33. Se puede perder todo, pero si se conserva la esperanza, uno está salvado.
34. A fuerza de frotarnos la piel, nos olvidamos de pulirla.
35. No se detesta a los débiles, sólo se odia a los poderosos.
36. Hay que hablar siempre. Si no, se acumulan los malentendidos y nos volvemos sordos.
37. Los adolescentes se acuestan una noche siendo unos angelitos mofletudos y se levantan al día siguiente convertidos en demonios con cuernos.
38. Existen pasiones que apresan el alma y la vuelven inmóvil, las hay que la engrandecen y hacen que se expanda hacia fuera.
39. El dinero elimina la angustia ante la amenaza del día de mañana, pero en cuanto se amontona, se convierte en un incordio agobiante.
40. Eras mi amigo, formabas parte de mi vida y ya no estás aquí. No pasa ni un día sin que piense en ti.
41. ¿Cómo se sabe cuándo uno es adulto? Cuando se es capaz de tomar una decisión muy importante completamente solo, sin preguntar a nadie.
42. Me gustaría echarme al cuello de aquel a quien amo, pero tengo tanto miedo de asustarle que ofrezco la cara humildemente para recibir su beso.
43. Te voy a decir una cosa Bomboncito, no me he levantado ni un solo día, sin agradecer a los de arriba la felicidad inmensa que me ha sido concedida al encontrarte.
44. La vida es a menudo un camino de heridas y chichones. Pocas veces es un camino de rosas. O puede que se quede dormida y, cuando se despierta, ¡Empieza a golpearte sin cesar!
45. ¿Cómo explicarle que ya no sé quién soy? He cambiado de dirección, de provincia, de ocupación, quizás tendría que cambiar de nombre. Ya no sé nada de mí.
46. ¿Y qué se hace cuando el amor cava un agujero en el corazón, un agujero tan grande que parece un obús, tan grande que se podría ver el cielo a través?
47. Para recopilar detalles, hay que invertir tiempo, saber perderlo, dejar que pase para poder dar con una palabra, una imagen, una idea.
48. Hoy en día, ser joven no es sólo un momento de la vida, es una condición para sobrevivir.
49. No se debe molestar cuando el amor ha terminado. Hay que conseguir que te olviden, hacerse muy pequeño para no precipitar la caída. Esperar a que el otro te olvide, que no recuerde lo que tiene que reprocharte. Esperar que vuelva a ti, una vez pasada la tormenta.
50. Llega un momento en que debemos comprender que los límites no mantienen a los demás a distancia, que no nos protegen de los problemas, de las tentaciones, que sólo provocan que te encierres en ti mismo, apartándote de la vida. Entonces, o decides marchitarte y permanecer dentro de los límites, o abandonarte a mil placeres franqueando esos propios límites.