Frases de Ensayos

Ensayos

54 frases de Ensayos (Essais) de Michel de Montaigne... Textos que abarcan un amplio abanico de temas y se caracterizan por un estilo discursivo, un tono coloquial y el uso de numerosas citas de autores clásicos.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Michel de Montaigne son: pensamientos, filosofía, autobiografía, humanismo, libertad de elección, búsqueda de conocimiento, pedagogía, tolerancia, amistad.

Frases de Michel de Montaigne Libros de Michel de Montaigne

Frases de Ensayos Michel de Montaigne

01. Sería preciso quitar todo momento oportuno a la importunidad.


02. Cada virtud necesita un hombre; pero la amistad necesita dos.


03. La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo.


04. Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia.


05. No hay cosa de la que tenga tanto miedo como del miedo.


06. Nadie está libre de decir estupideces, lo grave es decirlas con énfasis.


07. Es preciso prestarse a los otros, pero no darse sino a uno mismo.


08. Gobernar una familia es casi tan difícil como gobernar todo un reino.


09. La prueba más clara de sabiduría es una alegría continua.


10. La premeditación de la muerte es la premeditación de la libertad.


11. Cada hombre lleva en sí la entera forma de la condición humana.


12. Lo más maravilloso del mundo es saber cómo pertenecer a uno mismo.


13. Los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje.


14. Las leyes mantienen su crédito, no porque sean justas, sino porque son leyes.


15. Tú no te mueres porque estás enfermo, te mueres porque estás vivo.


16. Y si la fortuna suministra siempre la materia, a nosotros corresponde darle la forma.


17. La confianza en la bondad ajena es testimonio no pequeño de la propia bondad.


18. Los hombres alardean de ser aún más malos de lo que realmente son.


19. El mejor matrimonio sería aquél que reuniese una mujer ciega con un marido sordo.


20. En el más alto de los tronos del mundo seguimos sentados sobre nuestro propio trasero.


21. Las almas más hermosas son aquellas que están provistas de mayor variedad y flexibilidad.


22. Hace ya tiempo que nada gano ni pierdo; no tengo más viático que vida.


23. Nos cuidamos más de que se hable de nosotros que de cómo se hable.


24. Siempre he observado que para triunfar en la vida hay que ser entendido, pero aparecer como tonto.


25. La sabiduría tiene sus excesos, y no tiene menos necesidad de moderación que la locura.


26. Si las cosas están a nuestra merced, ¿Por qué no cambiarlas y volverlas en nuestro beneficio?


27. (...) Porque, en mi opinión, no puede comprarse fácilmente la dulzura de una conveniente y agradable compañía.


28. No es cosa de poco tener que regir a otros, cuando regirnos a nosotros mismos ya es tan dificultoso.


29. No existe el presente, y esto que llamamos presente no es sino la unión del futuro con el pasado.


30. Parece que ser conocido no es otra cosa que tener la vida y su duración en manos de otros.


31. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. Quien ha aprendido a morir, ha desaprendido a servir.


32. Es un gran descanso para el espíritu tener que seguir solo una vía ya trazada, respondiendo solo de uno mismo.


33. No existe mal alguno en la vida para quien ha entendido bien que la privación de la vida no es un mal.


34. De la amistad se goza en la medida en que es deseada; surge, crece y se alimenta en el goce, porque es espiritual.


35. Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio.


36. Las cosas más gratas en el mundo son los pensamientos agradables. El gran arte de la vida consiste en tener tantos de aquellos pensamientos como sea posible.


37. Cada uno es capaz de poner buena cara por fuera, estando llenos por dentro de fiebre y de miedo. No ven mi corazón, solo ven mi compostura.


38. Del mismo papel en que el juez ha escrito una sentencia contra un adúltero rasgará un pedazo para escribir unas líneas amorosas a la esposa de un colega.


39. Todos los juicios que se hacen a partir de las apariencias externas son extraordinariamente inciertos y dudosos; y no hay testigo más seguro que cada uno para sí mismo.


40. Admiro la seguridad y esperanza que cada uno tiene de sí mismo, allí donde apenas hay algo que yo piense saber ni que me atreva a responder que sé hacer.


41. (...) Nada hay en esta nación que sea bárbaro y salvaje, por lo que me han contado, sino que cada cual llama "barbarie" a aquello a lo que no está acostumbrado.


42. La grande y gloriosa obra maestra del hombre es vivir de modo conveniente. Todo lo demás, reinar, atesorar, edificar, no son más que pequeños apéndices y adminículos a lo sumo.


43. Si alguna vez me han empujado al manejo de asuntos ajenos, he prometido poner manos a la obra, pero no poner el pulmón y el hígado; encargarme de ellos, no incorporarlos; ocuparme, sí, apasionarme, en absoluto.


44. Quiero que se den y que se prolonguen las actuaciones de la vida todo lo que sea posible. Y que la muerte me encuentre plantando mis coles, pero despreocupado de ella y más aún de mi imperfecto jardín.


45. En las relaciones que mantienen los hombres entre sí, he advertido con frecuencia que, en vez de adquirir conocimiento de los demás, no hacemos sino darle amplio de nosotros mismos, preferimos mejor soltar nuestra mercancía, que adquirirla nueva, la modestia y el silencio son cualidades útiles en la conversación.


46. Todo es fácil en un cierto sentido e inaccesible en otros. La ocasión y la oportunidad tienen sus privilegios y ofrecen a menudo al pueblo lo que rehúsan a los reyes. La curiosidad se pone pegas a sí misma muchas veces, como también lo hace la grandeza y la potencia.


