22. Todo era nuevo. Su sensibilidad, sus gustos, su posición, todo les llevaba hacia cosas que habían ignorado siempre. Prestaban atención a cómo vestían los demás; observaban en los escaparates los muebles, los bibelots, las corbatas; soñaban ante los anuncios de los agentes inmobiliarios.
23. (...) Tendrían que haberles pertenecido desde siempre, y ellos habrían multiplicado los signos de su posesión. Pero estaban condenados a conquistarlos: podían hacerse cada vez más ricos; Lo que no podían era haberlo sido siempre. Les hubiera gustado vivir en medio del confort, de la belleza.
24. Soñaban con abandonar su trabajo, dejarlo todo, irse a la aventura. Soñaban con partir de cero, volver a empezarlo todo sobre bases nuevas. Soñaban con rupturas y adioses.
25. Eran "hombres nuevos", jóvenes ejecutivos a quienes no habían salido aún todos los dientes, tecnócratas a medio camino del éxito. Procedían, casi todos, de la pequeña burguesía, y sus valores, pensaban, no les bastaban ya: miraban con anhelo, con desesperación, el confort evidente, el lujo, la perfección de los grandes burgueses.
26. Les habría gustado vivir con comodidad, rodeados de belleza. Pero exclamaban, admiraban, y ésta era la prueba más clara de que no vivían así. Les faltaba la tradición -en el sentido más despreciable del término, acaso-, y la evidencia, el verdadero gozo, implícito e inmanente, ese gozo que va acompañado de una felicidad del cuerpo, mientras que el suyo era un placer cerebral.
27. Su vida en París se estancaba. No avanzaban ya. Y a veces se imaginaban -superándose sin cesar uno a otro con aquel lujo de detalles falsos que marcaba cada uno de sus sueños- como pequeñoburgueses de cuarenta años, él, animador de una red de ventas a domicilio, (...) , ella, buena ama de casa, y su pisito limpio, su cochecito, la pensioncita donde pasarían todas sus vacaciones, el televisor.
28. En el mundo en que vivían, era casi de rigor desear siempre más de lo que se podía adquirir. No eran ellos quienes lo habían decretado; era una ley de la civilización. (...) En nuestros días y en nuestros países cada vez hay más personas que no son ni ricas ni pobres: sueñan con riquezas y podrían hacerse ricas: ahí es donde empiezan sus desgracias.
29. Les habría gustado ser ricos. Creían que habrían sabido serlo. Habrían sabido vestir, mirar, sonreír como la gente rica. Habrían tenido el tacto, la discreción necesaria. Habrían olvidado su riqueza, habrían sabido no exhibirla. No se habrían vanagloriado de ella. La habrían respirado. Sus places habrían sido intensos. Les habría gustado andar, vagar, elegir, apreciar. Les habría gustado vivir. Su vida habría sido un arte de vivir.
30. Esta ausencia de simplicidad, casi de lucidez, era característica. La comodidad -sin duda esto era lo más grave- les faltaba terriblemente. No la comodidad material, objetiva, sino cierta desenvoltura, cierto relajamiento. Tenían tendencia a sentirse excitados, crispados, ávidos, casi envidiosos. Su amor al bienestar, a estar mejor, se traducía la mayor parte del tiempo en un proselitismo necio: entonces peroraban mucho rato, ellos y sus amigos, sobre la genialidad de una pipa o de una mesa baja, hacían de ellas objetos de arte, piezas de museo.
31. Se entusiasmaban con proyectos de vacaciones, de viajes, de apartamento, y luego los destruían rabiosamente: les parecía que su vida más real se revelaba en su verdadero aspecto como algo inconsistente, inexistente. Entonces se callaban, y su silencio estaba lleno de rencor; odiaban a la vida y, en ocasiones, tenían la debilidad de odiarse mutuamente; pensaban en sus estudios frustrados, en sus vacaciones sin alicientes, en su vida mediocre, en su apartamento abarrotado, en sus sueños imposibles. Se miraban, y se encontraban feos, mal vestidos, sin soltura, malhumorados. A su lado, por la calle, los automóviles se deslizaban lentamente. En las plazas, los anuncios luminosos se encendían y se apagaban. En las terrazas de los cafés, las gentes parecían peces satisfechos. Odiaban al mundo. Regresaban a su casa, a pie, cansados. Se acostaban sin decirse una palabra.