8 frases de La sombra de la sirena (Sjöjungfrun) de Camilla Läckberg... Un hombre desaparece en Fjällbacka sin dejar rastro. Al cabo de tres meses, lo encuentran finalmente congelado en el hielo. Todo se complica cuándo aparecen cartas anónimas plagadas de amenazas.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Camilla Läckberg son: asesinato, odio, ficción sobre escritores, amenazas, cartas anónimas, investigador, ficción con policías, mentiras.
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Frases de La sombra de la sirena Camilla Läckberg
01. La mejor mentira era aquella que contenía cierta dosis de verdad.
02. Había mujeres tan fuertes que nada podía quebrarlas. Vencerlas sí, pero quebrarlas, nunca.
03. Cuando corría, sentía la vida dentro de sí. No se le ocurría otra forma mejor de explicarlo.
04. Existía una especie de justicia bíblica de la que no podía defenderse. Ojo por ojo, diente por diente.
05. Nunca lo sabe uno todo acerca de otra persona. Ni siquiera de la persona con la que vivimos y a la que queremos.
06. Y solo eso hizo sonar la alarma. Porque uno siempre desvela algún detalle sobre su persona en las conversaciones, siempre ofrece información fragmentaria sobre su pasado y sobre cómo se ha convertido en la persona que es.
07. ¡Pero si ya han pasado tres meses! ¿Cómo es que no lo encontráis? Patrik Hedström observaba a la mujer que tenía delante. Se la veía más cansada y mustia cada vez que pasaba por allí. Y acudía a la comisaría de Tanumshede todas las semanas. Todos los miércoles. Desde un día de principios de noviembre en que desapareció su marido. –Hacemos todo lo que está en nuestra mano, Cia. Ya lo sabes. La mujer asintió sin pronunciar palabra. Le temblaban las manos levemente en el regazo. Luego lo miró con los ojos llenos de lágrimas. No era la primera vez que Patrik presenciaba aquella escena.
08. La casa estaba desierta y vacía. El frío penetraba por todos los rincones. En la bañera se había formado una fina membrana de hielo. Y ella había empezado a adquirir un ligero tono azulado. Pensó que, así tumbada, como estaba, parecía una princesa. Una princesa de hielo. El suelo sobre el que se sentaba estaba helado, pero el frío no lo preocupaba. Extendió el brazo y la tocó. La sangre de sus muñecas llevaba ya tiempo coagulada. El amor que por ella sentía jamás había sido tan intenso. Le acarició el brazo como si acariciase el alma que había abandonado aquel cuerpo. No se volvió a mirar cuando se marchó. Aquello no era un adiós. Era un hasta la vista.