47. Eso que solemos llamar "amigos" y "amistad" no son sino vínculos trabados por algún interés o a causa del azar, a través de los cuales nuestras almas se relacionan entre sí. En la amistad de la que yo hablo, las almas se enlazan y confunden la una con la otra en una mezcla tan universal que no hay manera de reconocer la costura que las une.


48. El alma no debe representar su papel para aparentar, sino en el interior, allí donde no alcanzan otros ojos que los nuestros. En ocasiones nos protege del miedo a la muerte, de los sufrimientos y hasta de la vergüenza; en ocasiones nos proporciona firmeza contra la pérdida de hijos, amigos y fortunas, y, cuando se presenta la oportunidad, nos conduce también a los azares de la guerra.


49. En lo que a mí respecta, tengo por demostrado que mi espíritu y mi cuerpo se han debilitado más que fortalecido desde que pasé de aquella edad, he retrocedido más que avanzado. Es posible que en el caso de quienes emplean bien su tiempo, el saber y la experiencia aumenten conforme avanza la vida; pero es en la juventud cuando tenemos más vivacidad, prontitud, firmeza y otras varias cualidades más importantes y esenciales, que luego se agostan y languidecen.


50. La memoria es el receptáculo y el estuche de la ciencia; al tenerla tan defectuosa, no puedo quejarme mucho si no sé gran cosa. Sé en general el nombre de las artes y de qué tratan, pero nada más. Hojeo los libros, no los estudio. Lo que me queda de ellos es algo que ya no reconozco que sea de otros; es sólo aquello de lo cual mi juicio ha sacado provecho, los razonamientos y las fantasías de que se ha imbuido. El autor, el lugar, las palabras y demás circunstancias, lo olvido al instante.


51. No hay pasión que trastorne tanto la rectitud de los juicios como la ira. Nadie dudaría en castigar con la muerte al juez que condenase a un criminal movido por la ira. ¿Por qué, en cambio, se permite a padres y maestros azotar a los niños y castigarlos cuando están encolerizados? Esto no es ya corrección, es venganza. El castigo hace las veces de medicina para los niños. ¿Y toleraríamos a un médico lleno de ojeriza y de irritación contra su paciente? Nosotros mismos, para actuar bien, no deberíamos poner nunca la mano sobre nuestros sirvientes mientras la ira nos dure. Mientras el pulso nos golpee y nos embargue la emoción, aplacemos la partida; las cosas nos parecerán a buen seguro diferentes cuando nos hayamos calmado y enfriado. En ese momento manda la pasión, habla la pasión, no nosotros.


52. La dicha y la desdicha son, a mi entender, dos potencias soberanas. Es imprudente considerar que la humana previsión pueda desempeñar el papel de la fortuna, y vana es la empresa de quien presume abarcar las causas y consecuencias, y conducir por la mano el desarrollo de su obra: vana sobre todo en las deliberaciones de la guerra. Jamás hubo mayor circunspección y prudencia militar de las que se ven a veces entre nosotros; ¿Será la causa que se tenía extraviarse en el camino, reservándose para la catástrofe de ese juego? Más diré: nuestra prudencia misma y nuestra consultación siguen casi siempre la dirección de lo imprevisto: mi voluntad y mi discurso se remueven ya de un lado ya de otro, y hay muchos de estos movimientos que se gobiernan sin mi concurso; mi razón experimenta impulsiones y agitaciones diarias y casuales.


53. La manera en que nuestras leyes intentan regular los gastos insensatos y vanos en mesas y vestidos parece ser contraria a su fin. El verdadero medio consistiría en engendrar en los hombres desdén por el oro y la seda como cosas vanas e inútiles; Pero acrecentamos su honor y valía, lo cual es una manera muy inepta de quitar el deseo a los hombres. En efecto, decir que sólo los príncipes comerán rodaballo, y podrán llevar terciopelo y cordón de oro, y prohibirlo al pueblo, ¿Qué es sino dar crédito a estas cosas, y avivar el ansia de todos por usarlas? Que los reyes osen renunciar a estos signos de grandeza, ya tienen otros suficientes. Tales excesos son más excusables en cualquiera que en un príncipe. Del ejemplo de muchas naciones podemos aprender bastantes maneras mejores de distinguirnos exteriormente, y de distinguir nuestros grados -cosa que estimo en verdad muy necesario en un estado-, sin alimentar para ello esta corrupción e inconveniencia tan evidentes.


54. No debe compadecerse al enfermo que tiene la curación en el bolsillo. En la experiencia y el uso de esta sentencia, que es muy cierta, reside todo el provecho que extraigo de los libros. En efecto, casi no los utilizo más que quienes no los conocen. Me deleito con ellos como los avaros con sus tesoros, por saber que los gozaré cuando se me antoje. Mi alma se sacia y satisface con este derecho de posesión. No viajo sin libros ni en la paz ni en la guerra. Con todo, pueden transcurrir muchos días, y meses, sin que los emplee. Lo haré enseguida, me digo, o mañana, o cuando me plazca. El tiempo pasa y se va, mientras tanto, sin infligirme ninguna herida. Porque no puede decirse hasta qué punto me tranquiliza y descansa la consideración de que los tengo a mi lado para que me brinden placer cuando llegue el momento, y reconocer cuánta ayuda prestan a mi vida. No he encontrado mejor provisión para el viaje humano, y compadezco en extremo a los hombres de entendimiento que carecen de ella. Prefiero aceptar cualquier otra suerte de ocupación, por ligera que sea, dado que ésta no puede faltarme.

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