Frases de Margaret Atwood - Página 4

01. Jimmy, seamos realistas. No es posible garantizar un mínimo acceso de la población a los alimentos si ésta se expande indefinidamente. El Homo sapiens sapiens no parece capaz de limitar su propagación. Es una de las pocas especies que no limita su reproducción ante la escasez de recursos. En otras palabras -y hasta cierto punto, por supuesto-, cuanto menos comemos, más follamos. "Oryx y Crake" (2003)

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02. El enamoramiento era el resultado de una alteración química y, por tanto, algo real, pero según él se trataba de un estado engañoso inducido hormonalmente. Además, era humillante, porque te ponía en desventaja, concedía demasiado poder al objeto amoroso. En cuanto al sexo en sí mismo, no constituía un reto ni una novedad, y en general representaba una solución sumamente imperfecta para el problema de la transferencia genética intergeneracional. "Oryx y Crake" (2003)

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03. Durante la época de celo la rana macho mete tanto ruido como puede -dijo Crake-. Las hembras se sienten atraídas por los machos con las voces más potentes y graves porque les parece que corresponden a individuos más fuertes, con mejor dotación genética. Las ranas macho de menor tamaño (está documentado) descubren que si se sitúan en el interior de una tubería hueca, ésta actúa como amplificador, con lo que a los oídos de las hembras parecen mucho mayores de lo que realmente son. "Oryx y Crake" (2003)

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04. O a veces, incluso cuando aún estabas amando, te levantabas en mitad de la noche, cuando la luna entraba por la ventana e iluminaba su rostro dormido, oscureciendo las sombras de las cuencas de sus ojos y volviéndolas más cavernosas que durante el día, y pensabas: ¿Quién sabe lo que hacen cuando están a solas, o con otros hombres? ¿Quién sabe lo que dicen, o a dónde van? ¿Quién puede decir lo que son realmente? En la cotidianeidad. Probablemente, en esos momentos pensarías: ¿Y si no me ama? "El cuento de la criada" (1985)

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05. Pero recuerda que el perdón también es un signo de poder. Implorarlo es un signo de poder, y negarlo o concederlo es un signo de poder, tal vez el más grande. Quizá nada de esto se puede verificar. Quizá no se trata realmente de quién puede poseer a quién, de quién puede hacer qué a quién, incluso la muerte, sin ser castigado. Quizá no se trata de quién puede sentarse y quién tiene que arrodillarse o estar de pie o acostarse con las piernas abiertas. Quizá se trata de quién puede hacer qué a quién y ser perdonado por ello. No me digáis que significa lo mismo. "El cuento de la criada" (1985)

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06. Estaba claro -dijo Oryx- que tener un valor económico no era sustitutivo del amor. Todo niño debería ser amado, toda persona debería ser amada. Ella misma habría preferido tener el amor de su madre -un amor en el que seguía creyendo, un amor que la había seguido por toda la selva en forma de pájaro para que no estuviera tan sola, tan asustada-, pero el amor era impredecible, llegaba y se iba, así que tampoco estaba de más tener un valor económico, porque así, al menos, los que querían obtener un provecho de ti se aseguraban de que estuvieras bien alimentada y de que no te hicieran demasiado daño. Además, había muchos que no tenían ni amor ni valor económico, y tener una de las dos cosas era mejor que no tener ninguna. "Oryx y Crake" (2003)

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07. Caer en las garras del amor, dijimos; yo caí en los brazos de él. Éramos mujeres caídas. Creíamos en ello, en este movimiento descendente: tan hermoso como volar, y sin embargo, al mismo tiempo, tan terrible, tan extremo, tan improbable. Dios es amor, dijeron alguna vez, pero nosotras pusimos la frase del revés y el amor, como el Cielo, estaba siempre a la vuelta de la esquina. Cuanto más creíamos en el Amor abstracto y total, más difícil nos resultaba amar al hombre que teníamos a nuestro lado. Siempre esperábamos una encarnación. Esa palabra, hecha carne. Y en ocasiones ocurría, por una vez. Esa clase de amor viene y se va y después es difícil recordarlo, como el dolor. Un día mirabas a ese hombre y pensabas Te amé, y lo pensabas en tiempo pasado, y te sentías maravillada porque haberlo hecho era una tontería, algo sorprendente y precario; y también comprendías por qué en aquel momento tus amigos se habían mostrado evasivos. "El cuento de la criada" (1985)

