Frases de Luis de Góngora - Página 2

01. Purpúreas rosas sobre Galatea el alba entre lirios cándidos deshoja; duda el amor cuál más su color sea, o púrpura nevada o nieve roja; de su frente la perla es eritrea, émula vana; el ciego dios se enoja, y, condenado su esplendor, la deja pender en oro al nácar de su oreja.

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02. A trueco de verlos idos, como soy la que interesa, sé decir que no me pesa que vayan favorecidos.

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03. Y por vida de tus ojos, que son de mis ojos vida, que nuestra amistad despida cualquiera ocasión de enojos.

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04. Mira que la edad miente, mira que del almendro más lozano parca es interior breve gusano.

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05. Si basta un solo cabello para atar mi voluntad, sin que haya necesidad de echarme cadena al cuello.

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06. A la una los pies beso y al otro las manos pido: pues en ellas veo que están, según mi ventura quiso, las llaves del paraíso de este venturoso Adán.

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07. Argos es siempre atento a su semblante, lince penetrador de lo que piensa, cíñalo bronce o mírelo diamante, que en sus paladiones amor ciego, sin romper muros introduce fuego.

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08. Cera y cáñamo unió (que no debiera), cien cañas, cuyo bárbaro ruido, demás ecos que unió cáñamo y cera alboque es duramente repetido; la selva se confunde, el mar se altera, rompe Tritón su caracol torcido, sordo huye el bajel a vela y remo; tal la música es de Polifemo.

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09. Serénense tus ojos, y más perlas no des, porque al sol le está mal lo que a la aurora bien.

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10. Tan ligero el corzo es, que no da menos enojos el seguillo con los ojos que alcanzallo con los pies; y así por mi cuenta hallo que, si consientes decillo, hizo más que tú en herillo, la saeta en alcanzallo. Mas quede el brazo contento, camila, pues que de hoy más, aunque imposible, podrás decir que has herido al viento.

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11. Muda la admiración, habla callando, y, ciega, un río sigue, que -luciente de aquellos montes hijo- con torcido discurso, aunque prolijo tiraniza los campos útilmente.

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12. Venus hipócrita es. La fuente deja el narciso que no es poco para él, y ya no se mira a sí, admirando lo que ve.

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Dámaso Alonso Félix Lope De Vega Francisco de Quevedo Garcilaso de la Vega Rafael Alberti

Luis de Góngora

Luis de Góngora
  • 10 de julio de 1561
  • Córdoba, España
  • 23 de mayo de 1627
  • Córdoba, España

Poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente del culteranismo y dueño de una obra de belleza original e imperecedera.

Sobre Luis de Góngora

Luis de Góngora nace en el seno de una ilustre familia, de padre Francisco de Argote y madre Leonor de Góngora.

En su ciudad natal estudió humanidades y luego se trasladó a Salamanca, donde estudió Derecho en la Universidad de Salamanca sin finalizar su preparación.

En 1580, Luis de Góngora regresa a Córdoba y cinco años después recibe en herencia un cargo eclesiástico en la catedral cordobesa, que le permitió viajar por toda España a lo largo de su vida.

El carácter zumbón y agudo y chispeante ingenio de Luis de Góngora hicieron que fuera enjuiciado y severamente amonestado por el obispo Pacheco.

A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, en Luis de Góngora, ni la religión ni el amor, pese a algunas aventuras juveniles, ocupan un lugar importante en su vida o en su poesía.

En 1617 su figura se revistió de aun mayor prestigio al ser nombrado capellán de honor de la corte de Felipe III, gracias a su protector, el duque de Lerma.

En 1926, Luis de Góngora sufrió una amnesia total, siendo atendido por el médico de la reina y un año después, murió en su ciudad natal, donde había vuelto en procura de salud.

Luis de Góngora no publicó en vida ningún libro, aunque muchas de sus poesías eran conocidas por haber sido publicadas en "Flores de poetas ilustres de España", de Pedro Espinosa en el Romancero general (1600, 1604 y 1614).

En la obra de Luis de Góngora se observan claramente dos "maneras" o etapas: una fácil y clara, nutrida de elementos tradicionales (romances, letrillas, sonetos) y otra de difícil erudición, de gran ornamentación verbal y utilización de palabras comunes en una acepción latina.

En la actualidad, muchos críticos sostienen que ambos estilos coexisten íntimamente, pudiéndose comprobar en varios romances y sonetos de la primera época, en los que fácilmente se hallan elementos culteranos y con el hecho de que, después de escribir el Polifemo y Galatea (1613) y las Soledades (1613), Luis de Góngora volvió a escribir poesías sencillas, de corte tradicional, aunque embellecidas por atisbos culteranos.

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