Frases de La isla del doctor Moreau

La isla del doctor Moreau

21 frases de La isla del doctor Moreau (The island of doctor moreau) de Herbert George Wells... Una isla, hechos siniestros y una desasosegante parábola sobre el lado oscuro de la ciencia y también una exploración de la esencia y los límites de la naturaleza humana.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Herbert George Wells son: ciencia ficción, ética científica, modificación genética, científico siniestro, teoría de las especies, crítica a la religión, crítica científica, ambientada en una isla, derechos humanos, atroces experimentos, crítica al cientificismo, exploración, límites de la razón, naturaleza humana, monstruos.

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Frases de La isla del doctor Moreau Herbert George Wells

01. No se imagina el extraño deleite que estos deseos intelectuales producen.


02. El hambre y la falta de glóbulos rojos le quitan la entereza a cualquiera.


03. Los animales pueden ser muy astutos y feroces, pero sólo un hombre es capaz de mentir.


04. Debo confesar que el dolor y el caos de la isla me hicieron perder la fe en la cordura del mundo.


05. Las criaturas que había visto no eran hombres; nunca lo habían sido. Eran animales, animales humanizados, fruto de la vivisección.


06. Hasta ahora nunca me habían preocupado los aspectos éticos de la cuestión. El estudio de la Naturaleza vuelve al hombre tan cruel como la propia Naturaleza.


07. Me tumbé sobre una de las bancadas durante no sé cuánto tiempo, pensando en que, si tuviera valor, bebería agua del mar hasta enloquecer, para morir rápidamente.


08. Jamás he oído hablar de algo inútil que, antes o después, la evolución no haya desterrado de la existencia. ¿Y usted? Y el dolor no es necesario.


09. La gran diferencia entre el hombre y el mono reside en la laringe, según dijo, en la incapacidad para pronunciar con delicadeza diferentes símbolos sonoros que actúan como soporte del pensamiento.


10. ¿Qué diablos era aquello: un animal o un hombre? ¿Qué quería de mí? Yo iba desarmado; ni siquiera llevaba un palo. Huir habría sido una locura. En cualquier caso, aquella Cosa, fuera lo que fuese, no tuvo valor para atacarme.


11. Un creciente temor se apoderaba de mí, pese a lo cual planeé el modo de sobrevivir hasta la hora de mi rescate, si es que esa hora llegaba. Intenté analizar la situación con la mayor ecuanimidad, pero no lograba desprenderme de mis sentimientos.


12. El hecho de que aquellas criaturas no fueran en realidad más que monstruos salvajes, simples parodias grotescas de la especie humana, me producía una vaga inquietud con respecto a lo que serían capaces de hacer, mucho peor que cualquier terror definido.


13. Quizá lo que más me llamaba la atención en ellos era la desproporción entre las piernas y la longitud de sus troncos, y aun así -tan relativa es nuestra idea de la elegancia- acabé acostumbrándome a sus formas, e incluso llegué a pensar que mis largos muslos eran desgarbados.


14. Cada vez que sumerjo a un ser vivo en las ardientes aguas del dolor me digo: "Esta vez acabaré por completo con el animal, esta vez haré una criatura racional de mi propia invención". Al fin y al cabo, ¿Qué son diez años? El hombre lleva cien mil en la creación.


15. ¿Quiénes son esas criaturas? -dije, señalando hacia ellas y alzando cada vez más el tono de voz para que todos me oyeran-. Antes eran hombres, hombres como nosotros; hombres en los que ha instilado una sustancia bestial, hombres a los que ha esclavizado y convertido en monstruos y a los que todavía teme.


16. Tenía la certeza de que el cerdo hiena estaba implicado en la muerte del conejo, y llegué al extraño convencimiento de que, al margen de su torpe actitud y lo grotesco de sus formas, tenía ante mí, en aquel preciso instante, el perfecto equilibrio de la vida humana en miniatura, la perfecta interacción de instinto, razón y destino en su más simple expresión.


17. El brillo de las estrellas me produce, aunque no sepa cómo ni por qué, una sensación de paz y seguridad infinitas. Creo que es allí, en las vastas y eternas leyes de la materia, y no en las preocupaciones, en los pecados y en los problemas cotidianos de los hombres, donde lo que en nosotros pueda haber de superior al animal debe buscar el sosiego y la esperanza. Sin esa ilusión no podría vivir.

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