01. Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto, para que a mis sueños prestase calor. Me dio una luciérnaga de menguado brillo... ¡Yo quería un sol!
02. Y era esencia tan dulce y regalada la de su carne en flor, la de su boca por enjambres de besos habitada, la de su axila, ¡Leche con canela!, que un ansia de gozarla me extenuó.
03. Mas hay también ¡Oh Tierra! Un día.. .Un día... Un día en que levamos anclas para jamás volver... Un día en que discurren vientos ineluctables. ¡Un día en que ya nadie nos puede retener!
04. ¿Quién puso en nuestro espíritu anhelante, vago rumor de mares en zozobra, emoción desatada, quimeras vanas, ilusión sin obra? Hermano mío, en la inquietud constante, nunca sabremos nada...
05. Todo el humano impulso lo circunscribe el día, el pequeñuelo círculo del día, burbuja de ilusión, burbuja vana en que flotas, ¡Oh lamma! , ¡Oh carne mía! , y que es ahora y no será mañana...
06. Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en abril el campo, que tiembla de pasión: bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión.
07. Sencillez de las bestias sin culpa y sin resabio; sencillez de las aguas que apuran su corriente; sencillez de los árboles... ¡Todo sencillo y sabio, Señor, y todo justo, y sobrio, y reverente!
08. Como en lo antiguo un día, nuestro día demos al goce estéril... Y tú tienes, ¡Oh lamma! , ¡Oh carne mía! , toda la melodía del instante en la blancura azul de tu semblante. Déjame que circunde tu frente con mis besos.
09. Mi poesía es para hechizados. Aunque se manifiesta generalmente como una apariencia de tranquilidad, está llena de temblores, de relámpagos, de aullidos. Hay que desentrañarla, no en la complejidad de sus pensamientos, sino en la complejidad de sus emociones. Parece cerebrizada: no lo es. Yo soy hombre de tono profundo y no un producto al por mayor de la naturaleza.