Frases de El pabellón de oro

El pabellón de oro

12 frases de El pabellón de oro (Kinkaku-ji) de Yukio Mishima... Mizoguchi es un joven poco agraciado, lo que le ha convertido en solitario, taciturno y acomplejado: el mal y lo trágico invaden sus pensamientos... Una historia sobre la vida y la muerte, la belleza y su destrucción.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Yukio Mishima son: belleza estética, ambientada en tokio (japón), vacío existencial, vidas solitarias, tragedia, conflictos familiares, incomprensión, aislamiento.

Frases de Yukio Mishima Libros de Yukio Mishima

Frases de El pabellón de oro Yukio Mishima

01. Mi único orgullo venía de la imposibilidad de hacerme comprender.


02. Cuestión de técnica, nada más que eso. La Belleza era una cuestión de técnica.


03. La inutilidad de lo Bello, la Belleza que no deja ningún rastro una vez salida de su cuerpo, he aquí lo que a él le gustaba. Solamente eso.


04. Su pálido rostro mostraba una cierta belleza severa; una belleza intrépida, como la de ciertas mujeres bonitas, que para nada se veía menoscabada por su defecto físico.


05. Lo que hace cambiar el mundo es el conocimiento. ¿Lo comprendes? Nada más que eso puede transformar el mundo. El simple conocimiento puede cambiarlo con todo y dejarlo tal como es, invariable.


06. Entonces me quedé petrificado. Mi voluntad también, y mi deseo. El mundo exterior había roto todo contacto con mi universo interior y empezó a vivir fuera de mí una existencia absoluta, independiente.


07. El templo estaba suspendido en lo alto del acantilado, sobre el mar. Detrás del acompañamiento, las nubes de verano se alzaban en espiral sobre el mar encrespado de Japón, bloqueando el horizonte.


08. Frente al deseo, me hice como el viento: invisible, pero viéndolo todo, yendo hasta el fondo a través de delicados contacto, cubriéndolo todo con una caricia uniforme, insinuándose para acabar guardando su más íntimo secreto...


09. Mientras mi cuerpo permanecía embotado, mi espíritu se divertía manipulando todos mis recuerdos. Reaparecían palabras en la superficie de mi memoria, y volvían a sumergirse; era como si los alcanzara con los dedos de mi espíritu y luego desapareciesen de nuevo.


10. El pensamiento de que la Belleza, sin yo saberlo, pudo ya existir antes en alguna parte, me causaba invenciblemente un sentimiento de malestar y de irritación; pues si la Belleza existía efectivamente en este mundo, era yo quien, por su existencia misma, me hallaba excluido de él.


11. Entre la faz de un vivo y la de un muerto hay la distancia de un insondable abismo, el abismo donde la vida se ha tambaleado; la faz del muerto vuelve hacia nosotros solamente un residuo, el armazón de una máscara, después de su caída en las profundidades desde las cuales ya no le es posible remontarse.


12. Nadie me prestó atención. Ocurría lo mismo que durante aquellos veinte años que acababan de transcurrir; aquello no hacía sino continuar. Una vez más, yo no contaba para nada. En todos los rincones de Japón había un millón, diez millones de personas que no llamaban ninguna atención; yo formaba parte de ellas. Que aquellas personas quisieran vivir o morir, al mundo se le importaba una higa.

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