15 frases de La paloma (Die Taube) de Patrick Süskind... Libro sobre la cotidianidad, lo insólito, y la transformación de un incidente aparentemente insignificante en una experiencia aterradora, con frases relacionadas con los miedos, la paranoia y la obsesión.
- 01. Frases de La paloma
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Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Patrick Süskind son: vida cotidiana, percepción, abandono, miedo a la soledad, uso de metáforas, obsesión, paranoia, acontecimientos inesperados.
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Frases de La paloma Patrick Süskind
01. Hacía un calor bochornoso. Mañana me mataré, dijo. Y se quedó dormido.
02. Ningún hombre puede vivir donde habita una paloma, una paloma es el compendio del caos y la anarquía.
03. Dejas que una paloma te dé un susto de muerte, una paloma te hace volver a tu habitación, te derriba, te retiene prisionero.
04. De estos últimos sucesos concluyó Jonathan que no se podía confiar en los seres humanos y sólo era posible vivir en paz manteniéndose alejado de ellos.
05. Dios mío, Dios mío -rezó-. ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me castigas de este modo? Padre nuestro que estás en los cielos, sálvame de esta paloma. Amén.
06. Hay preguntas que se contestan negativamente a sí mismas por el mero hecho de formularlas. Y hay ruegos cuya completa inutilidad se manifiesta cuando uno los expresa y mira a los ojos a otra persona.
07. Y todas las mujeres parecían llevar hoy vestidos chillones, pasaban como llamas ardientes, atrayendo hacia ellas la mirada, pero sin retenerla. Nada estaba perfilado con claridad. Nada permitía fijar la vista. Todo vibraba.
08. Y mientras se preguntaba qué podía emprender, supo la respuesta, tan rápido es el efecto de la adrenalina, esa magnífica droga, y tan alado el efecto del miedo sobre la inteligencia y la energía.
09. Decían que la atención de un vigilante disminuía cuando estaba demasiado tiempo de servicio en el mismo lugar; su percepción de los sucesos del entorno se embotaba: se volvía perezoso, descuidado y, por lo tanto, inservible para sus tareas...
10. Exactamente lo que se supone que ocurre a los hombres en el llamado amor a primera vista, cuando sienten de pronto que una mujer desconocida hasta ahora es la mujer de su vida y permanecerán a su lado hasta el fin de sus días.
11. El sufrimiento incluso le gustaba, porque justificaba y atizaba su odio y su cólera y el odio y la cólera atizaban a su vez el sufrimiento al calentar más su sangre y enviar nuevas oleadas de sudor a los poros de la piel.
12. (...) Cuando se carecía de esta libertad, la más importante, la libertad de aislarse de los demás para hacer las propias necesidades, todas las otras libertades no tenían ningún valor. Entonces la vida ya no tenía sentido. Entonces era mejor estar muerto.
13. En el acto de andar hay una virtud curativa. Poner un pie delante de otro con regularidad, agitando al mismo tiempo rítmicamente los brazos; el incremento de la frecuencia respiratoria, la ligera estimulación del pulso, la necesaria actividad de ojos y oídos para determinar la dirección y mantener el equilibrio, la sensación del aire en movimiento sobre la piel...Todo esto influye de manera inequívoca en el cuerpo y el ánimo y hace que el alma crezca y se ensanche, por grandes que sean sus preocupaciones y heridas.
14. No recordaba haber pronunciado en su vida un discurso más torpe. Las mentiras le parecían burdamente manifiestas y la única verdad que debían encubrir, la de que él jamás habría podido ahuyentar a la paloma, sino que, por e! Contrario, hacía rato que la paloma le había ahuyentado a él, quedaba al descubierto de la manera más penosa; y aunque Madame Rocard no hubiese distinguido esta verdad en sus palabras, la tenía que haber leído ahora en su rostro, porque se sentía acalorado y notaba que la sangre le afluía a la cabeza y la vergüenza le encendía las mejillas
15. Tenía la cabeza ladeada y miraba embobada a Jonathan con el ojo izquierdo. Este ojo, un disco pequeño y redondo, marrón con un punto negro en el centro, era terrible de ver. Como un botón cosido al plumaje de la cabeza, sin cejas, sin pestañas, totalmente desnudo, descarado y saltón, estaba abierto de un modo monstruoso, aunque había al mismo tiempo cierta astucia disimulada en el ojo, que daba la impresión, también, de no estar abierto ni entornado, sino de carecer simplemente de vida, como la lente de una cámara que absorbe toda la luz exterior y no refleja nada de su interior. En este ojo no había ningún brillo, ningún centelleo, ni una sola chispa de vida. Era un ojo sin mirada. Y estaba clavado en Jonathan.