Frases de Memorias de Adriano

Memorias de Adriano

48 frases de Memorias de Adriano (Mémoires d'hadrien) de Marguerite Yourcenar... Adriano, emperador de Roma, envejecido, enfermo del corazón e inmerso en la soledad, le escribe a su amigo Marco y se cuestiona si ha merecido la pena abandonar la posibilidad de ser feliz por mantener el poder absoluto.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Marguerite Yourcenar son: imperio romano, vejez, soledad, ambición de poder, felicidad, ficción histórica, búsqueda de conocimiento, ejercicio del poder.

Frases de Marguerite Yourcenar Libros de Marguerite Yourcenar

Frases de Memorias de Adriano Marguerite Yourcenar

01. Pero los escritores mienten, aun los más sinceros.


02. (...) Nada es más lento que el verdadero nacimiento de un hombre.


03. Todo ser que haya vivido la aventura humana, vive en mí.


04. Vuelvo a pensar en ti y te vuelvo a olvidar.


05. Mis primeras patrias fueron los libros. Y, en menor grado, las escuelas.


06. Casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego.


07. La inteligencia serena, la perfecta honradez de Jenofonte le servían desde entonces de modelo.


08. La victoria y la derrota se mezclaban, confundidas, rayos diferentes de la misma luz solar.


09. Cuerpo, compañero, juntos nos moriremos. No puedo no querer la sombra que tenemos, no apresar con ella el resplandor de un verso.


10. He llegado a la edad en que la vida, para cualquier hombre, es una derrota aceptada.


11. Lo esencial es que el hombre llegado al poder haya probado luego que merecía ejercerlo.


12. El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente.


13. Un hombre que lee, que piensa o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos llega a escapar a lo humano.


14. No sabía que el dolor contiene extraños laberintos por los cuales no había terminado de andar.


15. De cada arte practicado en su tiempo, extraigo un conocimiento que me resarce en parte de los placeres perdidos.


16. Pocos hombres aman durante mucho tiempo los viajes, esa ruptura perpetua de los hábitos, esa continua conmoción de todos los prejuicios.


17. Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre.


18. La posibilidad de quitarse la máscara en todas las ocasiones es una de las raras ventajas que reconozco a la vejez.


19. Había olvidado que ciertos seres modifican los límites del destino, cambian la historia.


20. No desprecio a los hombres. Si así fuera no tendría ningún derecho, ninguna razón para tratar de gobernarlos.


21. ¿Por qué mi espíritu, aun en sus mejores días, sólo posee una parte de los poderes asimiladores de un cuerpo?


22. Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes.


23. Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.


24. No es indispensable que el bebedor abdique de su razón, pero el amante que conserva la suya no obedece del todo a su dios.


25. (...) Olvidaba que en todo combate entre el fanatismo y el sentido común, pocas veces logra este último imponerse.


26. El deseo de detallar exactamente las riquezas que nos aporta cada nuevo amor, de verlo cambiar, envejecer quizá, no se concilia con la multiplicidad de las conquistas.


27. Los seres humanos confiesan sus peores debilidades cuando se asombran de que un amo del mundo no sea de una estúpida indolencia, presunción o crueldad.


28. [Sobre el amor] De todos nuestros juegos, es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo.


29. Quería el poder. Lo quería para imponer mis planes, ensayar mis remedios, restaurar la paz. Sobre todo lo quería para ser yo mismo antes de morir.


30. Cada uno de nosotros posee más virtudes de lo que cree, pero sólo el éxito las pone de relieve, quizá porque entonces se espera que dejemos de manifestarlas.


31. La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública; toda licencia demasiado visible me ha hecho siempre el efecto de una ostentación de mala ley.


32. (...) Suelo pensar en la hermosa inscripción que Plotina había hecho grabar en el umbral de la biblioteca creada por sus afanes en pleno foro de Trajano: Hospital del alma.

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