Frases de Plenilunio

Plenilunio

13 frases de Plenilunio de Antonio Muñoz Molina... En una ciudad de provincias alguien con un rostro soluble en los demás rostros esconde el enigma de un espantoso crimen. En torno a la búsqueda, varios personajes sueñan durante un instante con dar un nuevo sentido a sus vidas.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Antonio Muñoz Molina son: obsesión, miedos, asesinato múltiple, misterio, ficción con policías, terrorismo, violación, feminicidio, pederasta, ambientada en españa, psicópata, historia de amor.

Frases de Antonio Muñoz Molina

Frases de Plenilunio Antonio Muñoz Molina

01. ¿Cómo puede haber alguien tan cruel? ¿Cómo puede uno marcar fríamente un teléfono sabiendo que va a torturar a unas personas que ya están deshechas?


02. A estos les pasa como a los terroristas. En el fondo les colma la vanidad ver sus hazañas en la prensa. He conocido a algunos que guardaban recortes pegados en álbumes, como los artistas.


03. Se había hundido súbitamente en un precipicio, en un foso de invisibilidad y de espanto nocturno, y cuando la encontraron en el terraplén fue como si hubiera sido tragada por el mar y luego devuelta a una orilla lejana, descoyuntada y desnuda, tan solo con los calcetines puestos, lívida y rígida bajo la claridad de la luna nena, en la que se recortaban con absoluta precisión las sombras de los pinos.


04. No he sido valiente todos estos años, cuando pensaba que tema dominado el miedo y que no me importaba mucho que me mataran, era que no conocía la diferencia entre estar vivo y estar muerto.


05. Daban miedo las palabras, y para eludirlo se buscaban otras, pero enseguida el miedo volvía a inocularse en ellas, y había que abandonarlas otra vez, sustituyéndolas por otras, por palabras no usadas con las que pudieran comerciar más fácilmente la cobardía o la mentira, la coacción, el disimulo.


06. (...) En que laberintos se extraviaban los sentimientos de los hombres y de las mujeres, en virtud de qué ley se convertían alternativamente en ángeles y ejecutores, en verdugos y víctimas los unos de los otros, monótonamente, sin aprendizaje ni des canso, sin que les sirviera de nada la experiencia del dolor ni los desalentara nunca por completo la repetición del fracaso.


07. Con una nostalgia de paternidad imposible el cura pensaba que tal vez uno nunca puede ver plenamente como adulto a alguien cuya infancia presencio y sigue recordando, y que la verdadera memoria de los primeros años de la vida nunca le pertenece a uno mismo, sino a quienes lo conocieron, a quienes lo educaron y lo vieron crecer.


08. A lo mejor es más fácil no olvidar si se han tenido hijos. Si ellos existen no puedes borrar por completo el pasado. Lo estás viendo todos los días en la cara de tu hijo. Si él está en el mundo, aquel tiempo y los errores que cometiste tienen una justificación.


09. Había algo más que lo separaba de los otros: miraba desde más hondo, desde más lejos, y si a los demás con solo mirarlos a los ojos de una vez ya se sabía tediosamente lo que buscaban y lo que eran, en este todo quedaba oculto, como el fondo de un pozo o de un túnel cuyo final no se ve.


10. En el norte, a las matanzas de los pistoleros personas dignas de todo respeto les llamaban lucha armada, y al terrorismo, abstractamente, violencia, y un disparo en la cabeza de alguien era una acción. De un modo parecido, su mujer no estaba internada en un manicomio, y ni siquiera en un sanatorio, sino en una residencia, pero la residencia estaba en el mismo lugar y llevaba el mismo nombre que el antiguo manicomio.


11. Un día el inspector vio su propia cara en el telediario, tomada de muy cerca, con su nombre y su cargo escritos en la parte baja de la pantalla, como si quedara alguna duda, y se irritó mucho y se alarmó más de lo que él mismo estaba dispuesto a reconocer... Se preguntó si alguna de esas imágenes las estaría viendo alguno de los que le enviaban anónimos cuando vivía en el norte.


12. Casi sin darse cuenta había empezado a acariciarla mientras hablaban en voz baja, tan lentamente como ella entraba en calor, los pies muy fríos enredados a los suyos, y al ir siguiendo con los dedos ahora más sensitivos y audaces el tacto de la piel y las sinuosidades ya familiares que buscaba y reconocía luego con los labios, volvió a acordarse, ahora sin miedo ni vergüenza, solo con dulzura, casi con agradecimiento, de sus sueños eróticos de los catorce años, y le pareció que la veía a ella como era ahora mismo y como había sido la primera vez que unos ojos masculinos la vieron desnuda. Lo perdía todo, se despojaba de todo, igual que al desnudarse ella había dejado caer al suelo las bragas y el sujetador y se había aproximado a él como emergiendo de las prendas abandonadas e inútiles, caídas a sus pies con un rumor de gasa. No había urgencia, ni incertidumbre, ni ademanes de fiebre o de ansiosa brutalidad. La. Veía moverse oscilando, erguida, acomodándose despacio encima de él, el pelo sobre la cara, mezclado con la sombra, los hombros hacia atrás, las dos manos que le sujetaban con fuerza los muslos. Desfallecieron los dos en la misma oleada densa de dulzura, que él fue percibiendo como si le llegara des de lejos, anunciada, indudable, desconocida, duradera y lenta, no extinguida todavía después del final, cuando se quedaron quietos los dos y ella se desprendió poco a poco de él mientras iba dejándose caer a su lado.


13. El tránsito de la estación sorprendió a la ciudad como la salida de un túnel al final del cual apareciera un paisaje desconocido.

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