26 frases de El cielo es azul, la tierra blanca (Sensei no kaban) de Hiromi Kawakami... Libro que explora la conexión entre dos personajes mientras comparten experiencias cotidianas. A través de detalles sutiles y delicadas frases, la novela revela la belleza en lo simple y la complejidad de las relaciones humanas.
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Frases de El cielo es azul, la tierra blanca Hiromi Kawakami
01. Prefiero ser un anticuado que un antisistema.
02. ¿Querrías iniciar conmigo una relación basada en el amor mutuo?
03. No hay mayor placer que ver a alguien disfrutando de la comida.
04. Con la disposición adecuada, las personas podemos aprender muchas cosas en cualquier lugar.
05. Quizás la rutina del compromiso no fuera tan mala, pero me costaba mucho imaginarla.
06. Los recién llegados se multiplicaban como brotes de una planta que florece en primavera.
07. Me sentí arrastrada hacia un sueño que, estaba muy lejos del sueño del maestro.
08. No dependía de su compañía, pero cuando estaba con el, me sentía más completa.
09. Soy muy sibarita, y cuando no puedo disfrutar de la comida durante una temporada voy consumiendo poco a poco.
10. No nos separaba la edad, ni tampoco el espacio. Pero entre el maestro y yo había una distancia insalvable.
11. Prefiero los días próximos al solsticio de invierno, cuando la oscuridad persigue a la luz diurna y le gana la carrera.
12. ¿Has estado enamorado de mí durante todo este tiempo? -le pregunté. Él esbozó una tímida sonrisa. -Bueno, eso es imposible. La vida da muchas vueltas.
13. Empecé a estudiar secundaria y luego pasé al bachillerato, pero mi nivel de madurez disminuía a medida que pasaban los años. Nunca me he llevado bien con el tiempo.
14. En noches como ésta, abro el maletín del maestro. En su interior no hay nada, sólo un vacío que se extiende. Un enorme espacio vacío que crece sin parar.
15. Los dos hablábamos muy en serio. Siempre estábamos serios, incluso cuando bromeábamos. Los atunes y los bonitos también estaban serios. La mayoría de los seres vivos son serios.
16. Del mismo modo que una pequeña ola puede desencadenar un tsunami en la otra punta del océano, una tontería puede provocar una discusión en el momento más inesperado. Forma parte del matrimonio.
17. Cuando tienes un gran amor, debes cuidarlo como si fuera una planta. Debes abonarlo y protegerlo de la nieve. Es muy importante tratarlo con esmero. Si el amor es pequeño, deja que se marchite hasta que muera.
18. Lo único que me llamó la atención desde el primer momento, fue su voz. No era muy grave, pero tenía un matiz profundo y vibrante. Al oír aquella voz, me fijé en el hombre del que procedía.
19. No dependía de su compañía, pero cuando estaba con él me sentía más completa. Era una sensación curiosa, como si me hubiera comprado un reloj nuevo y no quisiera quitar el plástico adherente que protegía el cristal.
20. Notaba el calor que desprendía el cuerpo del maestro, sentado a mi lado. Mis sentimientos afloraron de nuevo. Aquel sofá duro e incómodo me parecía el lugar más agradable del mundo. Me sentía feliz a su lado. Eso era todo.
21. Siempre que iba al Bar Maeda con Takashi me sentía fuera de lugar. De fondo se oía música de jazz. La barra estaba limpia y reluciente y los vasos, impolutos. El ambiente olía ligeramente a tabaco. El murmullo de voces era prácticamente inaudible. No había nada que llamara la atención, y me sentía incómoda.
22. Al darme cuenta de que teníamos los mismos gustos, me volví y él también me miró. Mientras intentaba recordar dónde había visto aquella cara, empezó a hablarme... Aun así, nunca había considerado a los demás personas de carne y hueso. No había caído en la cuenta que cada uno de ellos tenía su propia vida, llena de altibajos como la mía.
23. La humedad impregnaba todos los rincones. La tierra no era lo único que estaba empapado: las hojas de los árboles, la maleza, los hongos, los innumerables microbios que habitaban el subsuelo, los insectos que se arrastraban por la superficie, los bichos alados que volaban en el cielo, los pájaros que descansaban en las ramas y los animales más grandes del interior del bosque llenaban el ambiente de vida y de rebosante humedad.
24. (...) Aquella noche bebimos cinco botellas de sake entre los dos. Pagó él. Otro día, volvimos a encontrarnos en la misma taberna y pagué yo. A partir del tercer día, pedíamos cuentas separadas y cada uno pagaba lo suyo. Desde entonces lo hicimos así. Supongo que no perdimos el contacto porque teníamos demasiadas cosas en común. No sólo nos gustaban los mismos aperitivos, sino que también estábamos de acuerdo en la distancia que dos personas deben mantener.
25. Sin mediar palabra, nos dejamos caer en el futón. Hicimos el amor por primera vez, apasionadamente. Pasé la noche en casa del maestro y dormí a su lado. Al día siguiente, cuando abrí la ventana, los frutos de la aucuba brillaban bajo el sol de la mañana. Los ruiseñores se acercaban a picotearlos y trinaban en el jardín. El maestro y yo contemplábamos los pájaros desde la ventana, codo con codo. -Eres un encanto, Tsukiko -dijo el maestro. -Le quiero, maestro -respondí yo. Los ruiseñores coreaban nuestras palabras.
26. Un antiguo ex novio mío tenía la mala costumbre de no dejarse convencer nunca cuando teníamos opiniones opuestas, pero el maestro era bastante razonable. O quizás debería decir que era bueno. La bondad del maestro procedía de su estricto sentido de la justicia. No era amable conmigo para hacerme feliz, sino porque analizaba mis opiniones sin tener ideas preconcebidas. Se podría decir que su bondad era más bien una actitud pedagógica. Por eso cuando me daba la razón me sentía mucho más feliz que si se hubiera limitado a decirme que sí para tenerme contenta. Aquello fue todo un descubrimiento. No me siento cómoda cuando me dan la razón sin tenerla. Prefiero mil veces que me traten con justicia.