Frases de Chicos que vuelven

Chicos que vuelven

18 frases de Chicos que vuelven de Mariana Enríquez... ¿De qué manera nos vinculamos con nuestro pasado, y en qué medida somos capaces de soportar aquello que se rebela frente al olvido?.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Mariana Enríquez son: diálogos perturbadores, memoria y trauma en la narrativa, secretos oscuros, hechos sobrenaturales, pasado inquietante, thriller psicológico, sucesos horrorosos, miedos infantiles, personajes atormentados, impacto del pasado en el presente.

Frases de Mariana Enríquez Libros de Mariana Enríquez

Frases de Chicos que vuelven Mariana Enríquez

01. Qué concepto más inmobiliario del más allá tienen estos japoneses.


02. Ahora que estaba ahí, Mechi sintió que era un buen lugar para descansar.


03. Tomaron la cerveza sentados en el sillón y fueron a la cama antes de terminarla.


04. Parecía decidido a emborracharse con firmeza, con la esperanza de la anestesia y el olvido.


05. No podés evadirte de la realidad, le dijeron, y ella los ignoró y se encerró en su habitación.


06. Las dos encargadas de atención al público, algo que Mechi no sabía hacer, ni quería hacer.


07. Algunas tardes Mechi decidía tomarse una cerveza antes de volver a su departamento. Ninguno de los bares le gustaba mucho.


08. Pedro cambiaba de novias seguido, Mechi era más solitaria, y aunque rezongaban, ambos sabían que les gustaba más estar solos.


09. Libros en los rincones, un balcón hermoso, de piedra, la computadora sobre la mesa y un poster vintage de Tarde de perros, la película de Al Pacino.


10. Era la primera vez que Graciela veía a una persona moribunda pero caminando, a una persona cuya mente no registraba la muerte del cuerpo. La había impresionado mucho.


11. La mudanza también la preocupaba. No tenía dinero para alquilar otro departamento, no había ahorrado -su sueldo tampoco se lo permitía-, así que debía volver a la casa de sus padres.


12. Y pensó que nada malo debía haberle pasado a Vanadis, la chica que se parecía a Bianca Jagger pero había nacido en Dock Sud, porque nada malo le pasaba nunca a las diosas, ni aunque fueran tan tristes y callejeras


13. A la mañana, cuando tomaba su café del desayuno, no se acordaba de qué se trataban las pesadillas, pero sí recordaba vagamente la figura de una niña desnuda con la espalda llena de sangre, una especie de angelita con las alas arrancadas...


14. Se compró una docena de sacos y camisas blancas para su pico de fama, y Mechi pensó qué fácil resultaba la fama y la televisión para un hombre, nada más aparecer con sacos diferentes les garantizaba elegancia; si hubiera sido ella, tendría que haberse comprado doce diferentes vestidos, por ejemplo.


15. No podía permitirse llorar por un hombre de treinta años que se había enamorado de una nena de catorce. No debía sentir lástima por él. La quería, cierto, pero era un enfermo. Podía, sí, llorar por ella misma. Porque nunca había sentido nada remotamente parecido a lo que el tatuador sentía por Vanadis.


16. La había reconocido por eso precisamente, por la ropa: fue como ver una foto en tres dimensiones. Las botas de media caña negras, la pollera de jean, las medias negras, el pelo oscuro y pesado. Pensó que era pura sugestión, pero solamente lo pensó, porque estaba totalmente segura, se lo decían las náuseas en el estómago y el temblor en las manos.


17. Aquella primera noche había quedado claro lo que no se animaban a decir en voz alta: que no se gustaban tanto, que lo sabían desde antes de irse a la cama, pero igual quisieron intentarlo, porque estaban solos y los dos habían fantaseado con que ese encuentro podría ser, al menos, el comienzo de una compañía. El enamoramiento sencillamente no había sucedido, pero sí una amistad constante aunque no tan cercana.


18. A veces se llevaba algunas carpetas para repasar los nombres y circunstancias de los chicos, llenando mentalmente los puntos suspensivos para inventarles una historia. Le extrañaba que casi siempre la foto elegida por la familia, la misma que solía ser usada en los carteles y los volantes de búsqueda, fuera pésima. Los chicos se veían feos; el lente les tomaba los rasgos de tan cerca que los deformaba, o de tan lejos que los desdibujaba. Aparecían con gestos raros, bajo luces precarias; casi nunca eran fotos donde los ausentes estuvieran lindos.

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