Frases del libro "La forma del agua" de Andrea Camilleri

La forma del agua

Disfruta de estas 10 frases de "La forma del agua"... El comisario siciliano Montalbano debe aclarar la aparición del cadáver de un conocido político y hombre de negocios. Un caso en el que las intrigas políticas, la ambición y el afán de poder lo pueden todo.

Índice

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en las frases y pensamientos de "La forma del agua", de Andrea Camilleri son: ficción con policías, procedimientos policiales, suspenso, calumnia, corrupción política, mafia, asesinato.

Frases de "La forma del agua"

01. ¡Me ofendes! ¡Si tú me dices que no hable de una cosa, yo no se lo digo ni a Dios!


02. La mafia ha subido el precio, pide cada vez más, y los políticos no siempre están en condiciones de satisfacer sus exigencias.


03. Aunque era cierto que ahora montalbano se sentía en paz con dios y con los hombres, no lo era menos que seguía sin estar en paz consigo mismo.


04. Creyó conveniente salir, ir al coche y coger la pistola que había dejado en la guantera. Casi nunca la llevaba encima, pues le molestaba el peso del arma, que, además, le deformaba los pantalones y las chaquetas.


05. No podía explicarle al juez que su petición no se basaba en nada o, mejor dicho, se basaba, no sabía ni cómo ni por qué, en la sensación de que alguien que en aquellos momentos actuaba con más habilidad que él lo estaba tomando por tonto.


06. El periodista no tenía la menor duda: el abogado había sido asesinado por la mafia, atemorizada por el hecho de que la víctima acabara de acceder a un cargo de alta responsabilidad política, desde el cual podría luchar con más eficacia contra el crimen organizado. Porque éste era el mensaje clave de la renovación: guerra sin cuartel a la mafia.


07. En el instituto había un viejo cura que les daba clase de religión. "La verdad es luz", les dijo un día el cura. Montalbano era un alumno muy bromista que estudiaba poco y siempre se sentaba en el último banco. "Eso quiere decir que, si en una familia, todos dicen la verdad, ahorran en el recibo de la luz". Aquel comentario en voz alta le había valido la expulsión de clase.


08. Tenía un amigo más pequeño que yo, hijo de campesinos. Yo debía de tener unos diez años. Un día vi que mi amigo había colocado en el borde del pozo un cuenco, una taza, una tetera y una caja cuadrada de hojalata, todos llenos de agua, y los estaba observando atentamente. -"¿Qué haces? -le pregunté".- ¿Qué forma tiene el agua?- "¡El agua no tiene ninguna forma! -le contesté entre risas-. Toma la forma que le dan".


09. - ¿Qué? -preguntó el comisario, impresionado por aquel frío y despiadado análisis llevado a cabo sin derramar ni una sola lágrima, como si el muerto fuera un personaje vagamente conocido. -Que estaba desnudo cuando lo sorprendieron y que lo obligaron a vestirse a toda prisa. Y sólo podía estar desnudo en la casita de Capo Massaria. Por eso le he entregado las llaves. Se lo repito: ha sido un acto criminal contra la imagen de mi marido, pero logrado sólo a medias. Querían convertirlo en un cerdo para ofrecérselo como alimento a los cerdos. Hubiera sido mejor que no muriera, pues, manteniendo los hechos en secreto, habrían podido hacer con él lo que quisieran. Pero el plan ha sido en parte un éxito: todos los hombres de mi marido han sido excluidos del nuevo directorio. Sólo "Rizzo" se ha salvado; es más, ha salido ganando.


10. Esta persona era la que realmente controlaba el territorio, y por su cabeza no pasaba, ni de lejos, la posibilidad de expedir licencias en papel timbrado. En resumen, Gegè pudo inaugurar en el aprisco su mercado especializado en carne fresca y en una amplia variedad de drogas blandas. La carne fresca procedía en buena parte de los países del Este, liberados del yugo comunista, el cual, como todo el mundo sabe, negaba toda dignidad a las personas. Ahora, entre los matorrales y el arenal del aprisco, la reconquistada dignidad volvía a brillar de noche en todo su esplendor. Pero tampoco faltaban mujeres del Tercer Mundo, travestis, transexuales, mariconzuelos napolitanos y "viados" brasileños. Los había para todos los gustos -un auténtico derroche, una orgía-, y el comercio prosperó para gran satisfacción de los militares, de Gegè y de la persona que le había concedido los permisos a cambio de unos justos porcentajes.

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