15. (...) Un universo online maleable al que todo el mundo podía acceder vía Internet, a través del ordenador que tuvieran o de la consola de videojuegos. Era posible conectarse y escapar al instante de la monotonía de la vida cotidiana. Cualquiera podía crear una identidad totalmente nueva de sí mismo, con un control absoluto sobre su propio aspecto y sobre la imagen ante los demás.
16. A mí las elecciones no me importaban lo más mínimo; no les veía sentido. Del gran país de antaño en el que yo había nacido sólo quedaba el nombre. No importaba quién lo gobernara. Eran personas que se dedicaban a cambiar de asientos en la cubierta del Titanic, y todo el mundo lo sabía. Además, la gente ya podía votar desde casa, vía Oasis. Las únicas personas que podían salir elegidas eran estrellas de cine, personajes de reality shows o telepredicadores radicales.
17. Siguió hablando, contándome cómo llegó a conocerme, y yo me di cuenta de que, de hecho, ya nos conocíamos, al menos tanto como pueden conocerse dos personas. Manteníamos contacto desde hacía años, compartíamos un grado muy elevado de intimidad. Nuestra conexión se había establecido a un nivel puramente mental. Yo la comprendía, confiaba en ella y la apreciaba como amiga. Nada de todo eso había cambiado, ni cambiaría por algo tan circunstancial como era el sexo, el color de la piel o la orientación sexual.
18. La aplicación también controlaba mi ingesta diaria de calorías. Me presentaba un menú variado a escoger, basado en alimentos hipocalóricos. Una vez realizada la elección, el programa lo encargaba y los platos llegaban a mi puerta. Como yo no salía nunca de mi apartamento, al programa le resultaba fácil controlar todo lo que comía. Si yo pedía más comida por mi cuenta, el tiempo de ejercicio físico aumentaba automáticamente, para compensar el exceso de calorías. Se trataba, en efecto, de un software sádico. Pero funcionaba.
19. Seguramente te estarás preguntando qué pasó antes de que tú llegaras hasta aquí. Pues un montón de cosas horribles, realmente. Una vez que evolucionamos hasta convertirnos en seres humanos, las cosas se pusieron bastante interesantes. Se nos ocurrió la manera de cultivar la comida y de domesticar animales para no tener que ir continuamente de un lado a otro. Nuestras tribus se hicieron mucho mayores y entonces nos extendimos por el planeta como un virus imparable. Y luego, tras combatir en unas cuantas guerras unos contra otros por el control de las tierras, los recursos y nuestros dioses inventados, logramos organizar nuestras tribus en una "civilización global".
20. Como no quería que creyera que era un imbécil superficial, le solté, impulsivamente, lo que siempre había soñado hacer si ganaba, cosa que nunca le había dicho a nadie. -Me haría construir, en la órbita terrestre, una nave espacial interestelar alimentada por energía nuclear -dije-. La llenaría de alimentos y agua para toda una vida, añadiría una biosfera autosostenible y un superordenador cargado con todas las películas, libros, canciones, videojuegos y obras de arte creadas por la civilización humana, además de una copia autónoma de Oasis. Invitaría a algunos de mis mejores amigos a subir a bordo, junto con un equipo de médicos y científicos, y pondríamos "Saldríamos a toda pastilla". Abandonaríamos el sistema solar y nos dedicaríamos a buscar algún planeta parecido a la Tierra.
21. Movido por la soledad, la curiosidad y la ebullición de mis hormonas adolescentes, había adquirido una mtac de gama media, la uberbetty háptica, pocas semanas después de que art3mis hubiera dejado de hablarme. Tras pasar varios días muy improductivos en el interior de un burdel autónomo simulado llamado el pleasuredome, me había desprendido de ella, por una combinación de vergüenza y de instinto de conservación. Había malgastado miles de créditos, había perdido una semana entera de trabajo y estaba a punto de abandonar la búsqueda del huevo, cuando me enfrenté a la dura constatación de que el sexo virtual, por más realista que fuera, no era más que una forma de masturbación glorificada y asistida por ordenador. Yo, en el fondo, seguía siendo virgen, seguía viviendo solo en una habitación oscura, y lo que hacía era tirarme a un robot lubricado. De modo que me deshice de la mtac y volví a cascármela como se había hecho siempre.