Frases de La divina comedia

La divina comedia

29 frases de La divina comedia (Divina comedia) de Dante Alighieri... Obra monumental que combina elementos literarios, teológicos y filosóficos para explorar la condición humana, el camino hacia la redención y la visión de la vida después de la muerte según la concepción medieval.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Dante Alighieri son: cielo, infierno, purgatorio, cristianismo, paraíso, poema épico, encarnación divina, identidad, esencia del ser humano, viaje, libre albedrío, la razón y la fe, destino impuesto, trascendencia, salvación, redención, moralidad, penitencia, castigo, amor platónico, esferas celestiales.

Frases de Dante Alighieri Libros de Dante Alighieri

Frases de La divina comedia Dante Alighieri

01. Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza.


02. No menos que saber, dudar me gusta más.


03. Pronto se aprende a amar a un corazón gentil.


04. A quien mucho se le da, mucho se espera de él.


05. No hay mayor dolor que acordarse de los tiempos felices en la desgracia.


06. Siempre la confusión de las personas principio fue del mal de la ciudad.


07. Yo no me opongo, pues, siempre que un pedido es razonable, actuando se responde, y sin rezongos.


08. A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado.


09. Considerar cuál es vuestra progenie: hechos no estáis a vivir como brutos, mas para conseguir virtud y ciencia.


10. Mira cómo hizo pecho de su espalda: pues mucho quiso ver hacia adelante, mira hacia atrás y marcha reculando.


11. Conocerás por experiencia lo salado del pan ajeno, y cuan triste es subir y bajar las escaleras en un piso ajeno.


12. Al cansancio guerra que dar tienes con el alma, que siempre es vencedora, que el cuerpo no lo hará que la contiene.


13. ¡Oh, insensatos afanes de los mortales! ¡Qué débiles son las razones que nos inducen a no levantar nuestro vuelo de la tierra!


14. Más ¿Quién eres tú que sientas cátedra para juzgar desde lejos a mil millas con la vista de un palmo corta?


15. Vuestra fama es como la flor, que tan pronto brota, muere, y la marchita el mismo sol que la hizo nacer de la tierra ingrata.


16. Se sabe cuan poco dura en la mujer la ardiente llama del amor, cuando la mirada y la mano, no son capaces de avivarla de continuo.


17. Abre la mente a lo que te manifiesto y aférralo adentro; que no se hace ciencia, sin retención de lo que se ha entendido.


18. El hombre debe, siempre que pueda, cerrar su labios antes de decir una verdad, que tenga visos de mentira; porque se expone a avergonzarse sin tener culpa.


19. Nuestros pies no se habían aún movido cuando noté que la pared aquella, que no daba derecho de subida, era de mármol blanco y adornado con relieves, que no ya a Policleto, a la naturaleza vencerían.


20. Rompió el profundo sueño de mi mente un gran trueno, de modo que cual hombre que a la fuerza despierta, me repuse; la vista recobrada volví en torno ya puesto en pie, mirando fijamente, pues quería saber en dónde estaba.


21. El día se marchaba, el aire oscuro a los seres que habitan en la tierra quitaba sus fatigas; y yo sólo me disponía a sostener la guerra, contra el camino y contra el sufrimiento que sin errar evocará mi mente.


22. Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento, por mí se va a la gente condenada. La justicia movió a mi alto arquitecto. Hízome la divina potestad, el saber sumo y el amor primero. Antes de mí no fue cosa creada sino lo eterno y duro eternamente. Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza.


23. Si otras cosas os grita la codicia, ¡Sed hombres, y no ovejas insensatas, para que no se burlen los judíos! ¡No hagáis como el cordero que abandona la leche de su madre, y por simpleza, consigo mismo a su placer combate! Así me habló Beatriz tal como escribo; luego se dirigió toda anhelante a aquella parte en que el mundo más brilla.


24. El buen maestro comenzó a decirme: "Fíjate en ése con la espada en mano, que como el jefe va delante de ellos: Es Homero, el mayor de los poetas; el satírico Horacio luego viene; tercero, Ovidio; y último, Lucano. Y aunque a todos igual que a mí les cuadra el nombre que sonó en aquella voz, me hacen honor, y con esto hacen bien".


25. El mundo sensible nos enseña que las vueltas son tanto más veloces, cuanto del centro se hallan más lejanas. Por lo cual, si debiera terminarse mi desear en este templo angélico que sólo amor y luz lo delimitan, aún debiera escuchar cómo el ejemplo y su copia no marchan de igual modo, que en vano por mí mismo pienso en ello.


26. Ahora es preciso que te despereces -dijo el maestro-, pues que andando en plumas no se consigue fama, ni entre colchas; el que la vida sin ella malgasta tal vestigio en la tierra de sí deja, cual humo en aire o en agua la espuma. Así que arriba: vence la pereza con ánimo que vence cualquier lucha, si con el cuerpo grave no lo impide. Hay que subir una escala aún más larga; haber huido de éstos no es bastante: si me entiendes, procura que te sirva.


27. "Aquí es preciso usar de la destreza -dijo mi guía- y que nos acerquemos aquí y allá del lado que se aparta". Y esto nos hizo retardar el paso, tanto que antes el resto de la luna volvió a su lecho para cobijarse, que aquel desfiladero abandonásemos; mas al estar ya libres y a lo abierto, donde el monte hacia atrás se replegaba, cansado yo, y los dos sobre la ruta inciertos, nos paramos en un sitio más solo que un camino en el desierto.


28. Sacó la sombra del padre primero, y las de Abel, su hijo, y de Noé, del legista Moisés, el obediente; del patriarca Abraham, del rey David, a Israel con sus hijos y su padre, y con Raquel, por la que tanto hizo, y de otros muchos; y les hizo santos; y debes de saber que antes de eso, ni un esptritu humano se salvaba. No dejamos de andar porque él hablase, mas aún por la selva caminábamos, la selva, digo, de almas apiñadas No estábamos aún muy alejados del sitio en que dormí, cuando vi un fuego, que al fúnebre hemisferio derrotaba.


29. Y cuál cortado y cuál roto su miembro mostrase, vanamente imitaría de la novena bolsa el modo inmundo. Una cuba, que duela o fondo pierde, como a uno yo vi, no se vacía, de la barbilla abierto al bajo vientre; por las piernas las tripas le colgaban, vela la asadura, el triste saco que hace mierda de todo lo que engulle. Mientras que en verlo todo me ocupaba, me miró y con la mano se abrió el pecho diciendo: ¡Mira cómo me desgarro! Y mira qué tan maltrecho está Mahoma! Delante de mí Alí llorando marcha, rota la cara del cuello al copete. Todos los otros que tú ves aquí, sembradores de escándalo y de cisma vivos fueron, y así son desgarrados. Hay detrás un demonio que nos abre, tan crudamente, al tajo de la espada, cada cual de esta fila sometiendo.

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