27. Un hermoso muchacho, que aún no había cumplido los diecisiete años, acababa de ingresar en la escuela. Tenía pálida la piel, los labios dulces y cejas de curva perfecta.
28. El momento de la partida nos esperaba impaciente. Comenzó a sonar una vulgar música de blues. El sonido de la voz sentimental que la voz difundía nos atrapó, dejándonos inmóviles.
29. El verdadero dolor llega siempre poco a poco, gradualmente. Exactamente igual que la tuberculosis, esa enfermedad que ya ha llegado a un punto grave cuando el paciente se da cuenta de los síntomas.
30. Necesitaba consolarme. A menudo acudía a unas veladas que tenía lugar en casa de un viejo amigo aun sabiendo que sólo me dejaban las heces de una charla vacía y un regusto amargo.
31. Esperaba la muerte con una dulce esperanza. Como he mencionado más de una vez, el futuro presentaba una carga pesada para mí. Desde el principio me oprimía la idea de vida con todos los deberes que conllevaba.
32. Se trata, mas bien, de un vértigo mental, la conciencia de estar a punto perder el equilibro interno (...); era un impulso de suicidio, un impulso sutil y misterioso al que las personas se entregan muchas veces sin darse cuenta.
33. Por otra parte, también despreciaba a los fanáticos que aun creían en la victoria. En realidad, igual me daba que la guerra terminara en victoria o en derrota. Lo único que deseaba era comenzar una nueva vida.
34. El Sucio era un juego tradicional en nuestra escuela, difundido entre los muchachos de primero y segundo curso, y como suele ocurrir en toda apasionada afición a un pasatiempo, tenía más de enfermedad contagiosa que de diversión.
35. En mi vida he visto fábrica tan extraña. En ella, todas las técnicas de la ciencia y de la dirección de empresas, aunadas al pensamiento de excelsos cerebros exactos y racionales, estaban consagradas a una sola finalidad: la Muerte.
36. Sentí entonces un gozo que casi podría definir como terror (... ). Ésa ha sido, desde entonces, la actitud con la que me he enfrentado a la vida: querer escapar de todo lo esperado con excesivas ansias, de todo lo que previamente había adornado exageradamente con mis fantasías.
37. Los bombardeos aéreos comenzaron a ser más y más frecuentes. Me daban un miedo insólito, pero, al mismo tiempo, sin que supiera por qué, esperaba la muerte con impaciencia. A pesar del pavor que me provocaban los ataques aéreos, estaba al mismo tiempo ansioso de morir.
38. Cuando la ola retrocedió, quedé lavado de mi corrupción. Juntamente con las aguas en retirada, juntamente con los incontables organismos vivos que en ellas había -microbios, semillas de plantas marinas, huevos de peces- mis millares de espermatozoides habían sido absorbidos por el mar espumeante y arrastrados lejos de mi.
39. La fábrica de aviones, situada en una zona desolada y polvorienta, era tan grande que se tardaba treinta minutos en cruzarla de un extremo a otro. Varios millares de obreros producían en ella un constante zumbido. Yo era uno de ellos, con la identificación de empleado temporal 953, Identidad N4409.
40. (...) Sin embargo, sería un error creer que las piernas de la hermana de Kusano me producían excitación sexual. Como he dicho antes, carecía totalmente de deseos sexuales centrados en personas del sexo opuesto. Eso queda plenamente demostrado por el hecho de no haber sentido el menor deseo de ver un cuerpo desnudo de mujer.
41. Cuando un muchacho de catorce o quince años descubre que es más dado a la introspección y a la conciencia de sí mismo que la mayoría de chicos de su misma edad, incurre fácilmente en el error de creer que ello se debe a que ha alcanzado una madurez superior a la de sus compañeros. Ciertamente, yo cometí ese error.
42. Mi padre no me permitió elegir carrera tuve que ingresar en la facultad de Derecho. Pero eso no me molestó gran cosa por cuanto estaba convencido de que pronto sería llamado a filas y moriría en batalla. También estaba convencido de que mi familia hallaría piadosa muerte en un bombardeo aéreo, con lo que no quedaría ni un solo superviviente.
43. Pese a que en la infancia leía cuantos cuentos de hadas estaban al alcance de mi mano, las princesas jamás me gustaron. Sólo me gustaban los príncipes. Y entre éstos los que más me agradaban eran aquellos que morían asesinados o aquellos otros a los que su sino había condenado a una muerte violenta. Me enamoraba de todo joven que muriera a mano airada.
44. Durante este periodo, la atracción que anteriormente solo había sentido hacia muchachos mayores que yo se fue ampliando poco a poco hasta alcanzar también a muchachos más jóvenes. Eso no dejaba de ser natural, ya que, en aquellos tiempos, esos muchachos más jóvenes que yo tenían la misma edad en que Ofi se hallaba en los tiempos en que estaba enamorado de él.
45. Había llegado a la conclusión de que yo podía amar a una muchacha sin sentir el más leve deseo. Eso constituía probablemente la más insensata pretensión que se haya dado en la historia de la humanidad. Sin darme cuenta, pretendía ser -y pido perdón, amparándome en mi natural tendencia a la hipérbole- el Copérnico de la teoría del amor.
46. El arma que era mi imaginación dio muerte a gran número de soldados griegos, a muchos esclavos blancos de Arabia, príncipes de tribus salvajes, ascensoristas de hotel, camareros, chulos, oficiales del ejército, trapecistas de circo...Era yo como uno de esos salvajes merodeadores que, al no saber la manera de expresar su amor, cometen la equivocación de matar a las personas que aman. Y yo besaba los labios de aquellos que se habían desplomado y que, en el suelo, aún se convulsionaban espasmódicamente.
47. El olor a sudor de los soldados -aquel olor como el de la brisa marina, como el del aire de la playa quemada por el sol hasta dejarla de oro- me intoxicaba al penetrar en mi olfato. Probablemente es mi primer olor en el recuerdo. No hace falta decir que en aquellos tiempos el olor no podía tener relación directa alguna con sensaciones de orden sexual pero poco a poco y de manera constante y tenaz, despertó en mí un sensual deseo de realidades como el destino de los soldados, la trágica naturaleza de su misión, los lejanos países que verían, las maneras en que morirían...