01. Purpúreas rosas sobre Galatea el alba entre lirios cándidos deshoja; duda el amor cuál más su color sea, o púrpura nevada o nieve roja; de su frente la perla es eritrea, émula vana; el ciego dios se enoja, y, condenado su esplendor, la deja pender en oro al nácar de su oreja.
02. A trueco de verlos idos, como soy la que interesa, sé decir que no me pesa que vayan favorecidos.
03. Y por vida de tus ojos, que son de mis ojos vida, que nuestra amistad despida cualquiera ocasión de enojos.
04. Mira que la edad miente, mira que del almendro más lozano parca es interior breve gusano.
05. Si basta un solo cabello para atar mi voluntad, sin que haya necesidad de echarme cadena al cuello.
06. A la una los pies beso y al otro las manos pido: pues en ellas veo que están, según mi ventura quiso, las llaves del paraíso de este venturoso Adán.
07. Argos es siempre atento a su semblante, lince penetrador de lo que piensa, cíñalo bronce o mírelo diamante, que en sus paladiones amor ciego, sin romper muros introduce fuego.
08. Cera y cáñamo unió (que no debiera), cien cañas, cuyo bárbaro ruido, demás ecos que unió cáñamo y cera alboque es duramente repetido; la selva se confunde, el mar se altera, rompe Tritón su caracol torcido, sordo huye el bajel a vela y remo; tal la música es de Polifemo.
09. Serénense tus ojos, y más perlas no des, porque al sol le está mal lo que a la aurora bien.
10. Tan ligero el corzo es, que no da menos enojos el seguillo con los ojos que alcanzallo con los pies; y así por mi cuenta hallo que, si consientes decillo, hizo más que tú en herillo, la saeta en alcanzallo. Mas quede el brazo contento, camila, pues que de hoy más, aunque imposible, podrás decir que has herido al viento.
11. Muda la admiración, habla callando, y, ciega, un río sigue, que -luciente de aquellos montes hijo- con torcido discurso, aunque prolijo tiraniza los campos útilmente.
12. Venus hipócrita es. La fuente deja el narciso que no es poco para él, y ya no se mira a sí, admirando lo que ve.