Frases de El camino

El camino

31 frases de El camino de Miguel Delibes... Daniel intuye que su lugar está en la aldea, junto a su gente, pero su padre quiere que vaya a la ciudad a estudiar. Durante la noche que precede a la partida Daniel evocará sus recuerdos más preciados.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Miguel Delibes son: mayoría de edad, vida rural, prejuicios, valor de la amistad, felicidad, recuerdos, amor por la naturaleza, conciencia de la muerte, suicidio, amor platónico.

Frases de Miguel Delibes

Frases de El camino Miguel Delibes

01. Aparentaba caminar bajo el peso de un fardo invisible que la obligaba a encorvarse por la cintura. Eran, sin duda, los remordimientos.


02. Los muertos eran tierra y volvían a la tierra, se confundían con ella en un impulso directo, casi vicioso, de ayuntamiento.


03. Quino se acercó a ella sugestionado más que enamorado. Su natural tendencia le inclinaba a las hembras rollizas, de formas calientes, caídas por su propio peso, y exuberantes. Concretamente, hacia mujeres como la Josefa, duras, densas y apelmazadas. Pero Quino, el Manco, reflexionaba así: "En las ciudades, los señoritos se casan con las hembras flacas. Algo especial tendrán las flacas cuando los señoritos que tienen estudios y talento, las buscan así". Y se arrimó a la Mariuca porque era flaca. A los pocos días, sí se enamoró. Se enamoró ciegamente de ella porque tenía la mirada triste y sumisa como un corderillo y la piel azulada y translúcida como la porcelana. Se entendieron. A la Mariuca le gustaba Quino, el Manco, porque era su antítesis: macizo, vigoroso, corpulento y con unos ojos agudos y punzantes como bisturíes.


04. Pensó que la historia podría repetirse, y durmió arrullado por la sensación de que le envolvían los efluvios de una plácida y extraña dicha.


05. Le dolía que los hechos pasasen con esa facilidad a ser recuerdos; notar la amarga sensación de que nada, nada de lo pasado, podía volver a repetirse.


06. Había motivos para estar triste y para desesperarse y para desear morir, y algo notaba él que se desgajaba amenazadoramente en su interior, aunque el Sol brillase eternamente, aunque cantasen preciosos los pájaros en el exterior; nada podía consolarle, nada le daba las suficientes fuerzas para seguir.


07. La vía del tren y la carretera dibujaban, en la hondonada, violentos y frecuentes zigzags; a veces se buscaban, otras se repelían, pero siempre, en la perspectiva, eran como dos blancas estelas abiertas entre el verdor compacto de los prados y los maizales.


08. La gente en seguida arremete contra los niños, aunque muchas veces el enojo de los hombres proviene de su natural irritable y suspicaz y no de las travesuras de aquéllos.


09. (...) El cura, dijo entonces que cada cual tenía un camino marcado en la vida y que se podía renegar de ese camino por ambición y sensualidad y que un mendigo podía ser más rico que un millonario en su palacio, cargado de mármoles y criados.


10. Cada individuo del pueblo preferiría morirse antes que mover un dedo en beneficio de los demás. La gente vivía aislada y sólo se preocupaba de sí misma. Y a decir verdad, el individualismo feroz del valle sólo se quebraba las tardes de los domingos, al caer el sol.


11. Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después, los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa.


12. El valle... Aquel valle significaba mucho para Daniel, el Mochuelo. Bien mirado, significaba todo para él. En el valle había nacido y, en once años, jamás franqueó la cadena de altas montañas que lo circuían. Ni experimentó la necesidad de hacerlo siquiera. A veces, Daniel, el Mochuelo, pensaba que su padre, y el cura, y el maestro, tenían razón, que su valle era como una gran olla independiente, absolutamente aislada del exterior. Y, sin embargo, no era así; el valle tenía su cordón umbilical, un doble cordón umbilical, mejor dicho, que le vitalizaba al mismo tiempo que le maleaba: la vía férrea y la carretera. Ambas vías atravesaban el valle de sur a norte, provenían de la parda y reseca llanura de Castilla y buscaban la llanura azul del mar. Constituían, pues, el enlace de dos inmensos mundos contrapuestos. En su trayecto por el valle, la vía, la carretera y el río -que se unía a ellas después de lanzarse en un frenesí de rápidos y torrentes desde lo alto del Pico Rando- se entrecruzaban una y mil veces, creando una inquieta topografía de puentes, túneles, pasos a nivel y viaductos. En primavera y verano, Roque, el Moñigo, y Daniel, el Mochuelo, solían sentarse, al caer la tarde, en cualquier leve prominencia y desde allí contemplaban, agobiados por una unción casi religiosa, la lánguida e ininterrumpida vitalidad del valle.


13. Tenía la niña un grave gesto adosado a sus facciones pueriles.


14. Algo se marchitó en él: quizás la fe en la perennidad de la infancia.


15. Las ingentes montañas, con sus recias crestas recortadas sobre el horizonte, imbuían una irritante impresión de insignificancia.


16. Cada uno mira demasiado lo propio y olvida que hay cosas que son de todos y que hay que cuidar.


17. El ahorro, cuando se hace a costa de una necesidad insatisfecha, ocasiona en los hombres acritud y encono.


18. El poder de decisión le llega al hombre cuando ya no le hace falta para nada.


19. Daniel aceptó este hecho con la resignación con la que se aceptan las cosas ineluctables.


20. Nadie es capaz de señalar el lugar del cerebro donde se generan las buenas ideas.


21. Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en la lengua.


22. Advirtió que los niños tienen ineluctablemente la culpa de aquellas cosas de las que no tiene la culpa nadie.


23. Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.


24. El pelo rojo podía ser, en efecto, un motivo de longevidad o, por lo menos, una especie de amuleto protector.


25. La vida era el peor tirano conocido.


26. Era todo como un sueño, doloroso y punzante en su misma saciedad.


27. Vivir era ir muriendo día a día, poquito a poco, inexorablemente.


28. Y ponían en sus recuerdos unas notas de palpitante realidad.


29. Hay cosas que la voluntad humana no es capaz de controlar.


30. Los hombres se hacen; las montañas están hechas ya.


31. Cuando la vida le agarra a uno, sobra todo poder de decisión.

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