
23 frases de En el café de la juventud perdida (Dans le café de la jeunesse perdue) de Patrick Modiano... Novela sobre el poder de la memoria y la búsqueda de la identidad. En el París de los años 60 se reúnen poetas malditos y estudiantes fascinados por la bohemia parisina. Todas las historias confluyen en la enigmática Louki.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Patrick Modiano son: objeto del deseo, nostalgia, bohemia, melancolía, búsqueda de la identidad, trampas de la memoria, parís, pérdida de la inocencia, misterio, historia de amor, café.
Frases de Patrick Modiano Libros de Patrick Modiano
Frases de En el café de la juventud perdida Patrick Modiano
01. Vivimos a merced de ciertos silencios.
02. Camina o revienta. Si me caía, los demás seguirían andando...
03. No hay mejor sistema para que desaparezcan los fantasmas que mirarles a los ojos.
04. Si, aquella librería no fue solo un refugio, sino además un etapa de mi vida.
05. A veces se te oprime el corazón cuando piensas en las cosas que habrían podido ser y que no fueron.
06. En el mundo aquel, en donde cada vez me sentía más como si fuera un superviviente, también decapitaban árboles.
07. Concluía una parte de mi vida, una parte que me había venido impuesta. En adelante, mi destino lo decidiría yo.
08. Y además, si aquella época sigue aún muy viva en mi recuerdo se debe a las preguntas que se quedaron sin respuesta.
09. A veces, nos acordamos de algunos episodios de nuestra vida y necesitamos pruebas para tener la completa seguridad de que no lo hemos soñado.
10. Según iba cayendo el día, se convertía en el punto de cita de eso que un filósofo sentimental llamaba la juventud perdida.
11. Cuando de verdad queremos a una persona, hay que aceptar la parte de misterio que hay en ella... Porque por eso es por lo que la queremos.
12. No envejecemos. Con el paso de los años, muchas personas y muchas cosas acaban por parecernos tan cómicas e irrisorias que las miramos con ojos de niño.
13. Nuestro encuentro, cuando lo pienso ahora, me parece el encuentro de dos personas que no tenían raíces en la vida. Creo que los dos estábamos solos en el mundo.
14. Y, además, también estaba aquel pánico que entra de vez en cuando al pensar que las comparsas que hemos dejado atrás pueden volver a encontrarnos y pedirnos cuentas.
15. No era de verdad yo misma más que mientras escapaba. No tengo más recuerdos buenos que los de huida o de evasión. Pero la vida siempre volvía por sus fueros.
16. La única meta de nuestro viaje era ir al corazón del verano, a ese sitio en que el tiempo se detiene y las agujas del reloj marcan para siempre la misma hora: mediodía.
17. Le Condé era para mí un refugio de la grisura de la vida. Habría una parte de mí mismo -la mejor- que algún día no me quedaría más remedio que dejar allí.
18. A mí nunca me ha parecido el otoño una estación triste. Las hojas secas y los días cada vez más cortos nunca me han hecho pensar en algo que se acaba, sino más bien en una espera de porvenir.
19. Creo que no leíamos esas obras de la misma forma. Ella tenía la esperanza de descubrirle un sentido a la vida en ellas, mientras que a mí lo que me cautivaba era la sonoridad de las palabras y la música de las frases.
20. Hay electricidad en el aire de París en los atardeceres de octubre, a la hora en que va cayendo la noche. Incluso cuando llueve. No me entra melancolía a esa hora, ni tengo la sensación de que el tiempo huye. Sino de que todo es posible.
21. Me acordé del texto que estaba intentando escribir cuando conocí a Louki. Lo había llamado Las zonas neutras. Había en París zonas intermedias, tierras de nadie en donde estaba uno en las lindes de todo, en tránsito, o incluso en suspenso. Podía disfrutarse allí de cierta inmunidad. Habría podido llamarlas zonas francas, pero zonas neutras era más exacto.
22. Siempre he creído que hay lugares que son imanes y te atraen si pasas por las inmediaciones. Y eso de forma imperceptible, sin que te lo malicies siquiera. Basta con una calle en cuesta, con una acera al sol, o con una acera a la sombra. O con un chaparrón. Y te llevan a ese lugar, al punto preciso en el que debías encallar.
23. De las dos entradas del café, siempre prefería la más estrecha, la que llamaban la puerta de la sombra. Escogía la misma mesa, al fondo del local, que era pequeño. Al principio, no hablaba con nadie; luego ya conocía a los parroquianos de Le Condé, la mayoría de los cuales tenía nuestra edad, entre los diecinueve y los veinticinco años, diría yo. En ocasiones se sentaba en las mesas de ellos, pero, las más de las veces, seguía siendo adicta a su sitio, al fondo del todo.