Frases de La casa del propósito especial

La casa del propósito especial

6 frases de La casa del propósito especial (The house of special purpose) de John Boyne... Libro de John Boyne.

Frases de John Boyne

Frases de La casa del propósito especial John Boyne

01. -Es muy bueno fingiendo ser alguien que no es -le comenté después a Zoya en el vestíbulo, cuando esperábamos para felicitarlo, sin saber muy bien si con esas palabras pretendía o no halagarlo-. No sé cómo lo hace.


02. Hay veces en que le envidio su juventud, pero trato de no pensar mucho en eso. Un anciano no debe tener celos de aquellos que vienen a ocupar su puesto, y recordar el tiempo en que era joven, sano y viril es un acto de masoquismo que no sirve de nada.


03. Me gusta estar en la fábrica... Hay tanta gente que es fácil pasar inadvertida. Todo el mundo debe realizar una sola tarea simple, y todo el mundo lo hace sin protestar. Nadie me presta atención. Eso me gusta. No quiero destacar. No quiero que se fijen en mí.


04. Sí, hay un... Me cuesta describirlo, pero cuando cierro los ojos e inspiro despacio, no puedo evitar acordarme de la infancia. Londres siempre me ha olido a trabajo. París olía a miedo. Pero el olor de Finlandia me recuerda a una etapa mucho más simple de mi vida. - ¿Y Rusia? ¿A qué olía Rusia? -Durante un tiempo olió a felicidad y prosperidad -contestó de inmediato, sin tener que pararse a pensarlo-. Y luego a locura y enfermedad. Y a religión, por supuesto.


05. Al recorrer las calles, se veían grupitos de dos o tres muchachas, todas enfermeras ahora, apresurándose entre hospitales improvisados y sus viviendas de alquiler, pálidas y ojerosas por la falta de sueño y el contacto con los cuerpos destrozados de sus compatriotas. Sus blancas faldas estaban con frecuencia moteadas de escarlata, pero parecía que ya no lo notaban, o quizá no les importaba.


06. (...) La dureza del clima, el frío pertinaz mordía cada parte expuesta de nuestro cuerpo de un modo que me recordaba al odioso cachorro de la emperatriz. Parecía que la sangre hubiese dejado de fluir para convertirse en hielo. Teníamos que caminar, movernos de forma constante aunque sólo fuera para que nuestra circulación sanguínea no se detuviera.

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