna vez allí. ¿Dónde estaban las mariposas? , ¿Y las moras? , ¿Y el silbato de caña? Imposible encontrar nada, pues él no había dejado nada, aparte de su desconcertante ausencia.


23. Ni siquiera sabía su nombre. Y si no sabía su nombre, entonces no supe nada y jamás he sabido absolutamente nada, puesto que lo único que quería saber era su nombre, y cómo no iba a dejarme ajando, había estado haciendo el amor con una mujer que ni siquiera sabía su nombre.


24. Pensó en las veces que se había asomado a las ventanas de todos esos trenes y autobuses, las veces que había mirado los pies y las espaldas de todas esas gentes. Nada cambiaba nunca. Eran todos iguales. Todas las palabras y todas las sonrisas, cada lágrima y cada broma eran sólo una forma de hacer algo.


25. Ninguno sería jamás esa versión de sí misma que anhelaba tocar y acariciar con una mano no enguantada. Sólo existían sus propios humores y caprichos y, puesto que no había nada más allá, decidió dirigir hacia allí su mano desnuda, descubrirlos y dejar que los demás intimasen tanto con su propio yo como ella con el suyo.


26. El sentido del mal consistía en sobrevivir a él y estaban decididos (sin haber sido conscientes jamás de haberse hecho ese propósito) a sobrevivir a las inundaciones, a los blancos, a la tuberculosis, al hambre y a la ignorancia. Conocían bien la rabia, pero no la desesperación, y no lapidaban a los pecadores por la misma razón que no se suicidaban: estaban por encima de esas cosas.


27. Todas esas ciudades albergaban a personas iguales, que trabajaban los mismos meses del año y sudaban el mismo sudor. Los hombres que la habían llevado a uno u otro de esos lugares se habían confundido en una sola gran personalidad: las mismas palabras de amor, los mismos pasatiempos del amor, el mismo enfriamiento del amor. Cada vez que introducía sus pensamientos privados en sus roces o movimientos, apartaban los ojos. Sólo le enseñaban trucos amorosos; sólo la hacían participar de preocupaciones; sólo le daban dinero. Mientras tanto, ella buscaba un amigo y tardó un tiempo en descubrir que un amante no era un compañero y que jamás podría serlo... Para una mujer.


28. Se metía en la cama con un hombre tan a menudo como podía. Era el único lugar donde podía encontrar lo que buscaba: sufrimiento y capacidad de sentir un profundo pesar. No siempre había sido consciente de que lo que anhelaba era la tristeza. Al principio, el acto del amor le parecía la creación de una forma especial de alegría. Creía que le gustaba la parte fuliginosa del acto sexual y su comedia; se reía mucho durante los rudos preliminares y rechazaba a los amantes que consideraban el sexo como algo sano o hermoso. La estética sexual la aburría. Aunque no creía que el acto sexual fuese feo (la fealdad también la aburría), le gustaba verlo como algo perverso. Pero, a medida que fueron multiplicándose sus experiencias, comprendió que no sólo no era perverso sino que tampoco tenía necesidad de invocar la idea de perversión para poder participar plenamente.

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