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08. ¿Cuándo empezó el cuerpo a vivir sus propias aventuras? , piensa Hombre de las Nieves; tras deshacerse de sus viejas compañeras de viaje, la mente y el alma, de las que en otro tiempo se consideró un mero receptáculo corrupto, o en todo caso una marioneta que interpretaba sus obras o una compañía perniciosa que las llevaba a la deriva. Seguramente se había cansado de las quejas constantes del alma y de los giros incesantes de la mente, tela de araña en espiral tejida por la ansiedad, que lo distraían cada vez que se disponía a hincarle el diente a algo jugoso, a meter los dedos en algo bueno. Se había librado de ellas, las había arrojado a algún santuario húmedo o a algún salón mal ventilado mientras él se ponía a la cola de algún club de topless, arrojando junto con ellas a la cultura: la música, la pintura, la poesía, el teatro. La sublimación y todo eso. Nada más que sublimación, según el cuerpo. ¿Por qué no cortarla de raíz? Pero el cuerpo tenía sus propias formas de cultura. Tenía su propio arte. Las ejecuciones eran sus tragedias, la pornografía era su romanticismo. "Oryx y Crake" (2003)

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09. Ésta es la clase de detalles que les gusta: arte popular, arcaico, hecho por las mujeres en su tiempo libre con cosas que ya no sirven. Un retorno a los valores tradicionales. No consumir, no desear. Si no consumo, ¿Por qué, a pesar de ello, deseo? "El cuento de la criada" (1985)

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10. Está sonando la campana que marca el tiempo. Aquí el tiempo se mide con campanas, como ocurría antes en los conventos de monjas. Y, también como en un convento, hay pocos espejos. "El cuento de la criada" (1985)

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11. Me muero por tocar algo, algo que no sea tela ni madera. Me muero por cometer el acto de tocar. "El cuento de la criada" (1985)

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12. En cuanto a mi esposo, dijo, es nada más y nada menos que eso: mi esposo. Quiero que esto quede absolutamente claro. Hasta que la muerte nos separe. "El cuento de la criada" (1985)

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Margaret Atwood

Margaret Atwood
  • 18 de noviembre de 1939
  • Ottawa, Ontario, Canadá

Escritora, poetisa, novelista, profesora y crítica literaria canadiense, autora de "Resurgir" (1972), "El cuento de la criada" (1985), "El asesino ciego" (2000) y "Oryx y Crake" (2003).

Sobre Margaret Atwood

Margaret Atwood nace en el seno de una familia de clase media, siendo la segunda de los tres hijos de Carl Edmund Atwood, zoólogo, y Margaret Dorothy William, nutricionista.

Debido al trabajo del padre, su infancia transcurrió en los bosques del norte de Quebec, Ottawa, Ontario y Toronto, no asistiendo a la escuela a tiempo completo los primeros años.

Finalizada su educación inicial, en 1957 ingresó en la Universidad Victoria de Toronto, graduándose en 1961 como licenciada en filología inglesa, con estudios también de francés y filosofía.

Cursó luego estudios de posgrado en la Universidad de Harvard (Estados Unidos) e impartió clases como profesora en la Universidad de Columbia Británica (1965, Canadá), la Universidad Concordia (1967-1968, Canadá), Universidad de Alberta (1969-1970, Canadá), Universidad de York (1971-1972, Canadá) y en la Universidad de Alabama (1985, Estados Unidos).

En 1968 Margaret Atwood se casó con Jim Polk, matrimonio que se disolvería en 1973 y tiempo después contrajo matrimonio nuevamente con el novelista Graeme Gibson, teniendo una hija en 1976.

Es miembro honorario de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, miembro de la Royal Society de Canadá y Doctora Honoris Causa en más de 15 universidades de todo el mundo.

De todos los galardones recibidos, se destacan el "Governor General's Award" (1985), el "Premio Arthur Clarke" (1987) y el "Príncipe de Asturias de las Letras" (2008).

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